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MOLÉCULAS SALVADORAS DEL PERÚ

La papa, el árbol de la Quina y la hoja de coca
El descubrimiento del Nuevo Mundo significó para el progreso de la ciencia la más grande conquista alcanzada por la humanidad. Fueron llevadas a Europa, entre riquezas diversas, plantas cultivadas durante miles de años por los pueblos nativos americanos, en particular del Perú. GENER@CCION revalorando nuestro pasado, expone este aporte con miras al futuro.
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MOLÉCULAS SALVADORAS DEL PERÚ

Si tomamos como punto de partida que ciertos sectores del planeta cuentan con influencias favorables en la generación de determinados seres vegetales  de una compleja composición química, podemos afirmar que el Perú se ha visto favorecido como un lugar de máxima concentración de estas que, además de ser alimenticias, constituyen antídotos naturales para diferentes enfermedades del hombre.

 

¡Esto no es una exageración! Existe hasta hoy una cultura instintiva muy antigua de terapéutica peruana que ha sido desarrollada durante miles de años por los sabios amautas-médicos del antiguo Perú, quienes se entrenaron en el diagnóstico y curación de terribles enfermedades como el paludismo y la lepra americana -la llamada uta- por citar tan solo un par entre estas.

 

Su sabiduría fue tal que abarcó aspectos que van desde la domesticación de especies para la alimentación como la papa (Sollanum Tuberosum) y la hoja de coca (Erythroxylon Coca), pasando por el manejo magistral de nuestra planta emblemática, la quina, hasta llegar al total conocimiento del uso de plantas curativas, cuyo arte de aplicación era transmitido de generación en generación a través de los siglos.

 

Conocido es, a pesar de esto, el desprecio que los conquistadores españoles tuvieron por los productos naturales del país. En particular, por los llamados ?alimentos de indios?, a los que el ibérico, afanado en la conquista y explotación minera de los nuevos territorios, negó el estatus de verdadero tesoro de los andes. Sin sospechar que se convertirían después en un legado del Perú al mundo.

 

INVALORABLES APORTES

Aunque en parte. Pues el consumo milenario de una hoja que el pueblo andino usaba como planta alimenticia y energetizante, dado su rico contenido en proteínas, vitaminas y minerales, no pasó desapercibida ante los codiciosos ojos peninsulares. Pues la coca, pronto comenzaría a usarse como principal fuente de estimulo y energía para los menoscabados trabajadores explotados en las minas y latifundios.

 

Todo esto sucedía, sin imaginar siquiera las propiedades de esta hoja que la sistematización científica, algunos siglos después, permitiría descubrir, aplicándola en el avance de la medicina. Sobretodo en el campo de la cirugía mayor a través de revolucionarios anestésicos derivados de la cocaína, que hicieron posible intervenciones quirúrgicas inimaginadas hasta antes de la aparición de esta droga.

 

Otra fuente de demostración que la curación de las enfermedades en el Perú se conseguía a partir de la naturaleza, se encuentra en el llamado "árbol de la fiebre". El que los antiguos peruanos denominaban ?quina?, que además se hizo conocido en el mundo por medio de diversos nombres. Como el de "Polvos de la Condesa", creado en honor a la esposa del Virrey Conde de Chinchón, quien salvó su vida de las fiebres palúdicas en 1638 gracias a este fármaco.

 

Cuenta la historia que la fama de esta corteza creció como reguero de pólvora después que los padres jesuitas la administraron masivamente en hospitales. Y sobretodo, más tarde, a mediados del siglo XVII, cuando el jesuita Juan de Lugo curara al Papa Inocencio X, haciendo que en Roma se le bautizara como la "Corteza de los Jesuitas". A tal punto, que los Reyes de España hacían de la quina regalos regios a los otros monarcas de Europa.

 

De esos años, nos dice la historia que la quina llegó también a la Corte de Carlos II de Inglaterra. De manos del galeno Robert Talbot, quien administró al rey enfermo, presa del temible paludismo, esta milagrosa planta, que luego sería conocida como la "Cortex Peruana". Igual beneficio obtendría el futuro Luís XV, hijo del llamado Rey Sol de Francia, Luis XIV, cuando a su turno enfermó de malaria.

 

Como se ha podido ver, el mundo se favorecería con estos productos de la sociedad andina. Una sociedad que, con políticas adecuadas para evitar la destrucción del medio ambiente, supo elevarse sobre la animalidad y la barbarie entonces imperante, y que con este legado surgido de su suelo fue capaz de acelerar el ritmo de la historia.

¡Esto no debería extrañar! Pues la sociedad andina fue favorable al bienestar público y a las manifestaciones del espíritu. Conceptos que las sociedades modernas deberían estudiar y tomar muy en cuenta dada la irresponsable  explotación de los recursos del planeta debido al uso indiscriminado, mercantilista  e inmoderado de pesticidas, fármacos y abonos sintéticos.

 

Pues como más de una autoridad científica sostiene, dado el resultado de lo anterior, se han desatado pestes tumorales y derrumbado las defensas inmunológicas en el hombre con las consecuencias que todos conocemos. Ante esto, se sabe también que, al igual que antaño, aunque esta vez se trate de modernas compañías farmacológicas, estas envían biólogos a la selva peruana tras las pistas milenarias de la terapéutica vegetal y ancestral andina.

 

Conocida es la figura del científico que se instala en los alrededores de las tribus amazónicas con el propósito de, en el mejor de los casos, descubrir nuevas especies curativas y sus moléculas salvadoras. Y en el peor, para reproducir en masa las moléculas salvadoras en los laboratorios del primer mundo, patentándolas y atropellando en esa forma la autoría que proviene de la experiencia ancestral.

 

UNA CADENA DE DESCUBRIMIENTOS

Desde la expansión colonial del siglo XVII, los centros de poder estimularon la investigación científica, privilegiando muy en particular la del campo botánico. Así, dos químicos franceses de la época de Lavoisiere, Josef Caventou y Pierre Pelletier, aislaron los componentes químicos de la Quina -la llamada Cinchona por Linneo- haciendo avanzar, como se ha visto, la ciencia química y médica.

 

Luego, el químico William Perkins, intentando sintetizar la Quinina descubre la Malva Púrpura, el primer colorante sintético. A partir de ahí nacerían las industrias suiza y alemana de colorantes. Posteriormente, el científico alemán Paul Herlig, descubridor del Salvarsan o Arsénico Salvador contra la sífilis, en su afán de sustituir moléculas como N-Metilo por otras de la Quinina, hizo posible fabricar la primera generación de antibióticos en 1935, las sulfas.

 

El 28 de marzo de 2008, alrededor de 73 años después que las sulfas revolucionaran la ciencia médica, el laureado Nóbel de Química del año 2002, el científico norteamericano Peter Agre, director del Instituto de la Malaria de la Universidad John Hopkins de Estados Unidos, rindió en la selva de Jaén, Región Cajamarca, el primer homenaje que la comunidad científica internacional otorgó al árbol de la quina.

Este ilustre visitante, en su discurso de homenaje, refiriéndose a esta emblemática especie, la llamó "portento de la naturaleza". Enfatizando que "los hombres de ciencia modernos no descubren aún una fórmula mejor para combatir el paludismo, sin la cual perecerían millones de seres humanos, que las que produce las moléculas salvadoras de este generoso árbol". Nos place enormemente su homenaje, pero todavía el mundo no ha dado las gracias.

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