No se tratará solo de la expresión de la voluntad en las urnas, se tratará de plasmar la democracia eligiendo autoridades que la fortalezcan para que el futuro régimen sea legal y también legítimo. Se tratará también de asegurar la continuidad de lo logrado y de superar los desencuentros nacionales que este año que se va tuvieron en Bagua, su expresión más dolorosa.
Prematuras encuestas que nos van entregando, reflejan resultados disímiles, comportamientos políticos lesivos, escasos liderazgos y fugitivas virtudes, sobre todo porque algunos representantes del pueblo han lesionado la legitimidad social del poder y de las instituciones.
De ahí que un indubitable primer deseo para el año sea que nuestro sistema político, derivado de abril del 2006, recupere la confianza popular y sea percibido con mejor desempeño al del año 2009. Vale decir, que la desconfianza y el escepticismo, que hoy contaminan nuestra democracia, abran paso a esa esencia ética que lleva a los pueblos a respetar las instituciones y a convertirlas en una parte indispensable de sus vidas.
Un segundo deseo es que nuestra democracia sea capaz de superar la feroz contaminación de la corrupción, para que sea parte y garante de la ética pública. Ojalá nuestros políticos, suficientemente libres y autónomos frente a la tentación de la campaña electoral inconfesablemente subsidiada, pudieran suscribir un pacto contra la corrupción y la impunidad como instrumento para la lucha social bien orientada y motivada.
Para que nuestras autoridades no den, luego de ser elegidas, el penoso espectáculo de pagar las facturas pendientes poniendo por encima de los intereses nacionales y públicos, particulares y de grupo. Para poner un alto al deterioro moral de cierta clase política que da por sentada la permisividad de la sociedad que todo perdona a los poderosos. La pérdida de credibilidad de partidos y líderes ha provocado ya un alejamiento de los mejores ciudadanos de la vida pública lo cual empeora su calidad y aleja el buen gobierno que deseamos.
Y un tercer deseo es que todos juntos recuperamos la ilusión y la perspectiva de lo que queremos y podemos hacer por un país que la gran mayoría de nuestros jóvenes ven como desahuciado. Por ello, votan con los pies dejando su patria en busca de mejores horizontes. Bastante responsabilidad tenemos los mayores respecto de esta realidad.
Que el 2010 podamos consolidar los logros para el Perú con esperanza, alegría y afecto. Que todos hagamos un brindis por el desarrollo, la justicia social y el bienestar. Por la estabilidad política, las instituciones y las autoridades bien elegidas que hagan posible la transformación del país.
Al concluir un año e iniciar otro, es oportunidad propicia para renovar este compromiso y desear a todos los peruanos y peruanas un feliz 2010.