La trata sexual de mujeres ha aumentado en la selva y sus víctimas son principalmente las adolescentes. En las zonas de Huepetuhe y Delta 1 o Bajo Pukiri se evidencia con preocupación este problema social, generado por el hallazgo y la extracción del oro. Muchas de las jóvenes se alquilan por menos de 50 soles. La presencia de la autoridad es casi inexistente en estos poblados de la selva.
"Trabajo desde las siete de la mañana hasta las siete de la noche. Mi trabajo consiste en tomar licor y acompañar a los clientes en el local. Poco a poco me acostumbré a trabajar con los borrachos", relata Brenda, una joven de 19 años, quien dejó la calurosa Pucallpa tentada por el dinero y una oferta laboral atractiva. Después de varias horas de viaje por camino de trocha y selva, llegó al distrito de Huepetuhe, en Madre de Dios. Según narra, a los pocos días empezó de "cajera".
Así disfraza su actividad en uno de los tantos bares, ubicado en medio de una calle anegada por la lluvia y las aguas servidas. Solo los focos rojos, distinguen al bar de otras precarias viviendas de madera. Brenda señala que gana 450 soles mensuales como cajera y recibe 10 soles por el consumo de cada vaso de licor. Un ingreso cautivador para esta muchacha que abandonó sus estudios de industria alimentaria por falta de dinero.
La actividad minera ha propiciado una preocupante red de prostitución en Madre de Dios. Y, sin duda, lo que más abunda en los poblados de Huepetuhe y Pukiri, son los menores de edad en la puerta de los bares, conocidos por los lugareños como los "prostibares".
No hay una cifra oficial de las víctimas de explotación sexual, pero los pobladores saben quiénes son los proxenetas y quiénes las víctimas. Y cómo no saberlo, si están allí, a vista y paciencia, incluso de las autoridades.
Mientras la extracción del oro significa una fuente de trabajo para un sector de la población, para otros, solamente representa la vulneración de sus derechos.
Las niñas y niños de estas zonas auríferas crecen y comparten su desarrollo con el incremento de cantinas y trabajadores que gastan su salario y sacian su sed en 120 bares de Huepetuhe, 100 bares en Delta y 75 en Mazuko, que atienden las 24 horas del día, sin ningún control. La ley de la selva se cumple a la perfección.
LAS LLEVAN CON ENGAÑOS
Las modalidades de captación que emplean los tratantes para conseguir que las adolescentes y jóvenes acepten ir a Madre de Dios, son varias. Las más comunes son el engaño sobre una oferta de trabajo, la seducción y la violencia.
"Suelen ofrecerles un puesto laboral como mesera o trabajadora del hogar", señala el documento del Movimiento El Pozo sobre el impacto social de la minería aurífera en Madre de Dios, elaborado gracias a la propuesta de Pro Naturaleza.
Pero eso no es todo. Para reclutarlas con rapidez les ofrecen remuneraciones de hasta 300 soles, cifra superior a los 60 y 90 soles que perciben como trabajadoras del hogar en sus pueblos de origen. "Esto puede tentar a las adolescentes. No les revelan la verdadera finalidad de su traslado, como la venta de licores en bares y la atención a mineros auríferos. Las chicas terminan abusadas y explotadas sexualmente", indica la investigación. También precisa que muchas huyen de sus hogares debido a la violencia familiar y terminan en manos de estas mafias.
Solamente en el 2008, la Policía Nacional registró 35 casos de trata de personas en la región. La cifra es una aproximación a la realidad, si se considera que muchos casos no se reportan a las autoridades.
"La explotación sexual está a la vista, el miedo no les hace hablar. Solo cuando pasa algo, recién denuncian", indica Beatriz Ojeda, activista de Derechos Humanos, una de las pocas personas que está presta a brindarles ayuda. Esta mujer, que se dedica los fines de semana a la venta de comida, conoce de algunas adolescentes que tras ser rescatadas, deciden proteger al proxeneta.
"Cuando uno interviene, las niñas afirman que han sido traídas por sus tías o madrinas. Se sienten amenazadas, y en ese caso no se puede hacer mucho". Tal vez tentadas por las monedas que no dejan de brillar en estas localidades soleadas, las menores como Brenda prefieren guardar silencio y perderse en la ruta de la frondosa selva.
Una vez que llegan a Madre de Dios, no pueden escapar. Los proxenetas y dueños de los "prostibares" presionan a las víctimas con la retención de sus documentos. Además, las intimidan exigiéndoles el pago por los gastos de su traslado, alimentación, hospedaje y alimentos.
"Las que se resisten o desaniman al constatar el verdadero trabajo, deben devolver los costos de viaje, pasajes, hospedaje, alimentación y ropa. Al no contar con recursos para pagar se ven acorraladas y sin otra alternativa", señala el sociólogo Oscar Guadalupe. "A algunas las amenazan con avisar a sus padres sobre la actividad que realizan, como si fuera una falta de ellas".
Desde el primer día, las jóvenes deben vivir en el bar y pasar muchas penurias. Los locales de estos negocios no tienen luz eléctrica y las condiciones de higiene son deplorables. Las habitaciones son usadas para la prostitución y para descansar. Varias duermen en un solo cuarto.
Y no solo deben enfrentarse al hacinamiento y la explotación sexual. También se encuentran expuestas al maltrato por parte de proxenetas y clientes. Quizás golpeada por un pasado de violencia, Diana, una de las víctimas de estas mafias, indica que "no todos los clientes son buenos y hay que tener cuidado".
Sin escapatoria y en permanente amenaza, las adolescentes aceptan el abuso. "La señora es muy buena, pero te multa si no cumples tus horarios. Si no quieres trabajar un día, tienes que pagar 50 soles para poder salir", manifiesta Brenda.
En caso de embarazo o enfermedad de transmisión sexual, las propietarias de las cantinas las envían a cualquier botica de la localidad minera para "remediar" su estado.
En el colmo del cinismo, los proxenetas clasifican los bares según la procedencia de las menores obligadas a prostituirse. Los bares "ojotitas" son los que ofertan adolescentes procedentes de comunidades alto andinas. En los bares denominados "chicas" se encuentran las adolescentes que provienen de Lima, Ica, Pucallpa e Iquitos.
Las adolescentes y niñas víctimas de explotación sexual son traídas de otras regiones, de la sierra y la selva del país. Las captadoras, generalmente mujeres, traen jóvenes de Apurímac, Cusco, Puno, Arequipa, Ucayali y San Martín. Sin embargo, la región de Madre de Dios, también ha sido identificada como lugar de origen para la trata.
"Niñas de Masuko, Huepetuhe, Quincemil, Laberinto y Puerto Maldonado son llevadas a la ciudad de Cusco con engaños para ser explotadas sexualmente", revela la investigación del Movimiento El Pozo.
Para los miembros de estas mafias es fácil transitar por las rutas que conducen a Madre de Dios, principalmente a Huepetuhe y Bajo Pukiri o Delta 1, pues no existe ningún control de las autoridades. La Policía no controla el tránsito de personas. Su preocupación es impedir el contrabando de mercadería. Este contexto, facilita la trata de personas. Por ello, cada vez llegan más mujeres jóvenes y adolescentes a estos lejanos lugares, que carecen de agua potable, alcantarillado y luz eléctrica.
La edad máxima de las víctimas es de 20 años, pasada esa edad ya no son reclutadas por las mafias. "Calculamos que en cada bar hay en promedio cinco chicas, de las cuales dos son menores de 18 años, lo que nos permite establecer que por lo menos hay 200 adolescentes víctimas de explotación sexual comercial", explica Guadalupe.