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LUIS AGUILAR: 25 AÑOS DESPUÉS...

Víctima de Sendero Luminoso
Recientemente se cumplieron dos décadas y media de la partida de Luis Alberto Aguilar Cajahuamán, asesinado por Sendero Luminoso el 8 mayo de 1985, cuando cumplía responsabilidades al servicio de su pueblo y acababa de ser elegido diputado provincial con la más alta votación. Un aprista más entre los miles de peruanos que murieron ejerciendo el mandato popular y enfrentando -moral y políticamente- la amenaza subversiva.
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LUIS AGUILAR: 25 AÑOS DESPUÉS...

La revista Caretas (13 de mayo de 1985) describe así su trágico deceso: “…Aguilar, de 42 años, cinco hijos (entre 6 y 15 años) empezó temprano su jornada, el miércoles 8. A las 7:30 de la mañana salió de su casa hacia el local del Concejo Distrital de Yanacancha. El empleado Juno Agüero lo encontró ya trabajando a las 7:45. Pocos minutos después llegó una alumna suya de la universidad, quien también había sido su personera en las elecciones generales. Luego llegó el profesor Epifanio Rosas. Al as 8:15 de la mañana, los tres salieron en el Volkswagen de Aguilar, hacia la ciudad universitaria en la zona de Pucayacu. Aguilar, quien era uno de los fundadores de la Universidad Nacional Daniel Alcides Carrión, dictaba, como catedrático principal, el curso Dirección del Aprendizaje. A las 8:25, Aguilar entró a la oficina del decano. Indagó sobre el estado de una gestión previa y luego se dirigió a la oficina de la Escuela de Educación, a escasos 20 metros, para firmar su asistencia…”. “Fueron cinco disparos a boca de jarro, tres de los cuales le impactaron. Aguilar cayó agónico sobre un sillón, mientras un empleado lograba fugar por otra puerta y alguno se zambullía debajo de un escritorio…”

Nacido en Pasco (Cerro de Pasco, 2 de setiembre de 1942), Luis Alberto provenía de una familia de militancia en el partido de Víctor Raúl Haya de la Torre. En su adolescencia fue elegido dirigente de la Universidad Daniel Alcides Carrión -en donde se formó en la Facultad de Educación- e integró la Federación de Estudiantes del Perú. En esos años conoció a quien sería su esposa, Ruth Gálvez Bravo, condiscípula (también de procedencia aprista) de esa casa de estudios.

Su biografía estuvo enaltecida por su dedicación a la docencia, a su tierra natal y a los nobles ideales de “pan con libertad”. Fue director del Colegio Nacional Daniel Alcides Carrión y profesor de la Facultad de Lengua y Literatura de la universidad que lo acogió en su juventud. Hizo de la enseñanza una ocupación profesional y, esencialmente, un ejemplo de vida que sus familiares, amigos, paisanos y compañeros evocan con consuelo y nostalgia.

En las elecciones municipales de 1983, en las que el partido de la estrella se convirtió en la primera fuerza política a nivel nacional, es elegido alcalde del distrito de Yanacancha (Pasco) con amplio respaldo electoral. Como burgomaestre se distinguió por su sencillez, su preocupación por los servicios públicos y la educación.

Tenía como hábito, algo inusual en estos tiempos de frivolización de la actividad pública, recibir a los pobladores en su despacho, almorzar en el mercado, saludar y conversar en las calles con sus conciudadanos. Su esposa Ruth lo tiene presente con estas palabras: “Era amiguero, fraterno, servicial y sin discriminación hacia nadie”.

Escribir sobre este afable y austero dirigente del Partido Aprista Peruano es adentrarse en el conocimiento de la realidad andina. Un contexto en donde Luis Alberto expresa ese universo que defendió, con terquedad y convicción, José María Arguedas, incomprendido y considerado “pasadista” por algunos críticos literarios limeños. Aguilar admiraba su obra literaria, como también a César Vallejo y Ciro Alegría.

La trayectoria de Luis Aguilar Cajahuamán nos recuerda la anotación inmortal del poeta de Santiago de Chuco: “Todo acto o voz genial, viene del pueblo y va hacia él”. Una vida llena de buenos sentimientos, dedicada a la atención de las demandas sociales de los pobres y marcada por su firme lealtad a sus principios. Las banderas del aprismo se inclinan reverentes y respetuosas ante este mártir temprano de la consolidación democrática que será inspiración para hacer de la política un medio honesto de entrega al bien común.

Por Wilfredo Pérez Ruiz
Docente, conservacionista, consultor en temas ambientales, integrante del Instituto Vida y ex presidente del Patronato del Parque de Las Leyendas – Felipe Benavides Barreda.

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