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Viernes 19 de abril 2024   |   Contáctenos
REVISTA

AMÉRICA LATINA EN HONDURAS

¿Cómo se defiende la democracia?
América Latina, a pesar de su opción por la democracia y el estado de derecho instalados en casi todos sus países, atraviesa un momento difícil. Es el continente más desigual del mundo y está amenazado por sus carencias sociales, por la urgencia de desarrollo económico, a tono con la modernidad y la globalización, cuyos beneficios traducidos en crecimiento no llegan aún a vastos sectores de la población en pobreza y marginalidad.
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AMÉRICA LATINA EN HONDURAS

Las autoridades pierden manejo, las instituciones se rebelan frágiles, los partidos carecen de operadores con credibilidad. El urgente encuentro de la sociedad con el Estado se convierte en clamoroso desencuentro y lo que en un primer momento fue legalidad y legitimidad deviene en ilegalidad.

Estamos ante una muy acriollada post guerra fría en la cual los intereses en pugna dejaron hace tiempo de ser los intereses generales y muchos menos los sociales. Uno de los valores reconocidos en esta post guerra fría global es la democracia y la defensa de la legalidad pero no son banderas que siempre se manejan puras y sin contaminación.

Mientras la defensa de la constitucionalidad democrática aleja el fantasma de la inestabilidad política y del golpismo en el continente, nuevas modalidades de manipulación del poder se enseñorean bajo el impulso del  chavismo.

La destitución de Manuel Zelaya en Honduras, y su reemplazo por el Presidente del Congreso, Roberto Micheletti, recibió en un primer momento la condena mundial, en la que se sumó el propio Barack Obama y nuestro gobierno, entre muchos otros. Se le consideró un golpe militar bajo cubierta institucional.

Un segundo momento advierte que esa defensa de la democracia está siendo conducida y aprovechada por Hugo Chavez, quien nunca le hizo ascos al golpismo ni ostenta cualidades excesivamente democráticas. Algo contradictorio nos dice que la respuesta democrática no está andando bien. El panorama va aclarándose, relativizar asertos tiene sus ventajas.

El no al golpismo responde a la defensa de un valor de la globalización que es la inspiración democrática y el imperio de la Ley. Pero no es una bandera para todo andar ni puede ser usada como manto de impunidad. La más alta investidura de la nación, en cualquier país que se precie de ser democrático, debe ser ejercida con arreglo a los contrapoderes que la Constitución establece;  vale decir, basada en las libertades políticas, el equilibrio de poderes, la alternancia y el respeto a los derechos fundamentales, a las instituciones y a la fiscalización de la prensa y de la sociedad organizada. Si se hace tabla rasa de estos principios, la democracia se habrá desnaturalizado y el estado de derecho será inexistente.

Esto parece estar sucediendo en Honduras, donde Zelaya si bien es presidente constitucionalmente elegido, ha irrespetado la Ley, su Constitución y sus autoridades, imponiéndose verticalmente cual dictadura en democracia.

¿Cómo se defiende la democracia de los falsos demócratas? ¿Cómo se mantienen los mandatarios cuando ya no tienen legitimidad o caen en la ilegalidad?. No basta que las mayorías, vía encuestas o referéndums, los autoricen o los desautoricen. El barómetro es el respeto a la Ley y a las instituciones.

El avasallamiento de la constitucionalidad no solo se da por golpes militares, también por golpes blancos cuando se desconoce la Ley y se imponen la arbitrariedad y los intereses creados con distancia de los nacionales y generales.

La comunidad internacional debería estar en capacidad de actuar contra estos golpes, tanto los militares como los blancos,  respetando la voluntad de las poblaciones, pero siendo inflexibles contra la imposición de intereses foráneos y de mordazas de oro a los medios de comunicación.

Hay factores ideológicos en juego. La revolución bolivariana de Chavez juega con todo buscando ampliar su poder continental sin hacer ascos al conflicto político, orientando opiniones, callando sus concesiones en economía al sistema global.

Se enseñorea utilizando los propios resortes del sistema como en este caso en que ha logrado que sus adversarios le carguen el anda del retorno al poder de Zelaya a sabiendas que es uno de sus seguidores. La naturaleza autoritaria y el proyecto de Chávez, Morales y Correa están claros y se vienen explicando por el poder del petróleo que no durará tanto y por ello apuestan a la reelección indefinida.

Es este el parámetro que relativiza la constitucionalidad del retorno de Zelaya al poder en su país, acompañado o no por otros socios como Kirchner y Correa. Si el principio de no intervención, democrático a cabalidad, se respeta habrá que respetar también que el hondureño se subordine a los mecanismos constitucionales que contemplan la responsabilidad en la que habría incurrido al violar la ley interna y después de su retorno debería someterse a los tribunales como debe ser.

Y es que el depuesto Zelaya en Honduras había asumido la inspiración chavista convocando a un referendo para coronarse rey-caudillo contra el Congreso, la Corte Suprema, la Fiscalía y su propio partido. Pero hay que decir que del lado de la Ley, los modales con los que los militares lo sacaron del poder dejaron mucho que desear y dieron pie a la condena del mundo.

La democracia no obedece a los fusiles ni éstos la defienden de la manera como lo hicieron la noche en que sacaron al mandatario hondureño. Si Zelaya tenía responsabilidad debió asumirla en su país y no ser deportado a Costa Rica. Ellos propiciaron el contrasentido de que Chávez aparezca hoy como el defensor de la democracia y la libertad en el continente.
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