Con la idea de que nos esperaba bastante trabajo, pero con muchas ganas, partimos de Lima a las cinco de la tarde rumbo a Puno. Llegamos 24 horas después y nos estaba esperando Eugenio de I.S.A.I.A.S. con quien coordinaríamos la muestra en el Club La Unión.
El montaje lo hicimos temprano y todo estuvo listo en unas tres horas. La afluencia del público no era mucha así que megáfono y volantes en mano salimos a buscar a la gente nos fuimos por los parques, por las tiendas, colegios e institutos explicando de qué trataba la muestra.
Generalmente los estudiantes era los más dispuestos a ver la muestra, iban en grupo y jalaban a sus amigos. Cuando regresé al Club Unión a ver los resultados de nuestra publicidad, lo vi casi lleno, gente preguntando, dialogando y recordando.
Al día siguiente con una compañera con soroche y algo de frío, partimos para Sicuani en un viaje de cinco horas. En el lugar nos esperaba Ethel, a quien conocimos en Puno, una persona con muchos ánimos de que las cosa salgan bien y gracias a su gestión consiguió que el museo se montara en la plaza central de Sicuani, para nosotros el sitio ideal por la cantidad de personas que irían.
Por la mañana vimos las carpas azules que juntas hacían una especie de túnel, ese seria el espacio para el museo. Con muchas personas ayudando a terminar de instalar se abrió la muestra a medio día aproximadamente, y pasó lo que estábamos esperando: mucha gente y muchas preguntas.
Se inició una dinámica que no habíamos hecho antes. Empezamos a guiar a las visitas, colegios, muchos alumnos de secundaria que nos preguntaban sobre los derechos humanos, el porqué de nuestra presencia en el lugar, el por qué del museo itinerante. Recuerdo que un joven me preguntó cuántos años tenía cuando todas estas imágenes ocurrieron...
Me quedé callado por unos segundos...recordé y les conté que una madrugada cuando tenia 10 años escuché una bomba y ráfagas de metralleta. Sendero Luminoso había puesto una bomba a la villa militar que está en Pueblo Libre (yo vivo a dos cuadras), la sensación de nerviosismo y confusión volvían a estar presentes y la importancia de hacer este tipo de actividades la sentía con más fuerza.
Estas actividades no son un recordar para martirizarnos y lamentarnos, sino para entender que tenemos la responsabilidad de construir una sociedad más justa donde el respeto por la vida sea lo más importante.
Partimos de Sicuani, cargados de mucha energía rumbo a Cusco. Cuatro horas después estábamos en al Plaza Central de Cusco, revisando el espacio donde se iba a montar el museo. Una vez más en el sitio perfecto.
Sin embargo, en uno de los portales que están alrededor de la plaza no podíamos pegar ni clavar nada así que nos ingeniamos para tensar una especie de cordel para que de ahí cuelguen los trabajos. El esfuerzo funcionó.
Fue uno de los montajes que más tiempo tomó, pero cuando levantaba mi cabeza siempre veía mis compañeros haciendo algo; la gente miraba y empezaba a preguntar. Precisamente un joven que pasaba por ahí con su guitarra vio las obras y se puso a tocar. Dijo que era su manera de aportar.
Lamentablemente tuvimos que desmontar el museo por la noche para volverlo a montar por la mañana. Quisimos buscar una solución para no tener que hacerlo una segunda noche, pero fue en vano. Con alicates y herramientas desmontamos todo en la noche para levantarlo una vez màs por la mañana.
Así fue este tour por Puno, Sicuani y Cuzco. Muchas historias y sensaciones se quedan en cada uno de los integrantes que fueron del museo, así es la memoria. Sinceramente me siento muy satisfecho por el trabajo que hicimos. Creo que varios de los objetivos que se plantearon al inicio del proyecto creo se cumplieron y también siento que nuevos retos o ideas se nos plantearon en este viaje. Pero lo más importante es que seguiremos trabajando para que estas ideas se concreten.
Por Orestes Bermúdez
Miembro del colectivo museo itinerante arte por la memoria, del colectivo Ambre y estudiante de la Escuela de Bellas artes del Perú