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REVISTA

TRANSPORTE DE SALVAJES

Atake Cívico
Tras la puesta en marcha del nuevo código de tránsito, los transportistas y cobradores protestan por las cuantiosas multas que ya se comenzaron a aplicar por las innumerables faltas que cometen en su diario devenir por las calles del Perú.
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TRANSPORTE DE SALVAJES

Y los que más reaccionan son los propietarios de las 'combis', quienes han rebasado todos los límites de la civilización y se portan como verdaderos salvajes de esta sociedad del siglo XXI. Lamentablemente, hay un escenario cómplice que involucra a los efectivos policiales y a los propios pasajeros. Veamos.

 

Los primeros han perdido toda óptica de dignidad y tapan cualquier papeleta por 'cinco o diez luquitas' y se hacen de la 'vista gorda', incluso, cuando muchos manejan sin licencia de conducir.

 

Es tan atroz la imagen de nuestra Policía Nacional que muchos dicen que las siglas PNP significan 'policía necesita plata'. De otra manera no se puede entender por qué tanta gente irresponsable se dedica al transporte público.

 

El grado de corrupción es tan gigante que hay mafias muy organizadas que se manejan desde el interior de la institución. Lo dicen los propios efectivos del orden. En estas condiciones, ser policía honesto es todo un desafío al sistema.

 

Pero no todo es color de hormiga. El papel del gobierno regional del Callao está siendo ejemplar. La región que preside Alex Kouri ha logrado disminuir considerablemente la cantidad de accidentes y el solo hecho de haber colocado cámaras de video en semáforos y calles ha sido todo un acierto que espanta a la corrupción, porque deja una prueba irrefutable para los ojos.

 

MANO DURA

 

Las multas son bienvenidas pero los choferes le han perdido todo respeto a la autoridad, y ni qué hablar de los cobradores. Al igual de lo que sucede en el Callao, las municipalidades deberían capacitar con un curso riguroso antes de otorgar permisos para trabajar en el servicio público.

 

Los otros culpables son los consumidores. Los pasajeros usan y abusan del transporte sin medir ningún peligro. Un solo ejemplo: La gente sube y viaja parada en una combi ante la incomodidad de los que van sentados. Todo vale para llegar al puesto de trabajo. No hay carros, dicen. He visto profesores y padres de familia con sus hijos en pleno viaje y nadie se inmuta. Todos entran porque al fondo hay sitio. Hasta se empujan para asemejarse más a los restos de sardinas que están dentro de una lata.

 

En este contexto, confluye un salvajismo propio de una sociedad donde la competencia se ha vuelto en una necesidad ineludible. No importan los valores ni el respeto al ciudadano, no, la idea es sacar provecho al máximo de las circunstancias, por eso, los días del paro han sido propios para los choferes buitres de las pistas quienes han cobrado hasta tres veces más el pasaje para los alicaídos bolsillos de los trabajadores. Peruanos contra peruanos.

 

Como dicen los que conocen. Nuestros choferes saben respetar. Sucede que ante una leve penalidad prefieren tocar las manos corruptas antes que cumplir la ley. Hace falta mano dura y campañas firmes para que empiecen a respetar las normas de tránsito. Recordemos la efectividad que tuvo la difusión del uso del cinturón de seguridad y el papel de la Policía y los medios de comunicación.

 

La opinión general es casi unánime respecto a la irresponsabilidad de los choferes y cobradores. Las multas vienen bien, pero además, debemos coincidir que la Policía Nacional es parte esencial del problema, y lo mismo pasa por una sociedad que ha perdido su capacidad de denuncia y vive enjaulada por la resignación de viajar en silencio como si no pasara nada.
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