¿Qué lo motivó a quedarse durante tres años en la selva si había ido, por motivos estrictamente laborales, nada más que por cinco días?
Después de cinco años de docencia en una universidad privada en Lima, tenía la necesidad de llevar a cabo un trabajo personal. El color y la sensualidad natural de las mujeres de la selva fueron motivos suficientes para decidir que era el lugar donde quería iniciar un proyecto. Comencé a viajar por lugares apasionantes como la reserva del Pacaya Samiria y a fotografiar la vida de las comunidades. Mujeres en sus actividades cotidianas, niños en las riberas de los ríos, el colorido majestuoso y cambiante de la selva, por solo citarte algunas escenas. En mis ratos libres hacía voluntariado en una ONG francesa de nombre Médicos Descalzos, y eso me permitía interactuar con la gente del lugar, mientras aprovechaba para hacer una memoria fotográfica. Las cosas sucedieron muy rápido. Jamás pensé que mi estadía se fuera a extender por tanto tiempo.
¿Qué técnica empleó para trabajar estas fotografías?
Llego a la selva con mis cámaras de película de
¿Cuál es la característica principal que encontró en los habitantes de la selva?
Los habitantes de la selva son muy diferentes a los de la sierra. Cuando empiezo a ver las fotografías que había hecho en las calles y comunidades de la selva, descubro que todos fijan su mirada en la cámara. Eso me sorprendió mucho, muchísimo. Ese calor que tienen en la mirada. No encontré en ninguna de las fotos un gesto o mirada hostil, ni siquiera de recelo. Sabes, en principio, tú no puedes invadir un medio con tu cámara fotográfica y disparar alegremente, porque la capacidad de respuesta que encuentras en tus sujetos fotografiados es de desconfianza. Eso no encontré en la selva. Quizás porque coexistí con ellos durante un tiempo. Es más, yo tenía mi casa en el río y a quienes fotografiaba era a mis vecinos a fin de cuentas. En cambio, he notado que en la sierra la gente es más reacia a dejarse fotografiar, quizás por la creencia, como algunos dicen, de que cuando uno los fotografía les atrapa el alma.
¿Fue fácil adaptarse a una realidad tan distinta de la que vivía en Lima?
No fue fácil. Tomó tiempo, pero al final la conseguí. Son temperaturas de
¿Tiene en mente regresar a la selva?
¡Claro! Me gustaría profundizar en este trabajo, porque la temática es muy amplia e interesante. Hay gente que va a fotografiar la fauna, la flora. Yo no encontré mucha fauna exótica, preferí fotografiar personas, ahí encontré comunidades que se extinguen. En la selva no solo hay especies animales que están en peligro de extinción, también, es necesario decirlo, hay comunidades de personas en peligro de extinción, porque están adoptando patrones de vida que no corresponden al medio natural en el que viven desde siempre. Entonces, sí me gustaría regresar a la selva y continuar con este trabajo.
Cuando veía un personaje, una situación, ¿qué era lo que le llamaba la atención hasta el punto de decir "esto va a ser una buena fotografía"?
Yo soy un fotógrafo callejero, de luz natural. De repente estaba en un río y me dejaba atrapar por un paisaje o la forma de vida de los niños, o una mujer en short paseando con su bicicleta. ¡Es todo un universo visual! Yo podía disparar, disparar y disparar, y no cansarme. Daba un giro de 360 grados alrededor de mi propio eje y tenía 360 tomas para fotografiar. El Perú nos permite fotografiar y encontrar mil cosas. La selva es una de las mejores experiencias en mi vida, por su luz, por la calidad de sus paisajes y por la espontaneidad de la gente, cualidades que espero hayan quedado plasmadas en mis fotografías.
Cuéntenos alguna anécdota de sus tres años de vida en la selva...
Una mordedura de una serpiente jergón en la mano. Me tuvieron que evacuar. Estuve dos meses hospitalizado en estado de observación. Pero más allá de esto, las experiencias positivas superaron con creces esos momentos de dificultad.
¿Cómo ha sido la respuesta del público limeño a su trabajo?
Cuando llegué y dije que venía de la selva, me encontré con el chocante prejuicio de Lima. La gente pensaba que debía de tener bichos en el estómago y enfermedades por haberme acostado con 50 mujeres. Sin embargo, fue peor cuando mostré mi trabajo, porque sentí indiferencia. Sucede algo distinto con los extranjeros. Actualmente vendo mis fotografías en el parque Kennedy de Miraflores y los que las compran son ellos. Muy poca gente de Lima ha apreciado este trabajo. Ahí me di cuenta de que nosotros verdaderamente tenemos una baja autoestima colectiva. No sabemos valorarnos como el país diverso que somos. Pero no hay que darse por vencidos. Eso les recomendaría a los jóvenes fotógrafos que están comenzando. No darse por vencidos nunca.