DEMOCRACIA Y PARLAMENTO...

Si una de las caras de la moneda de nuestra aun incipiente democracia es el bajo nivel de la performance del conjunto de los padres de la patria que día a día nos sorprenden con nuevos desatinos que rápidamente se transforman en escándalos públicos, la otra cara es, que duda puede caber, el bajo nivel en términos institucionales de las llamadas organizaciones políticas. El Congreso de la República es en nuestro país para tirios y troyanos, excepto para los cínicos, el reflejo de lo que son nuestros muy venidos a menos partidos políticos.

Constituidas hoy, en muchos de sus casos, en espacios en los que se hace tabla raza de los mecanismos institucionales de democracia interna que deberían prevalecer en su seno, nuestras organizaciones políticas se han convertido, ante el estupor y la mirada desesperada de un país expectante, en un obstáculo de envergadura para quienes desean implementar las necesarias y, por ende, tan esperadas reformas que exige para si el Congreso de la República... que de ejecutarse, como deberían haberlo sido, vitalizarían nuestro mal venido sistema democrático.

No nos engañemos... para nadie es un secreto que si la Constitución y la Ley 28094 -más allá de las limitaciones del alcance de la norma específica-, no imponen su lógica en el seno de estas organizaciones a fin de que estas traduzcan cotidianamente en el campo de los hechos lo que significa vivir en democracia, dando muestras de transparencia en el origen de los gastos en los que se incurren, todas las reformas que finalmente se implementen en aras de dinamizar el andar de nuestro parlamento, constituirán soluciones epidérmicas para un problema que exige soluciones profundas.

Ya que hoy de lo que se trata es de fortalecer al primer poder del Estado, a nuestro tan venido a menos Congreso de la República, el verdadero pilar de nuestro sistema democrático. El escenario en el que se discute frente al pueblo en torno a los linderos normativos que deben permitir al país encontrar y finalmente diseñar las soluciones que sus problemas exigen... pero que hoy, para desgracia, se ha transformado, no solo en un organismo altamente burocratizado, sino también en un lugar en el que interés de grupo prevalece desplazando de la preeminencia al interés general.

Por lo tanto, no les queda otro camino a quienes detentan la representación y el poder congresal en nuestros días, que catalizar un proceso que, abordando el diseño de medidas de reforma de elección para sí, permita el fortalecimiento de las instituciones políticas, a fin de que desde el seno de estas emerjan liderazgos nuevos y, por ende, refrescantes, que revitalicen al primer poder del Estado... rompiendo así con esa lógica perversa de control de las cúpulas partidarias que daño no solo le hacen a los partidos políticos, sino también al parlamento y, sobre todo, a nuestra democracia.