Es nuestra santa, mejor dicho, es una intermediaria entre nosotros, seres de carne y hueso, y la divinidad inmaterial y juiciosa llamada Dios. Es santa, sacra, pura, libre de pecado y modelo a seguir, según norma la Iglesia Católica apostólica Romana.
Su integridad moral no está en debate. Se dice de ella, que fue una mujer íntegra, que se preocupaba por llevar amor a los olvidados, auxiliar a los desahuciados, socorrer a los angustiados, asistir a quienes estaban en el oculto lugar donde el sol no asoma sus cálidos rayos.
Pero, si nuestra santa limeña viviera entre nosotros, quizás el veredicto social sería poco halagador para nuestra señora. Su tendencia a realizar autoflagelaciones no pasaría desapercibido, las constantes comunicaciones con Dios podría arrojar signos de esquizofrenia y el declararse esposa de Jesús por petición del mismo, haría pensar en una persona con algunos desvaríos psicológicos.
LA ROSA CONVERTIDA EN MUJER
Llámese coincidencia, milagro o simple anécdota, pero narra Ricardo Palma en una de sus Tradiciones y lo acredita la rigurosidad histórica de Rubén Vargas Ugarte, que en el mismo huerto donde abrieron sus capullos las primeras rosas del Perú, nació el 20 de abril de 1586, Isabel Flores de Oliva, más tarde conocida como Santa Rosa de Lima.
La niña Isabel, era blanca como la inocencia, de cabellos rubios como los rayos del sol y bella como solo pueden serlo los seres impregnados de candidez. Hija de Gaspar de Flores y María de Oliva, era tan agraciada que un día, la india Mariana, encargada de cuidar a la infante, contemplándola en la cuna exclamó: "¡Qué linda es esta niña. Parece una rosa!". Acudió la madre y sin ocultar su orgullo dijo que bien merecía llamarse Rosa, aunque estuviera bautizada con el nombre de su abuela Isabel.
La única en no aceptar que se le llamara Rosa, fue ella misma; se rehusaba a aceptar este apelativo, considerando a su belleza física como una suerte no merecida, un atributo insignificante ante los ojos de Dios. Le repugnaban los elogios que recibía por su hermosura.
Un día, como de costumbre, Rosa acudió a confesarse, no soportó más la angustia que le producía que le llamasen Rosa en honor a su hermosura. Se lo manifestó a su confesor, quien le replicó: "Pues, hija, ¿no es vuestra alma como una rosa en que se recrea Jesucristo?". Rosa regresó a su casa y resueltamente manifestó: "De aquí en adelante no hay sino que llamarme Rosa de Santa María".
LA TORTURAS DE UNA SANTA
"Dulce Jesús de mi alma, vengan y vengan más dolores", así invocaba Santa Rosa de Lima, y Jesús la complacía, porque a sus voluntarias penitencias se sumaban sus dolorosas enfermedades y la desolación espiritual que manifestó muchas veces.
Santa Rosa de Lima, desde muy pequeña sintió el llamado de Dios, y consideró su hermosura, como un rasgo de vanidad que debía mitigar. Este sería el motivo para que cuando celebraran la hermosura de sus manos, las introdujera con ayuda de la india Mariana en cal viva, produciéndose inmediatamente quemaduras.
A estos castigos auto impuestos seguirían otros como el refregarse ají molido en los ojos, produciendo un enrojecimiento instantáneo y una incesante lluvia de lágrimas, para evitar que su madre la presentase en sociedad. Siempre escudada en la premisa de que su sufrimiento no era nada comparado con lo que Jesús hizo por nosotros, y que con su dolor aliviaba los pecados de la humanidad.
Se azotaba hasta perforar sus carnes. Desde sus tiernos 10 años ayunaba tres veces por semana a pan y agua. Dormía sobre una madera de tablas y su almohada era un duro leño; tomaba agua con hiel de carnero y sus comidas las sazonaba con hojas de granada, produciendo un alimento de amargo sabor, poco comestible. Se confeccionó una corona de plata con 99 púas, un crucifijo de madera con clavos de hierro y durante sus últimos años llevó puesto un cilicio día y noche.
No contenta con esto, se construyó un cuarto de meditación tan pequeño y con una puerta tan estrecha, que en una ocasión un sacerdote le manifestó: "Aquí solo pueden entrar tú y Jesús".
Las flagelaciones de Santa Rosa parecen los desquicios de una masoquista. Sin embargo, todas esta torturas, muy común en los religiosos de aquella época, eran avaladas por sus confesores, a quienes Rosa consultaba todo y a quienes obedecía sus recomendaciones sin increpación alguna.
LA ESPOSA DE JESÚS
Un día, cuenta Santa Rosa de Lima, Jesús le pido que fuera su esposa. Ella le respondió: "Tuya soy y tuya seré". Desde ese momento Rosa llamaría "esposo" a Jesús. Un hecho anecdótico es el narrado por la misma santa, quien entre tantas privaciones y torturas, tenía como único placer el cultivar flores, las cuales ponía dentro de una maceta en su jardín.
Una mañana encontró la maceta destrozada y las plantas de su interior despedazadas. Este incidente produjo en Santa Rosa una profunda tristeza, no pudo evitar llorar. Cuando las primeras lágrimas se precipitaban, una voz le dijo: "¿No soy yo la flor más preciada de tu corazón? ¿Por qué te afliges? Has de saber que yo mismo he sido la causa del destrozo".
LOS MILAGROS DE SANTA ROSA
Pero la vida de Santa Rosa de Lima no solo está plagada de padecimientos, sino también de milagros. Muchos son los que se le atribuyen, sin embargo son dos los que lideran su lista, y precisamente estos dos son cuestionados en la actualidad.
Examinemos el primer milagro. Se le conoce a Santa Rosa de Lima como la protectora de la ciudad de Lima y esto se atribuye al hecho de que en 1615, el pirata holandés Joris Spilbergen amenazó con capturar la capital del Virreinato, se esparció el rumor de que el corsario y sus hombres, quienes profesaban el calvinismo, destruirían los templos y profanarían el Sacramento del Altar.
Al oír Santa Rosa tan terrible amenaza, se dirigió a la iglesia de Santo Domingo y se recogió las mangas hasta los codos, recortó parte de sus hábitos y subió al altar para escudar la Eucaristía con su propio cuerpo.
Milagro o no, el pirata y sus hombres no desembarcaron nunca en puerto peruano. Este episodio de la historia peruana que fue tomado como un milagro de Santa Rosa de Lima durante mucho tiempo, tiene una explicación terrenal.
Según manifiesta el catedrático e historiador Arturo Gómez Alarcón, cuando Joris Spilbergen llegó a Lima, solo contaba con 300 hombres, la cuarta parte de su tripulación, debido a que en el Combate de Cerro Azul, Spilbergen perdió un barco y sus otras cinco embarcaciones quedaron maltrechas.
Cuando Spilbergen llegó al Callao y ordenó el desembarco, sus lanchas fueron bombardeadas por un cañón que protegía la ciudad de Lima. Todos estos inconvenientes desanimaron a Joris, quien siendo consciente de que no podría sostener una lucha contra el Virreinato del Perú con sus menguadas fuerzas, prefirió marcharse, como dicta la buena razón.
El segundo milagro de Santa Rosa de Lima, es la tormenta que se produjo el día de su muerte. Esta tormenta según ha manifestado el Servicio de Meteorología Nacional de Argentina, es un fenómeno natural que puede producirse en el hemisferio sur entre el 10 de agosto y el 20 de setiembre, debido a que el Polo Sur sigue aún muy frío mientras que el continente austral comienza el lento proceso de calentamiento.
Por este motivo, el hecho de que hubiese tormenta el día que murió Santa Rosa de Lima es una coincidencia con mucha probabilidad de repetirse. Se ha calculado que en los últimos 150 años, hubo 16 tormentas conocidas como la "Tormentas de Santa Rosa de Lima".
EL ÚLTIMO SUSPIRO
Rosa vivió en nuestro mundo y debió enrostrar a la muerte, falleciendo el 24 de agosto de 1617, a sus cortos 31 años. Figura como causa de su muerte una dolorosa y extraña enfermedad.
Se dicen en los libros de historia que tal era la multitud que quería conservar un recuerdo de la santa, que debieron cambiarla tres veces de vestido, a fin de evitar que quedase desnuda, pues las personas arrancaban trozos de su ropa para conservarlos, incluso hubo quien le corto un dedo del pie.
Posterior a su muerte, fue beatificada el 12 de marzo de 1668, por el Papa Clemente X y canonizada en Roma el 12 abril de 1671, convirtiéndose en la primera Santa del Nuevo Mundo.