NO AL ARMAMENTISMO

¿Tanques o alimentos?... He ahí el dilema en el que se encuentra sumido nuestro continente latinoamericano. No hay mes, semana y, a veces, hasta días, en los que los noticieros de radio y televisión, al igual que las portadas y páginas principales de los medios escritos de comunicación, informen, cayendo desgraciadamente no pocas veces en el puro sensacionalismo, sobre la carrera armamentista que embarga a muchos países de la región. Tal país adquiere decenas de tanques; otro, varias decenas de aviones; otro, piezas de recambio, en fin... se anuncia a los cuatro vientos.

Y no solo eso, se comenta ya, de más en más en altas esferas a nivel internacional, de que nuestra región, que hasta ahora se ha mantenido al margen de la carrera armamentista que incluye la utilización de la energía nuclear para fines militares, estaría por dejar de detentar la suerte de estatus de “Oasis Antinuclear” en el planeta. Ya que dos países en su seno, Venezuela y Brasil, por diferentes razones, aunque correlacionadas, cada uno de ellos, estarían contemplando la adquisición de la Bomba Atómica... Atizando así esta competencia cainita entre países hermanos de la región.

El escenario pues se torna complejo y, por qué no decir, hasta dantesco. Pues, en medio de un enrarecido clima social y político, exacerbado por la enorme presión que ejercen las consecuencias de la crisis global que flagela al mundo desde mediados de 2008, más de un país de la región no encuentra mejor forma para canalizar mucho de los siempre escasos recursos a su disposición que no sea adquirir armas de diverso tipo en aras de protegerse de un vecino que comparte con él, en diferente grado sin duda, los mismos problemas de índole económico, social y político.

América Latina pues vive en su mundo, en un mundo al revés... Pues, en lugar de consagrar los limitados recursos económicos y financieros con los que se cuenta a la solución del acuciante problema que significa la pobreza que más de uno anuncia creciente en los tiempos por venir, algunos de sus países direccionan irracionalmente estos hacia los dominios de una forma sesgada de entender lo que es la defensa nacional, adicionando así un problema más, el inoportuno y protervo armamentismo, a todos los demás problemas que agobian hasta el límite de lo tolerable a sus sociedades.

No caer en el juego de la carrera armamentista hoy debe constituir la consigna de todos aquellos que le negamos pertinencia a la compra de armas como eje de solución a los problemas que como países vecinos compartimos. La pobreza que golpea a vastos sectores en nuestro continente exige latitud y clarividencia de parte de nuestros líderes a fin de coadyuvar al reforzamiento de los lazos comerciales, sociales y políticos entre pueblos hermanos. Única vía que permite establecer los pilares de un continente que ve en la integración la solución a sus problemas.