HARRY POTTER VERSUS CREPÚSCULO

LOS MAGOS Y LOS NIÑOS

Las razones que impulsan la ya histórica rivalidad entre ambas historias son obvias: las dos han sido hitos en la literatura y en el cine, fenómenos comerciales que han producido millones de dólares y que han impulsado las carreras cinematográficas de sus protagonistas a niveles estratosféricos poco antes vistos.

La fuerza de una buena historia puede sostener durante años la supremacía en el público, como en el caso de Harry Potter. Y también lo hace la atracción y capacidad de seducción de un argumento moldeado para atraer a otro nivel, como es el caso de Crepúsculo.

J.K. Rowling y Stephenie Meyer han logrado establecer mundos paralelos nada comparables, más allá de los dólares que producen sus plumas. Rowling apostó por recrear un universo inexistente, empezando desde cero, fabricando un lenguaje, escenarios, identidades propias para su historia de magos aprendices y legendarios maestros.

Así como lo hizo en su momento Tolkien con la historia de El Señor de los Anillos, posee un argumento que se basa en códigos cifrados y tiene una creación totalizadora, integral, cuidadosa de detalles que enriquecen al lector llenándolo por completo, haciéndolo partícipe de un universo nuevo, jamás antes visto.

Rowling decidió utilizar algo común en los niños y niñas: el interés por la magia y lo sobrenatural, rodeando la trama de artilugios y simbología auténticos para sus propósitos.

El pequeño e inocente Harry Potter de los inicios encontró en su mundo fantástico el escape ideal a su desventura, maquinando el destino a partir de su suerte y valor. Una oportunidad que los millones de lectores encontraron también, consumiendo ferozmente los libros uno a uno, siguiéndole los pasos a J.K. Rowling a la espera de la siguiente entrega.

Rowling creó un ídolo, un modelo de niño que fue desarrollando su talento como sus capacidades. Creció en las páginas y posteriormente en las pantallas en el inolvidable rostro de Daniel Radcliffe y en siete historias alcanzó a profundizar en su humanidad, duda y evolución constante.

La saga de Harry Potter fue en un principio para niños, forma parte de lo mejor de la literatura infantil, cuya particularidad fue mutar a un público más juvenil, porque la naturaleza de su personaje principal impuso ese traspaso cronológico. Harry y los demás personajes crecían y sus lectores también, un acto de lógica identificación, tanto emocional como física.

La historia arranca con un niño y termina con un hombre joven, lo mismo sucedió con los lectores. Harry Potter resultó ser más que un conjunto de libros fantásticos, una experiencia integradora que supo conjugar factores diversos y sostener a través de siete libros y años el interés de sus seguidores.

LOS VAMPIROS Y EL SEXO

Con Crepúsculo la historia se escribe diferente, los fans y los medios nos empeñamos en comparar ambas historias pero en realidad nada tienen que hacer una con la otra.

Twilight no es para niños, nunca fue una historia para niños y jamás lo será. Número uno, por su alto contenido sexual, manejado con mucha sutileza y clase por Stephenie Meyer, pero con mucho erotismo en la trama.

Posiblemente esta sea una de las razones de su éxito: sus protagonistas, Edward Cullen y Bella Swan, se devanean en amores e imposibles que llevan a la historia, dividida en cuatro libros, a una sinergia muy distinta. Su desarrollo no pasa por el crecimiento ni evolución de sus personajes, sino más bien por los desenlaces de las historias de amor principales.

Un triángulo amoroso y la inevitable utilización del recurso romántico hacen de Crepúsculo un producto muy distinto a Harry Potter. Los vampiros son por naturaleza, aunque suene gracioso atribuírselo, una estirpe literariamente distinta: todo lo que los rodea debe ser sensualizado. La sangre, la luz del día que los lastima, la oscuridad y sombras en las que deben moverse, la maldad, el amor imposible entre la bella Isabella y el pálido Edward; es decir, los elementos cruciales de la historia están basados en una motivación adulta: la consumación del amor de los protagonistas.

La historia es una adaptación antojadiza que Meyer quiso hacer del mundo de los vampiros explotando la imagen atrayente del protagonista, encarnado en pantalla por Robert Pattinson, una de las razones más poderosas para que Crepúsculo haya tomado el vuelo que ha tomado sin duda, el amor irrealizable ha sido el gancho adolescente de la trama. Un simple argumento que ha bastado para alimentado los cuatro libros y las dos películas que han salido.

Él es vampiro y ella humana, nada más atractivo para el público joven con las hormonas en constante ebullición, una tensión sexual que no pierde el hilo literario para convertirse en algo grotesco. A Meyer le reconocen, hasta sus detractores, la capacidad de mantener esa sensualidad controlada en límites aceptables, sin caer en la fácil vulgaridad expresiva y recurrir a figuras evidentes.

A pesar del cuidado de las escenas sexuales, Crepúsculo ha sido retirado de las bibliotecas públicas y las escuelas en los Estados Unidos por su contenido sexual.

¿CON QUIÉN TE QUEDAS TÚ?

La realidad y los medios presionan y buscan obligar al público siempre ha elegir; sin embargo, no en todo caso es necesario. El tiempo dirá si hay una mejor o peor saga de libros y películas. El tiempo dirá si Crepúsculo o Harry Potter formarán ese grupo selecto de libros que se disfrutan leer toda la vida.

Pero habría que preguntarse también de cuánto ha dependido el éxito de los libros, las películas y viceversa. Las superproducciones cinematográficas con efectos especiales y recursos visuales alucinantes han impulsado la venta de las novelas y así también la taquilla ha llevado a los fans a las librerías.

Aunque es muy cierto que es más difícil leer un voluminoso libro si no te atrae el argumento, que ver una mala película. Lo que nos deja con la certeza que ambas sagas tuvieron libros originales con un contenido lo suficientemente bueno como para sostener la fanaticada por tanto tiempo.