DOE RUN: ¿PROBLEMA SOCIAL O POLÍTICO?

¿Qué está sucediendo en el país? Hace poco en La Oroya, desde una manifestación de trabajadores de la empresa minera Doe Run, reunidos a fin de exigir medidas de reflotamiento al gobierno central para su mal venida empresa, pedradas arteras lanzadas desde en medio de esta destrozaron el cráneo de un miembro de la Policía Nacional y acabaron con la vida de un peruano como cualquiera de nosotros... y dejaron muy mal heridos a otros de sus compañeros. La violencia continúa y, hasta donde se sabe, los mineros rabiosamente manifestaron sin tapujo alguno que no cederían un centímetro en lo que ellos consideraban sus justas reivindicaciones.

Como se ve pues, tal como nos muestra este triste acontecimiento, la violencia no solo no cesa en nuestro país... muy por el contrario, se acentúa y, por doquier, acicateada por el menor estímulo, se desborda ante los ojos sorprendidos del ciudadano de a pie que no entiende lo que viene sucediendo en nuestra patria. Las pruebas sobran. Sin ir muy lejos, basta tan solo voltear la mirada hacia atrás para ver que esta no es más que la repetición de la dinámica de otros conflictos que alcanzaron niveles de intensa violencia como este. El tristemente célebre moqueguazo, los constantes y paralizantes bloqueos de carreteras, la emboscada del bosque de Pomac, son unos de los tantos que podemos nombrar como aciagos ejemplos.

Pues al igual que en los otros casos, en este conflicto, aduciéndose una problemática económica y social, lo mismo que sempiternas reivindicaciones de poblaciones que han sufrido sin duda lo indecible debido al deterioro de su medio ambiente y naturaleza, lo que se hace es agudizar al extremo las contradicciones y exacerbar por ende el conflicto, a fin de obtener ventajas económicas y financieras para unos y los consabidos réditos políticos para otros. Ya que lo que viene sucediendo en esta parte del país, tal como lo que aconteció en otras en su momento, no es nada más y nada menos, en gran medida, que la consecuencia de una proterva intencionalidad propia de aquellos que analizan sesgadamente los hechos.

Otro no puede ser el calificativo del dudoso comportamiento de una transnacional, la Doe Run, que quiere protervamente, después de haberse beneficiado con el maná proveniente del espectacular boom del precio de los metales, que el Estado peruano se haga cargo finalmente de las responsabilidades que tiene por obligación hoy que asumir. Otro, tampoco, puede ser el adjetivo para la forma de actuar de aquellos que en nombre de los principios que animan, sin duda, al genuino sindicalismo, pretenden, a costa del país, potenciar irresponsablemente su alicaído posicionamiento en el espectro político nacional. Ni uno ni el otro pues puede esgrimir la razón y el derecho de su parte en esta situación.

Hasta cuándo el país tiene que soportar este tipo de situaciones mal construidas que no hacen más que distorsionar la visión clara que la ciudadanía debe tener en torno a los acuciantes problemas de naturaleza económica y social que exigen, hoy más que nunca, qué duda cabe, imperiosa y rápida solución. ¿Hasta cuándo?... El gobierno está en la obligación de dar por fin muestras de lo que significa tener oficio en el manejo de este tipo de situaciones, traduciendo políticamente el actuar de cada uno de los actores y manejando como se debe los tiempos... Vale decir, haciendo todo lo contrario de lo que ha venido practicando en casos como los de La Oroya que tanto daño le hacen al país.