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REVISTA

MÓNICA DELTA

Secretas confesiones
"Minutos antes de las ocho" es el testimonio escrito de la periodista Mónica Delta, y de él podríamos decir que contiene dosis de pasión y revelación. Secretos y leyendas sazonadas sobre una historia, que observada por ella misma, espera develar, entre otras, la leyenda de su supuesto amorío con el presidente Alan García.
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MÓNICA DELTA

EL LIBRO

Las 139 páginas de “Minutos antes de las ocho” nos marcan una ruta de ida y de vuelta no solo en la vida de Mónica Delta, sino en nuestra candorosa realidad peruana de los últimos 30 años, donde la política y el poder involucrados como dos hermanos, han producido en ese periodo los escándalos más sonados y las escaramuzas más atroces.

Una periodista con amplia experiencia cuya desgracia o fortuna, según como se mire, fue ser elegida la “favorita” del actual presidente. Destino que imprimiría en su nombre una asociación directa con Alan García Pérez para siempre.

“Yo seguía al presidente adonde iba. (...) En lo que respecta a nosotros dos, a veces, como parte de esa cortesía tácita que existe entre dos amigos, me dejaba hacerle la primera pregunta. Otras veces me llamaba al canal para comentarme su sentir sobre los azares que le tocaba vivir como presidente: era, sin haberlo pedido, su confidente”.

Todo comenzó con una simple comisión, el jefe del noticiero le encargó entrevistar al joven candidato García en un asentamiento humano, hecho de arena y esperanza. Terminó el discurso y una tajante negativa fue su respuesta. Ella insistió recibiendo como réplica, “Oiga, señorita, usted no sabe que está hablando con el próximo presidente del Perú? Más respeto”.

“(…) me incomodó a tal punto la arrogancia, la grosería y la pedantería de ese sujeto que pedí al camarógrafo que sacara su cámara, bajo mi responsabilidad. (…) A los pocos minutos, en la carretera, mientras pensaba en lo que acababa de pasar vimos una 4x4 que se dirigía a toda marcha hacia nosotros… García bajó por una de las puertas… Yo estaba petrificada… No quería bajar la luna, hasta que me miró detrás del vidrio, enseñándome un ramo de geranios. García dijo: “Señorita, usted no tiene paciencia”… Recibí las flores. 

Sin lugar a dudas es justo que hoy Mónica Delta decida atizar el fuego que otros atizaron para su propio beneficio por mucho tiempo, levantar el polvorín de un romance que aún, a ciencia cierta, después de leer cada página del libro, no me queda claro si existió o no. Pero lo relevante es que ya no importa. “Minutos antes de las ocho” es más que un devaneo de emociones bien intencionadas, es una síntesis narrada coloquialmente de lo que nos sucedió entre el segundo gobierno de Fernando Belaunde y el último de Alan García Pérez.

Un documento que nos demuestra cómo el poder entrelaza sus tentáculos comandando hidalguías y bajezas al mismo ritmo, con la misma música. Mónica Delta comenzó muy joven su quehacer de periodista, en 1982 ingresa a Panamericana Televisión sin saber que pasaría 20 años allí. Fue la figura del canal y el rostro de Panorama hasta que la historia del país y de su vida, cambiaron gracias al desfile de videos grabados en una salita del SIN.

“Mi calvario comenzó el 3 de octubre de 2001, el día que se propaló el video Schutz-Montesinos. Ese día supe que las cosas cambiarían drásticamente en Panamericana, conmigo o sin mí. Como equipo, Panorama renunció. Pero decidimos regresar bajo la administración de Schutz hijo porque, como dije antes, los errores del padre no se les deben endilgar a los hijos. Pero vivimos desde el principio bajo la amenaza de Alejandro Toledo, que estaba decidido a suprimir las licencias de los canales de televisión para entregárselas a sus amigotes”.

A Mónica Delta le enrostraron durante su carrera el no haber sido dura e inquisidora con sus entrevistados, con sus opiniones. Sus más severos críticos le exigían un trato despiadado en pro de la verdad. Una fiereza que no fue propia de su carácter y modos, más bien tibios y cuidadosos por naturaleza. Una tibieza que se parecía mucho a la complacencia.

“Pero siento, ahora a la distancia, que pregunté, en la mayoría de ocasiones, lo que la gente quería saber. Mi estilo nunca fue como el de algunos periodistas que se lanzan a la yugular de sus invitados. Esa no era yo. (...) No habré sido la periodista más incisiva, quizá tampoco la más informada en algunos casos, ni menos la responsable de los contenidos de un programa tan importante como Panorama, pero nunca fui al SIN para obtener una primicia, tal como sí lo hicieron otros colegas de mi mismo canal, que incluso negociaron y grabaron sus exclusivas desde el mismo Servicio de Inteligencia Nacional, con Montesinos detrás de ellos dictándoles las preguntas”.

En clara referencia a personajes como Alejandro Guerrero, de quien cuenta una historia no muy conocida, pero interesante e importante para comprender en su magnitud más extensa y profunda cómo se manejó la información en el Perú en los ochenta y noventa.

“...Guerrero era ese tipo de reportero que ejecutaba los reportajes que el patrón del canal quería. Sin embargo, así como Papaúpa (Genaro Delgado Parker) sabía recompensar a sus súbditos, era capaz de  castigar a los que se separaban del rebaño... El 9 de noviembre de 1991, Papaúpa cumplía 61 años. Se había alejado de Panamericana (...) abocándose a una de sus aventuras en el mundo de las telecomunicaciones (...) Como muchos otros, llegamos hasta los salones de Celular 2000”.

“... En ese mismo lugar, pasadas las horas, los rostros, los tragos y la cordura, observé que Papaúpa le exigía a Guerrero un casete, sin detallar el contenido de este. Guerrero se negó a dárselo, le contestó ásperamente y se retiró del local con una actitud desafiante (...) No recuerdo el tiempo que pasó pero, esa misma noche, la esposa de Guerrero nos llamó desde la Clínica Ricardo Palma para avisarnos que Alejandro había sufrido un accidente (...) Esa noche nos enteramos que Papaúpa ordenó que sus hombres de seguridad lo remataran a golpes en el estacionamiento (...) En aquel entonces, Alejandro Guerrero, era mi amigo y me compadecí de él”.

LEIT MOTIV

Este libro podría interpretarse como una venganza o como la revancha necesaria que su nueva vida le ha impuesto. Mónica Delta salió del país en el 2003, durante el gobierno de Alejandro Toledo, para recomenzar. Dejando atrás, o intentándolo, una estela de rumores y fábulas urbanas sobre ella e incluso sobre sus hijos.

Dicen que quien juega con fuego se quema, y posiblemente eso le pasó, jugar y coquetear tan de cerca con círculos de poder político y económico tenían que cobrar su factura. Sin embargo, me pregunto ¿es que siempre tienen que ser tan altas? Al parecer sí, y Mónica Delta lo ha aprendido. Ser la supuesta amante de Alan García la hizo acreedora de la antipatía, como ella misma confiesa, de Pilar Nores durante esos cinco años.

La prensa de la época incluso llegó a decir que el hijo mayor de Mónica Delta era hijo del presidente García, que los habían visto entrar a una habitación del hotel de Turistas de Piura. Era evidente que tanto lío y rumor afectarían gravemente su matrimonio con el también periodista Roberto Reátegui, actual novio de la periodista Mavila Huertas; y con los presidentes Alberto Fujimori y Alejandro Toledo.

Digamos que su cercanía con García la encapsuló en una esfera diferente a la de otros periodistas. Lo curioso es que hoy, cuando García es presidente de nuevo, ella decide contar esta historia tan personal y llena de intimidad, con ramos de flores de por medio y recordándolo como “un joven atlético y atractivo”.

“Minutos antes de las ocho” incluye extractos de entrevistas realizadas por la periodista, hoy en Frecuencia Latina, a Fernando Belaunde, quien le concediera dos recordadas exclusivas, la última entrevista como presidente del Perú y la última de su vida, meses antes de su partida. También retazos del diálogo con Alan García días horas después del sonado debate con Alejandro Toledo semanas antes de las elecciones.

En esa ocasión García insinuó que Toledo era un adicto y un alcohólico, despertando la furia, chola y sagrada, del entonces candidato de Perú Posible, quien embravecido llamó a Panorama e intervino generando el más memorable episodio televisivo de aquella campaña electoral. Él le endilgó el tema de las cuentas bancarias de García en el extranjero y cuando su desesperación llegó al punto máximo dijo: “Mira, Mónica, yo sé que tu tú tienes tu coranzocito, pero no exageres”.

TRAVIESA FRAGILIDAD

Tan solo es una pincelada del contenido de “Minutos antes de las ocho”. Con este libro Mónica Delta también busca mostrarse en su lado más humano, desnudando una fragilidad emocional que no le conocíamos. Narrando con dulzura y tristeza el episodio, quizá, más doloroso de su vida, la muerte de su padre. Muerte que presenció a los cuatro años y que marcó su mirada y espíritu.

Mónica decide volver de los Estados Unidos hace un año por una persona muy especial, su madre, quien sufre un mal que la ha postrado impidiéndole todo movimiento. Mónica hoy comparte sus días con su segundo esposo, Jerry, quien la siguió al Perú demostrándole que el amor es eso, una entrega sincera y sencilla.

Reconoce en las páginas del libro su debilidad más grande, una rabiosa necesidad de protección masculina producto de la temprana perdida de su padre, pero también echa mano del temple heredado de su madre y abuela. Matriarcas que han dirigido el paso constante de su familia. Un relato que no toma esfuerzo leer y que constituye el ejercicio catártico de un personaje público y querido por mucha gente.

Cada mañana la podemos ver en A Primera Hora, el matutino informativo de Frecuencia Latina. Si algo hay que admirar en Mónica Delta es la capacidad de reinventarse, de afrontar los errores o aciertos del pasado y darle vuelta a la hoja. Así como lo hizo en Estados Unidos, reviviendo una exitosa carrera periodística en Univisión Radio, llegando a cubrir la realidad de los hispanos en Iraq y la campaña electoral de Barack Obama.

“Me he probado que nada es imposible. Uno puede –lo digo por experiencia-, volver a empezar las veces que sean necesarias. Regreso al Perú con una gran seguridad en mí misma, mirando las cosas completamente distintas. He aprendido que no necesito de ningún respaldo empresarial, ni tampoco de un hombre poderoso para sentirme segura”.

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