Empecemos con unas cuantas preguntas: ¿por qué si Chimbote ha sido capital mundial de la pesca, sigue siendo tan pobre?, ¿por qué si Ica es el centro modelo de la agroexportación, aún no se recupera del terremoto del 15 de agosto?, y ¿por qué si la sierra central y Cajamarca cobijan minas de oro y zinc, sus poblaciones siguen en la pobreza? La respuesta es simple, su solución compleja. En ninguna de ellas se ha apostado por el largo plazo: por la educación.
No es primera vez que nuestro país atraviesa por un periodo de boom exportador. Ya en los siglos XVII y XVIII éramos los principales exportadores de oro y plata en el mundo. En el siglo XIX la riqueza provino del salitre y del guano de islas, con los cuales se fertilizaron los campos europeos. Y a fines del siglo XIX e inicios del siglo XX, el Perú fue el primer país de América en explotar el petróleo que se encontró en el subsuelo de los campos de Talara.
También, y a inicios del siglo XX, antes de que se descubriera el plástico, el caucho fue el recurso que atrajo gran cantidad de capitales del nuevo y viejo mundo. Luego, décadas después, en el año 1950 y gran parte de los años 60, nuestros recursos marítimos nos convirtieron en el principal país pesquero del mundo. Hoy, en tan solo un periodo de tres años, nuestras exportaciones se han triplicado gracias a los minerales y a la agroexportación. Sin embargo seguimos siendo profundamente pobres. ¿Qué es lo que está fallando?
Lo que sucede es que no se ha invertido lo suficiente en educación. Como la educación es un recurso que rinde frutos solo en el largo plazo, no constituye una prioridad para los políticos ni para la gente. Por otra parte, a nuestro pueblo le encanta el cortoplacismo. Quiere ver la posta, el puente y la alameda, la pista y la carretera también, y el colegio aunque este no cuente con maestros. Quiere ver elementos visibles, obra física, descuidando lo que verdaderamente ha hecho grande a los pueblos: una educación de calidad.
Se habla mucho sobre Chile y Colombia como ejemplos de países en vías de desarrollo. También de
Hoy nos encontramos ante el reto de los tratados de libre comercio. Tenemos acuerdos suscritos con los EEUU, Singapur, Canadá y pueden ampliarse otros con Chile y China. Ante semejante reto, debemos ser conscientes de lo siguiente: no podemos consagrarnos al rol de exportadores de materias primas. La única manera de aprovechar esos mercados, es generando una industria transformadora, creadora de valor agregado, que incorpore el conocimiento en nuestra producción. Sobre este punto, lamentablemente, estamos haciendo muy poco. Nos ha conquistado el corto plazo. Nuestro sistema universitario no está a la altura de las exigencias de un mundo globalizado.
Es por ello imprescindible que iniciemos un debate público sobre el tipo de educación que tenemos y empecemos a trabajar en la construcción de un capital humano que se ponga al servicio del país. De no hacer esto el crecimiento económico de estos días será episódico. Uno más, como ya antes lo hemos vivido, que pasó y se fue dejando tan solo una estela de decepción y pobreza a su paso. Que esos tiempos no se repitan más, hay que ponerse a trabajar.