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EL MONTE PREFERIDO DE DIOS

Generacción en Israel
Conozca la estrecha relación entre los judíos y el Monte del Templo en Jerusalén.
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EL MONTE PREFERIDO DE DIOS

Jerusalén.-  Hay un lugar en el mundo donde el límite entre el cielo y la tierra es difuso. Un lugar cuya vinculación con Dios data de hace miles de años y por el cual se disputan –y matan- dos de las más grandes religiones del mundo: El Judaísmo y el Islam.

Este sacrosanto lugar se encuentra en el interior de la vieja ciudad de Jerusalén. Si usted es judío lo conoce como el Monte del Templo (Ha Har-Bayit, en hebreo) pero si es musulmán lo llama El Noble Santuario (Al-Haram al-Sharif, en árabe).

Actualmente el gobierno israelí está realizando allí unas obras para el mejoramiento de una rampa de acceso para los visitantes, lo que causa la desconfianza de los musulmanes a tal punto que algunos creen que la violencia puede estallar en cualquier momento.

Pero, ¿qué hace que esta zona sea altamente sensible o como dicen en la Ciudad Santa, un polvorín capaz de desatar el Armagedón? Es esencial conocer la historia del lugar para entender su importancia y simbolismo.

LUGAR DE SACRIFICIO

Comencemos por los judíos y su relación con el Monte del Templo. Está escrito en el libro del Génesis que Dios le dijo a Abraham, el Padre de las Naciones: “Toma a tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a la tierra de Moria –donde se ubica Jerusalén- , y allí lo ofrecerás en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré”.

El final de la historia lo conocemos. No se concretó el sacrificio pero los judíos afirman que ese monte es donde hoy se erige la Explanada de las Mezquitas, un lugar sagrado musulmán.

Fue en esta misma meseta rocosa que el Rey Salomón construyó el primer templo de los judíos entre el 969 y el 962 a.C. y donde se guardó el Arca de la Alianza que contenía las tablas de los Diez Mandamientos de Dios.

Algunos aseguran que el arca está oculta en las entrañas del Moria y que un grupo de investigadores la descubrió en la década de los 80, pero no la mostraron al mundo por temor a desatar una guerra religiosa mundial.

El Templo de Salomón fue destruido por los babiloneos en el 587 a.C. y fue restaurado por Herodes El Grande en el 20 a.C. Fue en este segundo templo que Jesús predicó y expulsó a los comerciantes, pero su tiempo de existencia fue corto.

En el año 70 d.C. las legiones del emperador Tito aplastaron la rebelión de los judíos zelotes y arrasaron Jerusalén y el templo. No quedó piedra sobre piedra porque los bárbaros romanos las separaron para conseguir el oro que servía de unión entre ellas.

MURO DE LOS LAMENTOS

Lo único que sobrevivió fue un muro en el lado occidental que soportaba el Monte Moria y que se convirtió en un lugar de peregrinación para los judíos. Un sitio evocador de una época dorada y en donde lo único que quedaba era echarse a llorar por tan grande desgracia. De allí el nombre de El Muro de los Lamentos (Ha- Kotel Ha-Maaravi, en hebreo).

La experiencia de visitar hoy el sitio más sagrado de los judíos es incomparable. Las imponentes piedras se yerguen incólumes al paso del tiempo, soportando el acoso de cientos de manos y labios de creyentes que las acarician y besan desde el amanecer hasta el anochecer. 

Un consejo: si visita el lugar por primera vez, tome un pequeño papel, escriba un deseo, dóblelo e introdúzcalo en una grieta del muro. Dicen que Dios le cumplirá todo aquello que le pida.

INDIGNACIÓN ULTRA ORTODOXA

Pero volvamos al muro. Tras pasar 19 siglos sin el control de la zona, los judíos se vieron dueños del Monte del Templo después de la Guerra de los Seis Días en 1967. Cuentan testigos, que los soldados israelíes entraron jubilosos y llorosos a la ciudad vieja de Jerusalén y que lo primero que hicieron fue dirigirse al Muro de los Lamentos y a la explanada en general.

Los judíos ultra ortodoxos reaccionaron con espanto y aseguraron que si algún judío entraba a la explanada –que se ubica en lo alto- podrían pisar el Sancta Sanctorum de lo que fue el templo, es decir, la habitación donde estaba guardada el Arca de la Alianza –el rincón donde moraba Dios- y al que solo podían entrar los sacerdotes purificados.

Como su antigua ubicación no estaba localizada ni delimitada, se corría el riesgo de que se cometieran terribles sacrilegios.

CASTIGO MITOLÓGICO

Tras fuertes presiones, los ultra ortodoxos lograron que se prohibiera el acceso de los judíos al monte. El periodista Luis Reyes Blanc lo describió magistralmente: “Es como un castigo mitológico, los israelíes recuperan el solar del templo y no pueden tocarlo, permanece inalcanzable para ellos. Lo único que pueden hacer el pegarse a un trozo de muro exterior y seguir lamentándose allí por los siglos de los siglos”.

La prohibición se trata de cumplir lo más que se puede. En la rampa que está al costado del Muro de los Lamentos y en las puertas de alrededores que llevan a la explanada, soldados israelíes fuertemente armados revisan de pies a cabeza a los visitantes con las consabidas preguntas: ¿eres judío?, ¿sabes que los judíos no pueden ingresar a la zona?

Hay quienes ocultan su religión y suben al “monte preferido de Dios” pero nadie garantiza su seguridad. Un árabe musulmán se puede sentir ofendido si descubre a un judío y lo que haga es impredecible. Paradojas de violencia en uno de los lugares más santos del planeta.

OTRO DATO

Para los judíos, en el sitio donde se levanta la actual Explanada de las Mezquitas se erigirá el tercer y último Santo Templo en los tiempos de la venida del Mesías. Los cristianos consideran que el Mesías ya vino y fue Jesús.

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