MARIPOSAS MIRABAL
El 25 de noviembre de 1960 Minerva, Patria y María Teresa Mirabal fueron salvajemente asesinadas a pedido del dictador Rafael Leónidas Trujillo (1930 – 1961), en República Dominicana. Este día de dolor para el pueblo caribeño fue el inicio del fin de un feroz régimen plagado de injusticias, chantajes, violaciones de derechos humanos y maltrato, particularmente, a la mujer.
Los frecuentes encarcelamientos, la presión y el terror que el dictador ejercía sobre ellas, se dice por el desplante que Minerva le hiciera en una fiesta producto del constante acoso sexual de Rafael Leónidas Trujillo, no bastaron para doblegar la energía y fortaleza de estas hermanas.
Organizaron reuniones de debate político en casa con la única intención de arrancar un proceso que derroque la dictadura, con el Movimiento 14 de Junio, esperaban encontrar la liberación del pueblo de República Dominicana.
La hostilidad no tardó en llegar, su padre fue encarcelado y luego sus esposos, obligándolas a trasladarse a prisión a visitarlos, en ese momento fue cuando ellas conocieron, por información secreta, que Rafael Leónidas Trujillo planificaba asesinarlas. Demasiado tarde llegó el aviso, al salir de la cárcel, aquel funesto 25 de noviembre, fueron interceptadas por el Servicio Militar de Inteligencia, y atacadas hasta encontrar la muerte entre los golpes.
Aquí, el escalofriante relato de uno de los asesinos, Ciriaco de la Rosa: "Después de apresarlas, las condujimos al sitio cerca del abismo, donde ordené a Rojas Lora que cogiera palos y se llevara a una de las muchachas. Cumplió la orden en el acto y se llevó a una de ellas, la de las trenzas largas (María Teresa). Alfonso Cruz Valerio eligió a la más alta (Minerva), yo elegí a la más bajita y gordita (Patria) y Malleta, al chofer, Rufino de La Cruz. Ordené a cada uno que se internara en un cañaveral a orillas de la carretera, separadas todas para que las víctimas no presenciaran la ejecución de cada una de ellas. Ordené a Pérez Terrero que permaneciera en la carretera a ver si se acercaba algún vehículo o alguien que pudiera enterarse del caso. Esa es la verdad del caso. Yo no quiero engañar a la justicia ni al pueblo. Traté de evitar el desastre, pero no pude, porque de lo contrario, nos hubieran liquidado a todos".
Fue en el I Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, en 1981, que se dio inicio a la conmemoración, a pedido de las representantes de República Dominicana, quienes esperaban con esta designación recordar el testimonio de lucha y valor de las hermanas Mirabal, y así rescatar del olvido cada año el sufrimiento de tantas mujeres.
LA VIOLENCIA EN CIFRAS
“Lo más grave es que la violencia contra las mujeres y las niñas persiste sin disminución en todos los continentes, todos los países y todas las culturas, con efectos devastadores en la vida de las mujeres, sus familias y toda la sociedad. La mayor parte de las sociedades prohíben esa violencia, pero en la realidad frecuentemente se encubre o se tolera tácitamente”. Ban Ki-moon, Secretario General de las Naciones Unidas
Lo terrible del problema social que implica la violencia contra la mujer es que existe en cualquier circunstancia. En guerra hay violencia, en tiempo de paz hay violencia, en cualquier ámbito socio económico se da la violencia, no hay espacio de tiempo o lugar que no germine esta violencia. Se ha comprobado mediante numerosos estudios que la casa es el escenario más común y peligroso para las víctimas.
Su universo seguro, de confianza, se convierte en una atmósfera agresiva y dañina, en donde cualquier estallido o palabra pueden terminar en una paliza. Según la Organización de las Naciones Unidas una de cada tres mujeres en el mundo ha sufrido algún tipo de violencia sexual u otro tipo de abuso, generalmente producido por un familiar o amigo cercano. Es devastador descubrir que la violencia contra la mujer ha llegado a ser socialmente tolerable.
Pero qué impulsos son los que permiten tanto ensañamiento, qué motiva esa imperiosa necesidad de lastimar o herir. La violencia contra la mujer está clasificada en cuatro ámbitos, violencia física, psicológica, sexual y de privación o chantaje económico.
Violencia física es cualquier ataque aunque parezca leve e inocente, desde una bofetada hasta una estrangulación que podría derivar en un feminicidio. Marcela Lagarde, teórica feminista, antropóloga y diputada mexicana, ha investigado a profundidad las muertes de las mujeres en Ciudad Juárez, logrando conceptuar el término: “El feminicidio es el genocidio contra las mujeres y sucede cuando las condiciones históricas generan prácticas sociales que permiten atentados contra la integridad, salud, las libertades, y la vida de las mujeres”
Más del 57 por ciento de víctimas de feminicidio padeció extrema violencia física antes de su muerte, siendo así inhabilitadas y sometidas a causa del dolor. En lo que va del año en nuestro país 116 mujeres han sido asesinadas por sus parejas y 45 han sobrevivido a la tentativa de feminicidio, según cifras proporcionadas por el Ministerio de la Mujer y Desarrollo, Mimdes.
Las regiones con mayor número de casos de mujeres asesinadas son Lima, Callao, Junín, Puno, Ayacucho, Arequipa y Ancash; y en la capital los distritos con mayor incidencia son Comas, Ate, Los Olivos y San Martín de Porres. Las razones que los asesinos aducen para matarlas son celos, supuesta infidelidad de la víctima o su decisión a iniciar otra relación.
Otro tipo de violencia es la sexual, posiblemente la más perversa, porque la humillación y dominación del violador buscan anular la voluntad de la víctima, vulnerando el resquicio más intimo de su integridad. El cuerpo de la mujer violada se transforma en el terreno de la frustración y vileza de su atacante. Al controlar por la fuerza un cuerpo, pretende enarbolar una supremacía inexistente. Una autoridad despiadada.
Durante el 2008 el Ministerio Público registró 6,932 denuncias por violación sexual a mujeres, es decir, por día fueron violadas 19 mujeres en nuestro país.
CUANDO LA VIOLENCIA NO MARCA LA PIEL
La palabra es una herramienta poderosa para construir vínculos y también para destruirlos, la violencia psicológica es aquella que va subyugando de a pocos la autoestima y la autoimagen de la víctima, hasta que llega a creer todo aquello que su victimario le quiere hacer creer. Se convence de merecer ese destino de constantes amenazas, comentarios degradantes y ofensivo trato, el infierno que la violencia emocional o psicológica construye alrededor de la mujer que lo sufre es aterrador.
Pierde las fuerzas y el equilibrio, el machismo del hombre impera en un campo de batalla desigual, austero y desprovisto de defensa externa. La víctima de maltrato emocional calla, guarda silencio del abuso porque le toma tiempo reconocerlo como tal. No pide ayuda hasta que la situación estalla, generando episodios de violencia física. Se registraron 28 361 denuncias el año pasado por violencia psicológica familiar.
Cada hora fueron violentadas emocionalmente tres mujeres en el Perú, ¿por qué? ¿qué satisfacción malsana produce la violencia contra la mujer? Definitivamente los elementos inmersos en esta realidad requieren un análisis más profundo. Aquí hay un eje central, el enfoque de género, no se ha superado el machismo, aún las fortalezas femeninas son vistas con temor, ¿qué está pasando?
La autoridad masculina está en tela de juicio, la determinación femenina es recibida con titubeos ya que históricamente los procesos de convivencia se han definido por el cumplimiento de roles socialmente establecidos, colocando al hombre como cabeza y a la mujer por debajo de él. Afirmarlo no encierra feminismo ni una defensa a ciegas de la mujer, pero sí manifiesta una complejidad que no se ha atendido.
La supremacía en muchos ámbitos de la mujer genera un crítico desbalance en la imagen masculina existente, la soberanía del hombre es desplazada por la intención femenina de incursionar en espacios tradicionalmente vetados. La amenaza que esto implica es frenada con violencia, discriminación e indiferencia.
¡CAMBIA TU VIDA!... DENUNCIA EL MALTRATO
Es el nombre de la campaña que ha emprendido el Ministerio de la Mujer y Desarrollo como parte de una iniciativa global para sensibilizar a la sociedad sobre este tema, y así colectivizar la problemática de la violencia contra la mujer que ha llegado a cifras endémicas a nivel mundial.
"A denunciar y no soportar ningún tipo de violencia. Violencia que no se denuncia termina en una lamentable muerte. Por eso, el Mimdes está trabajando en la implementación de políticas públicas a nivel regional, a fin de prevenir estos trágicos sucesos”, fueron las palabras de la ministra de la mujer Nidia Vílchez.
La espiral de violencia podría terminar si la actitud de las víctimas y autoridades cambia, si y solo si se torna más efectiva. No se puede esperar que el golpe sea sangriento para recién denunciar, violencia es una bofetada así como un insulto. Y no olvidemos que la violencia se hereda, se aprende, se respira y se adquiere por imitación. Reacciones violentas producen ataques, es un cálculo básico, nada bueno saldrá de una agresión, no es una medida de corrección.
Un golpe es siempre un golpe, nada lo debería justificar, una niña que es castigada físicamente se acostumbrará a ser golpeada, un niño que ve golpear a su madre por su padre crecerá creyendo que así es la vida. Y no lo es. Si no paramos la violencia en nuestros ámbitos no tenemos derecho alguno a sorprendernos con las cifras de asesinatos a hombres y mujeres. No sería justo.
Existen mecanismos gratuitos para la denuncia, a través de los 79 Centros de Emergencia Mujer, CEM, que desde el año 2002 han atendido 228 mil 076 mujeres y niñas en todo el país ofreciéndoles asesoría legal, médica y psicológica gratuitamente. Cualquier acto de maltrato puede ser denunciado también a la línea telefónica gratuita “100”, para que el silencio no sea cómplice de la violencia.
Para que el círculo de violencia se abra la ruta de la denuncia debe seguir su curso, no dejar el trámite legal a la deriva, y persistir en la búsqueda de justicia, superar la vergüenza que todavía en nuestra sociedad la violencia doméstica significa. Y así los operadores de justicia puedan ejecutar con celeridad las denuncias.
El miedo paraliza, es cierto, sin embargo es de vital importancia romperlo para salir del laberinto que la violencia encierra. Si bien la denuncia no siempre frena la violencia, es el primer paso para que la víctima recupere su humanidad y fortaleza. Reconstruir a una mujer violentada es obra de muchos años, paciente y delicada tarea que atraviesa los estamentos más íntimos y las heridas más hondas.