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ANOREXIA Y BULIMIA

Feroces compañeras
He pasado horas escuchando y viendo testimonios desgarradores de víctimas de anorexia y bulimia, tratando de evadir la sensación de asco y tristeza que me han producido. Los trastornos alimenticios esclavizan el cuerpo, la mente y el instinto natural por la vida. En el Perú los casos han aumentado en un veinte por ciento este año y las cifras amenazan con seguir avanzando.
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ANOREXIA Y BULIMIA

Ana y Mía

Frente a una pantalla en blanco todo parece posible, encontrar letras y palabras que expliquen una enfermedad que alcanza límites insospechados de angustia, y a veces, de agonía. Sin embargo, no es tan sencillo internarse en el mundo de Ana y Mía, ¿quiénes son? La anorexia y la bulimia, son los livianos nombres que las adolescentes víctimas de ellas eligieron para llamarlas.

Puede resultar difícil de aceptar que estas patologías alimentarías se hayan convertido en un idioma casi universal en los últimos veinte años. La edad de mujeres que sufren de ellas ha descendido a los 12 años, teniendo casos extremos de niñas de ocho o nueve en nuestro país. Datos que no hacen más que confirmar que el problema es más complejo de lo que creemos.

La anorexia o “Ana” es básicamente la paulatina y voluntaria inanición de alimentos, como en un ritual perverso e inconsciente la anoréxica decide no ingerir más. Escogiendo cuidadosamente su dieta erradica por completo aquellos alimentos con alto contenido calórico, para dar paso a los líquidos, sin azúcar por supuesto, y los escasos productos que no impliquen un riesgo para su lograr su objetivo.

¿Cuál es ese objetivo? ¿Cuál es la meta? Bajar de peso, borrar esa imagen corporal que le dice que ya creció, que es una mujer... Toda su energía gira en torno a la comida, pero no a la sustancia que está inmersa en el acto de comer, sino en la presión, que según ellas, este acto infiere.

Se desprenden entonces diversas teorías que intentan encontrar el secreto de la enfermedad, el inicio del trastorno alimenticio. Nadie tiene esa respuesta, nadie llega a explicar a ciencia cierta cuál es el meollo de una anoréxica o bulímica. Importa  demasiado descubrirlo cuando tienes chicas de un metro sesenta pesando 40 kilos. Tal vez comprendiendo la raíz exacta podremos liberar a cientos de chicas presas de esta pesadilla.

La bulimia o “Mía” es el trastorno que produce una ingesta exagerada de alimentos, llamada “atracón”, para después vomitar absolutamente todo lo comido. Es una dinámica que flagela el cuerpo, destruye la ilusión por todo y convierte a la bulímica en una persona incapaz del disfrute. Son enfermedades que revelan una autoestima baja, casi inexistente, y empoderan el excesivo miedo a vivir.

Prefiero no mirarme

En esa frase se podría resumir un primer alcance sobre lo que siente una persona con patologías alimentarías. No mirarse para no enfrentar ese cuerpo que la tiene encapsulada en una imagen que no desea. El cuerpo de una anoréxica o bulímica se convierte en un lienzo vacío, silente, sin expresiones definidas. 

No mirarse pero a la vez obsesionarse con el espejo, con la balanza, medir cada día y a cada hora su cintura, muslos, busto, calcular metódicamente las calorías y no permitirse un error, un desliz. La capacidad para articular el entorno de modo que todo gire alrededor de la enfermedad es increíble.

Me pregunto en este punto de la reflexión, ¿será la comida la verdadera causa del problema? o el trastorno mental es el que busca una excusa, un pretexto en la comida para manifestarse. Leyendo diferente información terminé en un blog Pro-Ana y Pro-Mía, un espacio en internet cuya naturaleza es incentivar a las jóvenes a seguir un estilo de vida con anorexia y bulimia.

Parece una locura, pero existe, es real. Hoy en día tenemos que aceptar que estas patologías se están convirtiendo en modas, en juegos aparentemente inofensivos que atrapan a niñas de todo estrato social. Ya no es un tema de modelos y bailarinas solamente. La obsesión por la imagen corporal es un virus que todos podríamos tener.

En este blog pude leer cómo decenas de jóvenes entre 13 y 25 años pedían ayuda a otras para alcanzar sus “metas”, es decir, sus objetivos de perdida de peso. Primero el desafío es bajar a 50 kilos, después 40 y cuando se llega a ese punto, lo que viene es una caída directo al hospital producto de la baja en potasio, anemia extrema, agotamiento, debilidad, deshidratación, arritmias...

Descubrí un inframundo plagado de fantasías absurdas con princesas de cristal, frágiles, livianas, moribundas y deprimidas. Un lugar habitado virtualmente por niñas angustiadas y con una soledad que me perforó el alma. Evocando a Ana y Mía como fieles amigas, como compañeras feroces. Estableciendo una peligrosa identidad a partir del trastorno, “Yo soy Mía hace cuatro años y me encanta, Tu eres Ana pero te falta bajar más”, frases como estas atiborran el site.

Pude ver fotografías de cuerpos, con el rostro oculto, compitiendo en una carrera mortal por la cintura más pequeña o por la cantidad de huesos que se notan. Una piel sin color que escasamente cubre las costillas, o la sequedad de busto, piernas, brazos y glúteos. Este es el reino de las princesas Ana y Mía, un reinado de dolor y de irrazonable aislamiento.

Delgadez sinónimo de éxito

Quién no ha sucumbido ante la tentación de mirarse de reojo al caminar frente a un espejo o vitrina, quién podría asegurar que está libre de la pretensión, de la vanidad, por más pequeña que esta sea. Nadie creo, nadie puede negarse a la posibilidad de querer verse bien. Entonces cómo puede convertirse esa inocente vanidad en una patología.

Será realmente la vanidad la raíz del tema, la imagen que proyecta la moda y los medios de comunicación son tan poderosos. Si fuera así me pregunto qué rol cumple la familia en esta predisposición hacia la anorexia y la bulimia. De qué familias provienen las niñas o jóvenes con estos trastornos alimenticios. Se podría establecer algún patrón. Quizás no, pero si algo he podido observar es que la soledad es un elemento clave en estas enfermedades.

No una soledad física, sino emocional. Y en esto se parece a una adicción. Un adicto a las drogas empieza a usarlas de manera voluntaria, controlada, decidido a probarlas, con el tiempo la necesidad de reproducir aquellas sensaciones placenteras se hacen más urgentes y frecuentes. Las personas con menos ansiedad por ellas y más estímulos externos logran superar la adicción.

Los que no encuentran qué más hacer o dónde encontrar la evasión que las drogas les proporcionan continúan consumiéndolas, con las patologías alimentarías ocurre lo mismo. La abstracción que la enfermedad produce es hasta cierto punto estimulante, le da un sentido a sus vidas. Experimentando un juego de poder al controlar el peso sienten un placer diferente, una autonomía en la que nadie interviene, nadie opina.

Es por eso que la mentira se vuelve una compañera también, engañan y tapan sus dietas y restricciones a la hora de comer.  Al inicio nada es evidente, es la enfermedad de las sombras, sin rastros o huellas van castigando a su cuerpo. Lo someten y acostumbran a sentir hambre, no lo escuchan cuando pide, cuando exige. Después el cuerpo se calla, y empieza a perderse en una balanza que cada vez marca menos kilos.

La bulimia se puede esconder más tiempo ya que la pérdida de peso no es evidente, hasta que debido a los atracones constantes y vómitos se deteriora el organismo internamente. El maltrato hacia el propio cuerpo es feroz, además si sumamos al cuadro el descontrol emocional y la profunda depresión que sienten, tenemos a una persona que existe reflejando una imagen turbia de si misma.

Ámate, cuídate...

En el Perú la situación no es diferente a la de otros países, es decir, la tendencia es a que los casos de anorexia y bulimia vayan en vertiginoso aumento. El Instituto Nacional de Salud Mental Honorio Delgado Hideyo Noguchi del Ministerio de Salud, reveló que las atenciones a adolescentes entre 13 y 17 años por anorexia y bulimia se han incrementado en un 20% en comparación al 2008.

Alarmante cifra si consideramos que en los últimos diez años la cantidad reportada de casos se ha elevado ocho veces. Teniendo por cada 8 ó 10 mujeres, un hombre que sufre de vigorexia, desequilibrio que hace que los afectados se vean esqueléticos a pesar de tener un cuerpo normal.

Realidad que nos obliga a estar más atentos y pendientes de los síntomas iniciales en los adolescentes y niños. Los primeros indicios serían: Excesiva atención a su imagen corporal, pavor a engordar, esconder los alimentos, ir constantemente al baño después de comer, ejercitarse con mucha frecuencia, pesarse varias veces a la semana, cambios de ánimos, entre otras.

ABINT, es una Clínica especializada en trastornos alimenticios, que cuenta con 20 años de experiencia en el tratamiento de patologías alimentarías, sus programas de rehabilitación son difundidos y ampliamente reconocidos por la Academia Americana de Patología Alimentaria de Estados Unidos y el Consejo Europeo de Patología. Y desde el 2005 están en el Perú.

Brindan un sistema de apoyo integral al paciente de anorexia o bulimia mediante tratamientos que buscan, primero, reordenar el consumo de alimentos. Nada se puede hacer si no se activa la ingesta de nutrientes, ya que el cerebro necesita de ellos para restablecer sus funciones cognitivas y sobre todo, la capacidad de atención que se ha perdido.

Al lograr que el anoréxico o bulímico consuman más cantidad de alimento sin eliminarlo la sensación de tristeza lentamente va cediendo, acompañado de terapias de grupo y un soporte multidisciplinario conformado por siquiatras, sicólogos, nutricionistas y médicos que supervisarán el avance y la mejoría.

La presencia de los padres es fundamental para que el tratamiento funcione. La paciencia, fortaleza y afecto son determinantes para el éxito del proceso, no se puede hablar de curación antes de cuatro años de evolución. Las recaídas son parte, muchas veces, del camino de la recuperación. Llegar al límite de la delgadez supone un triunfo en este universo enfermo, es por ello que modificar ese mensaje toma mucho tiempo.

Cualquier comportamiento extraño relacionado con la alimentación esconde un trasfondo mental, no necesariamente asociado a la comida. No olvidemos que la anorexia y la bulimia tienen más que ver con la capacidad de aceptar crecer y la responsabilidad con la vida. El miedo, secretamente escondido entre vómitos y mentiras, es a no querer crecer, ser una niña protegida para siempre.

Encerrarse en una burbuja de cristal no solo es irreal, sino peligroso. Los cristales son hermosos, pero frágiles. Las burbujas son divertidas, pero efímeras. Evitemos que nuestras hijas, sobrinas, o hermanas estén hechas de cristal. Aceptémonos como somos, amémonos tal cual, evitemos las comparaciones que muchas veces son la sutil siembra de estos horrores de la mente.

Sitios de Interés

Blog de ayuda de Vanesa Robbiano http://abmenos.blogspot.com/
ABINT http://www.abintperu.com/

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