11 de septiembre...

El 11 de septiembre de 2001, por doquier en el mundo del tercer milenio, todos nos dimos cuenta que el primer siglo del nuevo milenario no solo se parecería al anterior que hacía poco -en medio del júbilo y la algarabía- finalizaba, sino que, pareciéndose, prometía patéticamente ser incluso ser peor. Aquel día, el espacio aéreo de la primera potencia mundial era tomado por asalto. Y desde ahí, aviones de líneas aéreas comerciales, cual misiles, eran lanzados, con sus tripulaciones y pasajeros a bordo, sobre blancos estratégicamente escogidos. ¡El horror entonces se desató!

Boquiabiertos, presenciando en vivo y en directo una nueva versión del Armagedón, cientos de millones de telespectadores vieron aquella mañana, como desde las dos Torres Gemelas que componían el hasta entonces Centro Mundial del Comercio, seres tan humanos, como cualquiera de nosotros, preferían escoger la muerte saltando al vacio en lugar de perecer calcinados por las llamas que aquel día hubieran acabado de todos modos con sus vidas? y que poco después acabarían con la existencia de estos soberbios rascacielos que colapsando estrepitosamente se desplomarían.

Bajo los escombros, mucha sangre, dolor y lágrimas, quedaban pues sepultados los sueños del final de la historia. La gran promesa de la paz neoliberal no solo le era negada a la humanidad en los hechos, sino que en lugar de ello, a partir de ese momento uno  tras otro de los países en el mundo, ya sea directa o indirectamente, harían juego a la espiral de violencia que se desencadenó desde entonces. La historia no había terminado. Muy por el contrario, esta iniciaba un episodio trágico y vergonzoso, un triste intervalo... de consecuencias aun insospechadas.

Ocho años después de aquel día que enlutó a todo ser que desee realmente llamarse humano, mirando hacia atrás vemos que muchos acontecimientos que se sucedieron y concatenaron a lo largo del tiempo transcurrido desde entonces, permiten decir que este evento de talla universal -muy a pesar de lo que muchos al contrario deseaban- sumió a la humanidad en un estado de reciproca desconfianza y animosidad... Un estadio emocional, como piensan muchos en silencio sin admitirlo abiertamente, que no permite avizorar escenarios ineluctables de paz como antaño se preveían.

El mundo no sería pues un mundo sin problemas... Tomar conciencia de ello resulta una tarea perentoria. Una obligación... si lo que se quiere es sentar los cimientos de una sociedad con verdadero porvenir. Un escenario, en el que, librando una batalla frontal contra la pobreza secular, la marginación y el temor u odio a lo diferente, como seres humanos que nos reclamamos, seamos capaces de procesar nuestras contradicciones y resolver nuestros conflictos en la única forma que se puede construir un mundo que se desea de verdadero futuro: Respetando sobre todo la vida humana.