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CONGRESO: NO SABOTEEMOS LA DEMOCRACIA

Como en todas las ediciones de Gener@cción, nuestro Director Fundador Francisco Huanacune, nos ofrece su artículo editorial.
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CONGRESO: NO SABOTEEMOS LA DEMOCRACIA

Negros nubarrones se vislumbran en el horizonte político de nuestra patria. Tan negros que no pocos ahora se interrogan con preocupación, de proseguir las cosas por este curso, sobre la sostenibilidad de nuestro régimen democrático. La razón: el ataque  frontal y sistemático al que es sometida cotidianamente la institución que en principio constituye el primer poder del Estado, nuestro Congreso de la República. Pues, no hay día que, aprovechando algún desatino que desgraciadamente no falta, muchos tirios y troyanos dejen descargar el grueso de sus baterías sobre el Parlamento, socavando muchos de ellos, incluso sin quererlo, los cimientos de este pilar de todo régimen que como el nuestro se desea por siempre democrático. 

El mal que se le inflige a la democracia nos dice más de uno que ha optado por romper con el silencio con respecto al tratamiento de este acuciante problema, puede ser irreversible y de consecuencias funestas y letales para nuestra libertad. Ya que para el ciudadano de a pie la situación de descrédito en la que se encuentra sumida esta piedra angular de nuestro Estado de Derecho, como consecuencia de los escándalos que se suceden unos tras de otros sin cesar, le hace pensar que para nada bueno sirve una institución plagada por hombres y mujeres marcados por los signos de la corrupción, el nepotismo y la deshonra…  Todo lo contrario de lo que debería ser.

Ante estos hechos, unas preguntas caen también por su propio peso. ¿Cómo el Congreso de la República ha podido llegar a encontrarse en esta lamentable situación? ¿Es que el tránsito doloroso a este estadío se ha llevado a cabo en forma natural? ¿Cómo consecuencia de un mal intrínseco propio a toda institución de este tipo? O, ¿es que, muy por el contrario, fuerzas extrañas a esta, aprovechándose de ciertos intervalos de modesto nivel de performance del grueso de nuestros padres de la patria, al igual que de ciertos escándalos, exacerban la animadversión hacia lo que debería ser un baluarte de la democracia a fin de que se le perciba como redundante e innecesaria por lo tanto en el país? 

Seamos claros. Una cosa es señalar con el dedo justiciero algunas malas acciones de alguno de nuestros 120 parlamentarios, otra cosa es aprovecharse de este tipo de penosas situaciones e intentar protervamente a partir de ahí traerse abajo, como alguien ha señalado, este pilar del régimen democrático. Existe, no se puede acallar lo que se menciona ahora por doquier, cierta intencionalidad orientada a minimizar la importancia de esta institución cardinal para la vida en libertad. Es decir, el deseo a más alto nivel de nuestra sociedad organizada, de que uno de los poderes del Estado tenga la preeminencia sobre otro o sobre los demás. Nada pues de lo que sucede ahora, discurre como algunos ingenuamente suponen en forma natural. 

Es el momento de hacer un alto en el camino y de decirle al país que podríamos, de seguir avanzando por este irracional sendero, pronto encontrarnos ante una situación equivalente a la de un impase institucional, por no decir otra cosa, de insospechadas consecuencias para el régimen democrático y el país. No seamos irresponsables; hace algunas horas jugábamos con las banderas del nacionalismo, ahora jugamos con el destino de la existencia del Congreso de la República. Dejemos de jugar con este fuego que no nos dejará más que cenizas de todo lo que civilmente nos ha costado tanto, más allá de sus falencias, construir. Nuestros conciudadanos requieren de buenos ejemplos para madurar como tales en democracia.

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