Quienes creían que con la muerte de la joven Paola Vargas en octubre del 2009 en manos del tristemente célebre barrista Bolón habían visto algo de lo peor, ni remotamente seguro pensaban que tan solo menos de diez meses después, el domingo 8 de agosto, una niña de tan solo tres años de edad, Romina Cornejo, sería terriblemente herida por una bala lanzada por José Luis Astuhuamán, quien junto con al menos cuatro desalmados como él, asaltaron al abuelo de la pequeña a fin de apropiarse de 6 mil dólares que este cambista llevaba de regreso a casa con él.
Hoy 12 de agosto, si a alguien le cabía alguna duda, esperanzado, sobre el futuro de la niña, todos sabemos que Romina quedará postrada de por vida por una paraplejia que se sabe incurable. Astuhuamán, alias “papita”, al disparar cobardemente condenó a un ser que de ninguna manera merecía correr esta suerte. Lima y el Perú, y donde llegue esta noticia, se consterna ante el terrible reflejo de la inseguridad ciudadana que agobia y aterroriza diariamente al peruano de a pie que vive confinado a la seguridad, muchas veces aparente, de su hogar, convirtiéndose este en su último refugio.
¡Basta ya de tanta violencia en las calles de Lima y en muchos otros lugares del Perú! ¡Basta de inocentes muertes y de vidas mutiladas a causa de la irracionalidad que campea libre por donde uno vaya! ¡Basta! La ciudadanía no soporta más el estrés que le produce el hecho de saber que nadie está libre de caer víctima en cualquier lugar y momento de uno o varios delincuentes, quienes impelidos por animales impulsos, dan rienda suelta a sus bajas pasiones, y sin culpa y remordimiento dañan, en el mejor de los casos, malamente a quienes caen entre sus manos. Si no los matan...
Que la desgracia que golpeará de por vida a Romina sumiendo a su familia en el dolor más profundo sirvan para algo. Que este dolor se procese, más allá de la congoja y solidaridad que nos embarga como seres humanos, social y políticamente confrontando a todos aquellos sin excepción alguna que pretenden hacerse de un sillón municipal el 3 de octubre. Los hechos acaecidos nos arrostran la necesidad de debatir urgentemente sobre las causas y las sanguinarias expresiones de descontrolada violencia urbana que erosiona los cimientos de la vida en sociedad.
Ha llegado el momento de pensar con inteligencia en torno a las soluciones que hay que dar a este acuciante problema de escala nacional que exige, más que ninguno, no solo atención inmediata, sino también visión a fin de enfrentarlo en su raíz. La violencia que nos embarga, a pesar del debate político que a todos hoy nos involucra, no tiene sexo, color, ni detenta ideología alguna, ni tendencia política. La sangre es sangre y el miedo es miedo. Es la oportunidad, Romina Cornejo se ha sacrificado involuntariamente, para dar muestras de lo mucho que falta por hacer en el país. Un país que todos deseamos más humano.