Convertido en el lugar perfecto para disfrutar del sabor y cariño del norte chico, con unas jugosas naranjas y deliciosos tamalitos huaralinos, además del incomparable pato al ají como protagonistas, Huaral nos ofrece un sinnúmero de atractivos que nos permitirán relajarnos, respirar aire puro, realizar reconfortantes caminatas y disfrutar de una incomparable comida.
A menos de dos horas de nuestra capital, esta provincia limeña alberga un sinnúmero de pueblitos tranquilos conformado por casas señoriales con capillas e incontables rincones turísticos como antiguas haciendas, fincas, lomas, baños termales, museos y restos arqueológicos que le permitirán descansar y despertar con el cántico de bulliciosas aves.
Por ello, ni la altura haciendo mella en su estado físico, le impedirán disfrutar lo que esta parte de la sierra limeña nos ofrece. Así que después de haberse deleitado con los encantos de la ciudad huaralina, nada mejor que adentrarse hacia las alturas para descubrir miles de años de historia escritos por cada una de las piedras que conforman uno de los restos arqueológicos más importantes que alberga nuestra capital: Rúpac.
Conocida desde siempre como la 'Ciudad de Fuego', sus similitudes con algunas de las construcciones que forman parte de la única nueva maravilla del mundo que se encuentra en nuestro país, le han valido para hacerse del apelativo de 'Machu Picchu limeño'.
LLEGADA DE ALTURA
Aun cuando llegar a Huaral no requiera de ningún esfuerzo sobrehumano, arribar a Rúpac continúa siendo una tarea digna para quienes además de ganas, gusten de largas caminatas.
Ubicado a cerca de
El río Chancay es fiel testigo de nuestro recorrido y vamos dejando atrás numerosos manzanos y naranjos que se confunden con el verdor de los parajes que deleitan nuestros ojos, que por un momento nos hacen olvidar el vértigo que nos produce el zigzagueante camino.
Después de surcar piedras de diferentes tamaños por el camino sinuoso de cerca de
PUEBLO FANTASMA 'ACOGEDOR'
Enclavado en el cerro Mango, el Apu tutelar de los Atavillos, en San Salvador de Pampas le resultará imposible toparse con alguien. Es que a pesar de lo bien constituida de sus edificaciones, sus tradicionales casas de adobe con techos a dos aguas para resistir la inclemencia de las lluvias, lucen totalmente deshabitadas.
Pero, de todas esas edificaciones, la primera en llamar nuestra atención es su Iglesia. Pintada de un impecable blanco que la distingue de las demás construcciones de barro, todo parece indicar que este recinto religioso se levantó en pleno siglo XIX. Y así parece demostrarlo su centenaria campana, desde cuya ubicación se logra divisar el pueblo en su total magnitud.
Ya en Pampas, la escuela comunal de dos pisos se convierte en el lugar propicio para proteger a los visitantes del inclemente frío que en pleno invierno y, sobre todo, en las madrugadas se apodera de cada uno de los rincones de nuestros cuerpos.
Con las energías repuestas tras una reparadora noche de descanso, los primeros rayos solares son la señal esperada por quienes, como nosotros, emprenderán caminata rumbo a
ENCANTOS DE LOS ATAVILLOS
Parajes pintados exclusivamente de verde, con algunas flores preparadas para crecer a cerca de
Como por capricho de la naturaleza, un par de caídas de agua le imprimen un cariz distinto al estrecho sendero que todo visitante debe recorrer, el mismo que nos conduce hacia una de las pruebas vivientes de los orígenes del reino de los Atavillos que, según cuenta la historia, fue una expansión del imperio Huari - Tiahuanaco.
Luchando para que el cansancio no se apodere de nuestro cuerpo, la imponente imagen de Marka Kullpi salta nuestros ojos y desde la primera impresión sabemos que se trata de una monumental fortaleza, la que lejos de estar enclavada al borde de un cerro, encierra miles de años de historia de nuestro país.
Varios minutos cuesta arriba y después de divisar un pequeño cartel que nos da la bienvenida al 'Machu Picchu limeño', numerosas edificaciones de piedra no tardan en llamar nuestra atención.
Se trata de edificaciones o 'kullpis' de varios niveles, con entradas muy pequeñas y sistemas de ventilación, sus techos construidos de lajas de piedra se hicieron con tal precisión que no permiten el ingreso de la luz del sol ni de agua de las lluvias, técnica que ha sido vital para su conservación.
Algunas de las 'kullpis' llegan a medir
Un color que alguna vez, a decir de los historiadores, caracterizó a todo Rúpac, motivo por el que en las tardes con la puesta del sol, este se resplandecía como una llamarada. De ahí que su nombre, Rúpac, encuentre razón en la palabra aimara 'Lúpac', que significa 'llamarada roja' y que tras varios procesos llegó a nosotros como Rúpac.
Aunque se dice que esta fortaleza se usó con fines militares y religiosos, en tiempos posteriores llegó a convertirse en una especie de cementerio para la población indígena, que después de la llegada de los españoles se vieron obligados a enterrar a sus muertos a la usanza cristiana. Pero también existieron tambos, cuarteles, viviendas y templos.