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LA CONFLICTIVIDAD EXIGE RESPUESTAS

Orden e inclusión social
Un nuevo gabinete oxigena la escena política. Presidido por Javier Velásquez Quesquén, tiene como encargo presidencial lograr orden e inclusión social. Una frase que se dice rápida pero constituye un encargo difícil.
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LA CONFLICTIVIDAD EXIGE RESPUESTAS

Significa un cambio fundamental en la esencia del régimen que hasta ahora ha visto la conflictividad social desde el tratamiento sintomático, sin canalizarla institucionalmente a través de un sistema o mejor aún de responder a ella con enfoques que podrían transformar los múltiples conflictos sociales disminuyendo su carga de violencia desestabilizadora.

Al ingresar a su tercer año de gobierno, Alan García debe poner énfasis en lo social. El crecimiento de su primera etapa debe ser redistribuido para calmar el malestar de quienes no sienten los beneficios del modelo que toma como base la inversión. No bastan los programas sociales reorganizados para lograr la inclusión. Tampoco las cifras que ilustran como logros la disminución de la pobreza.

Es necesario el diálogo y el acercamiento a los sectores que sienten la pobreza y las diferencias que los hacen conflictivos. No bastan ni han sido tan eficientes las mesas de diálogo. Habría que ir a la instalación de un sistema institucionalizado de resolución de conflictos como ya ha sido planteado en estas mismas páginas por Walter Navarro Murgueytio y el experto belga,  Paskal Vandenbussche. Ello permitiría avanzar tanto en el orden como en la inclusión social.

Quienes sienten más la exclusión son los margenupsados que superada la pobreza extrema siguen desatendidos en los servicios esenciales de alimentación, salud y educación. Las brechas y las deficiencias cobran mayor importancia con el contraste de la prosperidad que exhiben otros sectores. La complejidad de nuestro país es grande y es preciso comprender, evaluar y ver cómo se pueden resolver estas deficiencias. Ello sólo se logrará con el acercamiento que al parecer el Premier ya ha empezado con buen pie a los gobiernos locales y regionales.

RALF DAHRENDORF,  ATENCIÓN A LA CONFLICTIVIDAD SOCIAL

El fallecimiento de Ralf Dahrendorf a los 80 años dejó al pensamiento liberal sin la brillantez argumentativa y el prestigio de uno de sus grandes protagonistas que se convirtió en el predicador de la atención a la conflictividad social.  Fue un liberal que creía en la tolerancia. Sus análisis fueron siempre sosegados, con la mano tendida hacia el adversario.

Conciliador y dispuesto al diálogo, muy pronto fue capaz de comprender que buena parte del secreto del éxito de las sociedades abiertas residía en la gestión integradora de las diferencias y en la resolución institucional de los conflictos; máxime si ambos tienen un trasfondo común inevitable: La incapacidad de encontrar las mismas respuestas y de esgrimir las mismas soluciones para los problemas éticos, políticos, económicos y sociales que aquejan a los hombres.

Algo de esta inspiración encontramos en el anterior premier Yehude Simon que voluntariamente llevó el diálogo y la tolerancia a un equilibrio inestable, delicado por el desencuentro y la ausencia de una apropiada institucionalidad dedicada a los acuerdos transaccionales, pero efectivo por la entrega personal y el esfuerzo que ello le significó.

Los gobernantes deben estar convencidos que sólo así los enfrentamientos pueden dejar de ser cuestiones de vida o muerte o amenazas contra la democracia que como bien sabemos no sólo provienen de los enemigos evidentes sino también de aquellos que emplean el lenguaje de la democracia y utilizan las libertades para minar su propia esencia.

Dahrendorf fue consciente de esta situación y la usaba como advertencia para que el autoritarismo no volviera al viejo continente debido a su vivencia del nazismo que lo marcó cuando tenía 16 años con la derrota de la generación de la República de Weimar.

Por ello  estudió el conflicto como una realidad inevitable en el seno de la sociedad humana. Una realidad que no se erradica sino que se atiende desde el poder mismo, cuya solución requiere estructuras de tolerancia frente a la diferencia y, sobre todo, de gestión ordenada del conflicto que lo transformen en un factor de progreso a través del pluralismo de las sociedades abiertas.

La verdadera democracia fue para Dahrendorf un régimen de instituciones que permite a los conflictos expresarse. La clave por tanto, está en la diversidad y en la gestión de los conflictos inevitables. No sólo por el diálogo sino mediante instituciones que canalicen esos mismos conflictos sin falsificar su naturaleza ni la identidad de los protagonistas. Hay pues todo un camino a seguir que no es fácil y que comienza por el diálogo y el acercamiento sin perder de vista la construcción de instituciones para la democracia plural atenta a las diferencias sociales.
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