Para nadie es un secreto que la gastronomía peruana vive su mejor momento; no obstante, los objetivos apuntan a superar este momento, a hacer de este fenómeno social, económico, apasionado e histórico, una constante, un episodio que no acabe, que marque los destinos del Perú para las próximas décadas y que determine su crecimiento sostenido en todas las aristas que lo involucran.
Los peruanos estamos convencidos de que nuestra gastronomía es una de las más importantes del mundo; sin embargo, nos guste o no, todavía falta mucho para constituirnos en los mejores del planeta. Historia e insumos, tenemos de sobra; en creatividad e ingenio, nadie nos supera. Nuestros principales escollos radican en el tema de la salubridad, de la educación de cocineros y comensales, en la formación de líderes y, finalmente, en la regulación de una política integral relacionada con el turismo a nivel nacional, con proyecciones internacionales.
Una fiesta con convocatoria masiva, acaba de ser clausurada. Una celebración que nos deja un buen sabor. Una convivencia de una semana que deja un saldo positivo: en ventas, en intercambios, en empresas por comenzar, en premiaciones que incentivan y promueven el desarrollo profesional de los involucrados y, finalmente, una celebración que promete proyectarse como una de las más importantes del mundo, porque en esta parte del continente, los números ya lo determinaron así.
PRIMERAS CIFRAS
Seis días de algarabía dieron cuenta del ingreso de un poco más de 200 mil personas, superando las expectativas de sus organizadores. Se vendió más de un millón de panes de todas las regiones del Perú, siendo los serranos los de mayor demanda. Así también, casi 220 mil platos de deliciosa comida de la costa, sierra y selva de nuestro país, además del consumo de platos españoles, en el que sobresalió, sin duda, la estupenda paella.
Unas 13 toneladas de papa, la reina de Mistura, fueron vendidas en la zona del Gran Mercado. Cientos de variedades que encontraron usos diferentes, gracias a sus generosas características.
En la cocina de culto, el mejor cebiche, de manos de Javier Wong, fue repartido en un promedio de 800 porciones diarias y los 31 chefs invitados tuvieron masiva recepción en un público conformado, básicamente, por empresarios culinarios y estudiantes de gastronomía.
A ellos se sumaron las mesas redondas, charlas y paneles que se impartieron entre el Salón Tradición, el Salón Creatividad y el Auditorio Concursos, a cargo de cocineros tradicionales que dictaron cátedra de sus respectivas experiencias, además de la participación de artistas y panelistas invitados.
Hubo también premiaciones, entre las que destacaron el Concurso Perú Gourmet, del que hablaremos próximamente y en el que se premió el Plato llamado la Trilogía de los Mochicas. El Ají de Plata, el Joven Cocinero, el Mejor Pastelero, Mejor Panadero y Mejor Plato con Anchoveta, fueron otras de las competencias en las que se premió el mayor esfuerzo, el mejor trabajo en equipo y los platos y productos más deliciosos.
APUNTES FINALES
Un balance positivo que nos dejó el mejor de los sabores. Confluyeron todas las sangres y los gustos; nos impregnamos de peruanidad frente a un plato de chanfainita, lo mismo que a unos espaguetis a la huancaína con lomo; nos rendimos ante un célebre chilcano de pisco, al igual que ante una refrescante aguajina. Y nos maravillamos de la gran variedad de papas que producen nuestras tierras, con la misma emoción que sentimos al encontrarnos con los alimentos de ida y vuelta, que se fueron con los conquistadores españoles a tierras lejanas y volvieron a su cuna a ser transformados en platos que hoy componen el vasto listado de potajes peruanos.
Hubiéramos querido tener más tiempo para visitar el Perú entero a través de sus sabores y costumbres. Estuvimos en Tacna, probando su inigualable picante a la tacneña, visitamos la Lima de los postres conventuales y nos enamoramos de un suspiro a la limeña con sabor a pisco sour. Dejamos la ciudad y nos internamos en la cocina rústica y artesanal, para probar un chancho al palo con una porción de carapulcra.
El Gran Mercado, la panadería, la zona de piscos, el rincón del café y del chocolate; los restaurantes reconocidos, las tradiciones y carretillas y todas las manifestaciones musicales y culturales que estuvieron presentes nos dijeron a viva voz que el Perú tiene en la gastronomía una de sus más importantes riquezas; que el shambar de La Libertad, la melcocha de carretilla, el queso helado de Arequipa o la chicha morada maravillosa van a seguir existiendo mientras haya un peruano que valore sus costumbres y difunda las delicias de nuestras regiones.
Por fin todos los peruanos coincidimos en algo: nuestra cocina es una de las mejores del mundo. Y no dudamos que en pocos años sea reconocida internacionalmente, por su milenaria historia, sus productos bandera, sus creaciones innovadoras y su inigualable sabor.