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¿POR QUÉ PERDIÓ ARGENTINA POR GOLEADA?

La actuación de Maradona en Sudáfrica 2010
El sábado 3 de julio el equipo de Alemania humilló 4 - 0 a su similar de Argentina y lo dejó fuera de un Mundial en el que era uno de los favoritos para ganar el título. El mundo futbolístico quedó atónito, no por el resultado sino por la diferencia en el marcador. ¿Qué factores se conjugaron para que se produjese esta goleada histórica?
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¿POR QUÉ PERDIÓ ARGENTINA POR GOLEADA?

El rostro atónito del seleccionador argentino Diego Maradona mientras observaba al goleador Miroslav Klose marcar el segundo gol alemán en el preciso momento en que él le daba las últimas indicaciones antes de su ingreso al delantero Javier Pastore refleja de alguna manera lo que sucedió durante todo el partido.

Siete minutos después, faltando 15 para el final del encuentro, al ver que sus jugadores no encontraban la manera de entrar con inteligencia y eficacia en el área teutona, Maradona dispuso el ingreso del atacante Sergio Agüero, esposo de su hija mayor, Dalma.  

Pero sucedió exactamente lo mismo. Maradona le daba instrucciones a su yerno (o quizás le recordaba el amor de la mujer que los unía y le pedía que hiciera su mayor esfuerzo por ella) cuando se producía el tercer gol alemán.

El Pelusa no pudo más. Recostó la cabeza en la espalda de su yerno para consolarse de la humillación. ¿Qué pasó por su cabeza en ese instante? Nadie sabe con certeza.

Quizás recordara con nostalgia la final de México 86, cuando Argentina venció a Alemania por 2 - 1 para coronarse campeona mundial. O quizás la final de Italia 90, cuando Alemania se desquitó con un 1 - 0 y Maradona se fue del campo con lágrimas en los ojos.

Lo cierto es que se aferró al Kun Agüero del mismo modo que minutos más tarde, en la zona media que precede a los vestuarios, se fundiría en un interminable abrazo con su hija Dalma para no dar la cara tras la humillante derrota.

¿POR QUÉ UN EQUIPO COMO ARGENTINA PIERDE 4-0?

Argentina tiene una cantidad tan numerosa de excelentes jugadores que tranquilamente podría alinear dos selecciones para competir en dos torneos distintos. Pero no logra conformar un equipo compacto y sólido. La razón es muy simple: carece de director técnico.

Maradona no es director técnico. Es una leyenda futbolística, sin duda la más grande de Argentina, un país futbolero cien por ciento. Prácticamente él solo llevó la Copa del Mundo de 1986 a su país, luego de dos goles históricos a los ingleses en cuartos de final, años después de la guerra de las Malvinas. De alguna manera, él solo se cobró la revancha de una guerra que Argentina había perdido. Él lo sabe. Sus seleccionados lo saben. El país entero lo sabe.

Pero eso no basta para ganar un campeonato mundial. No basta con juntar al mejor jugador del mundo con algunos casi tan buenos como él, darles besos y abrazos y decirles antes de cada encuentro: “hagan lo que saben, muchachos”.

Cuando Argentina se enfrentó a Alemania, sus errores y vacíos como conjunto quedaron a la vista del mundo entero. No había una estrategia definida. Solo besos y abrazos y muchachos, todos a dársela a Messi. Y que ese chico prodigio de 23 años hiciera en la cancha lo que ese hombre desorientado de 50 no podía hacer desde el banco.

Evidentemente, a pesar de ser un jugador espectacular, a su edad Messi no estaba preparado para asumir la conducción de la selección argentina en un campeonato mundial, ni para ponerse la cinta de capitán que le dio Maradona, cargando sobre sus hombros todavía más responsabilidades.

Un equipo en el que brillaban estrellas como Messi, Tévez, Higuaín, Di María, Mascherano, Agüero, entre otras, que destacan en los principales clubes europeos, debe funcionar como un reloj. Si no lo hace, ¿de quién es la responsabilidad? Del técnico.

Dicho de otro modo, ¿de quién es la responsabilidad de que un seleccionado funcione como un verdadero equipo?, ¿quién tiene el deber de saber ubicar a un jugador en el lugar indicado del campo, en el momento preciso del partido y con las instrucciones correctas?, ¿quién mueve las fichas? No basta con decirles: “muchachos, háganlo por los millones de argentinos que los ven por la televisión”.

Como escribió en un artículo el periodista argentino Jorge Barraza, “Alemania le dio a Argentina una cátedra acelerada de fútbol en 90 minutos. Diego Maradona nunca hizo el curso de entrenador, pero ya pueden darle el diploma, acaba de dictárselo Joachim Löw (entrenador germano)”.

¿HABRÁ REVANCHA, UNA VEZ MÁS?

Cualquiera que haya seguido este Mundial se ha dado cuenta de que Alemania es el mejor equipo. El que mejor juega, el más disciplinado tácticamente, el más veloz, el que no perdona un solo error, el que posee individualidades que resuelven los partidos en una jugada.

¿Eso era suficiente para derrotar a la Argentina de Maradona y Messi? Sí. El encuentro entre Alemania y Argentina era de pronóstico reservado. Cualquiera podía ganar. Y entre los cálculos cabía la posibilidad de que Alemania ganase a Argentina.

Pero nadie se imaginó que lo hiciese por un contundente 4 - 0. Para explicar ese resultado no basta con el excelente juego desplegado por los bávaros. Hacía falta que un grupo de excelentes jugadores como los argentinos jugase muy mal, sin brújula, sin ritmo, sin una estrategia concreta.

El seleccionado argentino no pudo demostrar nada de eso cuando debió enfrentarse a un equipo cohesionado en todas sus filas como el alemán. Derrotó en primera ronda a Nigeria, Corea del Sur y Grecia, selecciones con mucho entusiasmo pero que no opusieron mayor resistencia.

En octavos de final venció a México por 3 - 1 luego de que el delantero Carlos Tévez marcara el primer gol en posición adelantada. Pero, a pesar de que México es un seleccionado compacto y aguerrido que habría complicado a cualquier equipo en esta Copa, tampoco era un equipo de primera categoría.

Maradona rendía su prueba de fuego como entrenador en el partido con Alemania, ese viejo enemigo ante el cual se había enfrentado en dos finales consecutivas hace 24 y 20 años, con el saldo de una victoria y una derrota respectivamente.

Lamentablemente para él, para sus jugadores y para el resto de sus compatriotas, no pasó el examen. Salió jalado groseramente. El fútbol siempre da revanchas. Quizás en el futuro a Maradona le toque la suya. Pero deberá ofrecer algo más que besos y abrazos. Con eso no alcanza, aunque sea un soldado veterano que con una pelota ganara el solo una guerra.

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