Su vida siempre estuvo rodeada de misterio y mucho dinero. Huguette Clark, o Madame Clark, como le gustaba que la llamaran, fue una de las millonarias más grandes de Estados Unidos, heredera de un inmensa fortuna de 500 millones de dólares, que hoy están en disputa luego de su muerte el pasado 24 de mayo a los 104 años de edad.
Su historia revela sin duda el nivel de soledad que puede tener un ser humano. Nació en el año 1906 y fue hija de uno de los barones o más conocidos como “reyes del cobre del siglo XIX”. Desde pequeña no conoció más que el lujo y el glamour, siempre codeándose con prominentes familias del momento, como los Rockefeller, los Astor y los Guggenheim.
A los 22 años se casó con un joven de reconocida familia pero las cosas no resultaron como ella deseaba y tras dos años se separó irremediablemente. Desde entonces decidió refugiarse en su gran mansión ubicada en la Quinta Avenida de Manhattan, un departamento con nada menos que 43 habitaciones, muchas de las cuales poseen vista al Central Park, uno de los más hermosos de la gran manzana.
Entonces empezó su historia de misterio. Desde el año 1930, Madame Clark no volvió a tomarse fotografía alguna, ni a salir a la calle ni a tener contacto alguno con sus familiares, a quienes despreciaba porque según ella querían aprovecharse de su fortuna.
Solo se relacionaba con sus criados, sus médicos y sus abogados, a quienes siempre advirtió que su dinero no sería aprovechado por sus familiares. Es cuando su vida empieza a pasar desapercibida. Los medios de comunicación se olvidaron de su existencia, pasaron los años y dejaron de buscarla, de intentar saber más sobre su fortuna, sobre su amor y sobre cómo pasaba sus días.
Poco se sabe de sus años de consentido encierro. Le gustaban mucho las muñecas y pasaba horas viendo dibujos animados en la televisión. Si alguna vez salió a las calles, nadie lo supo, nadie la conocía porque no se tuvieron fotos de ella desde su divorcio, el reconocerla sería totalmente imposible. La información sobre su entorno se convirtió en meros cotilleos periodísticos que salían de vez en cuando al público.
Se sabe, además, que le encantaban las obras de arte. En su mansión hay decenas de obras de incontable valor que ahora son parte de su fortuna sin heredero. Aunque parece que la soledad era lo único que la hacía feliz, hace 20 años decidió mudarse de su lujoso departamento al centro hospitalario Beth Israel Medical Center de Nueva York, donde se cambió de nombre y negó el acceso a toda persona que no fueran sus médicos y enfermeras.
Tenía su cuarto lleno de muñecas antiguas y prácticamente hizo de su habitación su nuevo centro de reclusión. Se cree que las pocas personas que la cuidaban tenían un pacto firmado para no dar a conocer ningún detalle de su vida. Es más, no podían decir si Madame Clark estaba viva o no, para no atraer a los caza fortunas.
No se sabe si la millonaria invirtió o no su dinero. No se sabe si lo utilizó para alguna causa social o solamente para comprar obras de arte. Quizá el tiempo descubrirá lo que realmente motivó a una mujer joven y bella a recluirse lejos del contacto humano, según muchos para proteger su fortuna, según otros porque tenía fobia a ser lastimada, tal y como lo fue con el fracaso de su matrimonio.
La única persona que se ha manifestado hasta el momento sobre la muerte de Madame Clark es Michael Mackeon, su abogado, quien a través de un comunicado a los medios, expresó su tristeza ante la pérdida de una mujer que siempre quiso vivir con dignidad y privacidad.
Cabe recordar que el año pasado el canal MSNBC contó su historia en un reportaje y puso en duda si su fortuna estaba siendo bien administrada por sus abogados, los mismos que fueron denunciados por la familia de la millonaria por estarla presuntamente manipulando.
Madame Clark hoy no puede disfrutar más de sus queridas muñecas, no puede ver sus dibujos animados preferidos y ha sido enterrada en un velorio muy particular y casi sin personas. Fueron cerca de 80 años de reclusión, en una cárcel de cristal que ella misma construyó y alimentó para sentirse segura, para sentir el amor de sus inertes muñecas que finalmente no podían más que mostrarle sonrisas.
El tiempo descubrirá su verdadera historia, mientras tanto la Fiscalía de Manhattan se ocupa de otras cosas, la procedencia de la millonaria fortuna y sobre todo, a dónde irá a parar, algo que le preocupa mucho a los familiares de la enigmática Madame Clark.