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REVISTA

LOS SICARIOS

Protagonistas de la muerte
El sonado caso de la prisión efectiva de Eva Bracamonte Fefer y Liliana Castro Manarelli nos presenta nuevamente al sicario como una nueva forma de conseguir dinero fácil. No es tan sencillo como ser delincuente, pero desde hace un tiempo, los asesinos a sueldo se extienden a sangre fría por nuestro país.
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LOS SICARIOS

Ser sicario se asocia a las grandes mafias internacionales y nos remite a las conocidas organizaciones napolitanas o sicilianas que la película El Padrino de Francis Ford Coppola recrea con lujo de detalles en tres episodios.

También ubicamos a estos “trabajadores” de la muerte dentro del mundo del narcotráfico bajo el rótulo que los insta a rendir fidelidad: “Este es un trabajo sucio para gente limpia”. De allí que la gente suele decir que cuando uno entra al mundo de la mafia ya no tiene salida.

Ahora, estas facciones también las podemos ubicar en la prostitución clandestina puesto que la figura del “caficho” es recurrente en las céntricas calles de las ciudades y hasta se conoce que llegan a poner sus sellos en la piel de la mujer como señal de propiedad. Tratar de rescatar una mujer de ese submundo puede costarle la vida a cualquier parroquiano.

Igualmente, la política no es ajena a incluir a sicarios para silenciar o cumplir objetivos inmediatos. Felizmente para este análisis tenemos al fujimontesinismo como reciente suceso y desde allí nos podemos hacer una clara idea de cómo puede funcionar la tortura y la muerte cuando algún integrante decide abandonar una organización mafiosa.

Sin duda, la evidencia más sintomática de los sicarios en el Perú está relacionada a la venta y el consumo de droga. Hay numerosos casos en Lima sobre muertes sin culpables.

Teniendo en cuenta la gran producción de hoja de coca en la selva peruana no cabe duda que la figura del sicario se ha extendido en todos los niveles, mucho más cuando las leyes son muy flexibles para aquellos que consideran a la cárcel como una suerte de gaje del oficio.

Así entendemos cómo los colombianos emigran hacia nuestro país debido a las duras sanciones que existen en la tierra de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y del fenecido Pablo Escobar.

El narcotráfico y sus tentáculos tienen muy bien planificadas estas líneas de acción. En este rubro, ser sicario es muy rentable pues no hay nada más placentero para un narco que aniquilar a uno que tiene información confidencial o que simplemente “jugó sucio” con dinero ajeno.

Los sicarios son personajes fríos que se venden al mejor postor siempre y cuando el cliente pague rápido y ofrezca las garantías del caso. Normalmente, son de sexo masculino y suelen viajar mucho para encubrirse. Con sus silencian para siempre a urgentes testigos y entrampan juicios como lo que pasó con el llantero asesinado en Cajamarca en el caso de la folclórica Abencia Meza.

Los sicarios también sonaron mucho en el juicio que se le siguió al fundador de Aerocontinente, Fernando Zevallos, hoy recluido en prisión. Ni qué decir de Mariela Barreto asesinada por el Grupo Colina, y Leonor La Rosa, torturada y vejada por la misma organización de Vladimiro Montesinos.

Me pongo en la mentalidad de un sicario común y corriente. No puede ser tan sencillo eliminar a una persona. Hacerlo deja traumas aunque el pago sea con miles de dólares.

Quizá la mejor manera de esquivar estos males sea el uso de drogas, por eso, muchos sicarios son consumidores de estupefacientes como el caso de Hugo Trujillo Ospina, el colombiano sindicado como el asesino de Miriam Fefer.

Muchas veces los sicarios nunca son ubicados, por ejemplo, nunca se supo la verdad del sicario que mató al sacerdote nicaragüense Arnulfo Romero, o la repentina muerte de Chico Mendes en la selva de Brasil.

Lo que sí es sintomático es que ser sicario en el Perú se ha convertido en el nuevo recurso del hampa. Las noticias ya nos tienen acostumbrados a muertos en descampados o zonas recónditas. Se sabe que un grupo de colombianos opera en nuestras calles de Lima. En la selva también es muy común esta modalidad de asesinato por encargo.

En otros países la figura del sicario ya tiene ribetes de profesionalismo. Hay sujetos que planifican con sigilo sus objetivos y reciben fuertes sumas de dinero y son expertos en el camuflaje y la lealtad.

No necesitan drogas y son muy refinados. Aquí todavía la opción pasa por salir del momento y ganarse unos dólares más para salir un rato de la pobreza. Hasta existen asesinos que se prestan para aniquilar a deudores.

El precio de matar se inserta en la sociedad que el capitalismo salvaje y la ola neoliberal han diseñado desde inicios de los años noventa del siglo pasado. La extremada violencia que se consume en todos los medios de comunicación conlleva a que algunos opten por este recurso que te envuelve en la frialdad y la dureza.

Felizmente aún nuestra juventud no llega a los extremos que los países centroamericanos y norteamericanos. Allá el uso de armas es como comer pan con mantequilla y en estas condiciones cualquier adolescente o joven sin futuro puede convertirse en un potencial sicario.

Más datos

La evidencia más sintomática de los sicarios en el Perú está relacionada a la venta y el consumo de droga.
En la selva también es muy común esta modalidad de asesinato por encargo.

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