Fueron 16 las selecciones Sub-20 que se enfrentaron en 64 emocionantes partidos que permitieron, entre muchas cosas, redescubrir un deporte muy querido, y durante mucho tiempo muy abandonado también.
El resurgimiento del vóley peruano no dependerá de una participación catalogada de positiva o aceptable por una selección de chicas que están ya dejando la selección juvenil para integrar algunas de ellas el seleccionado de mayores, sino de la comprensión de una realidad compleja, con variantes determinantes que hay que analizar para saber trabajar.
Reconocer las áreas más débiles de la problemática del vóley peruano es ahora, quizá, más sencillo. Haber estado en varios partidos al borde del infarto porque las “matadorcitas” no lograban definir un encuentro que con más garra y recursos hubiera sido posible, ha evidenciado dónde está la falencia.
El primer paso podría ser aceptar que no tenemos ni tendremos jugadoras de una talla superior al metro ochenta y tres, que por ahí aparezcan una que otra no hará la diferencia. Por ello se requiere aceptar que el estilo de juego deberá ser de ahora y para siempre muy diferente.
Rápido, veloz, con jugadas armadas en sincronía de tal manera que las carencias se conviertan en beneficios. Un equipo articulado que conoce sus debilidades puede emprender la difícil tarea de construir a partir de ellas.
Impulsar desde la escuela el amor por este deporte es un paso importante, necesario, sin embargo, también lo debería ser enseñar a las niñas desde pequeñas que en el vóley no todo es “matar” o anotar puntos directamente con un golpe fuerte.
El valor de tener una defensiva fortalecida es primordial, zagueros y líberos que puedan contrarrestar con rapidez la habilidad de las rivales. El rol de la líbero en un país que no tiene estatura ideal para el vóley debe ser uno de los más trabajados. En teoría nos deberían sobrar candidatas, sin embargo, no es así.
En este Mundial Juvenil se ha notado justamente eso. Si bien las primeras en lucirse son las atacantes que anotan los puntos, la estructura del equipo debe permitir que cada posición sea determinante e indispensable.
¿Cómo pretender ganarle a selecciones que tiene jugadoras de 1.92 m a más con solo 14 años? Responder esa pregunta es el desafío. Si una niña está ilusionada en ser una “matadora” y la talla no le da, mostrarle la realidad a temprana edad podría permitir ganar una extraordinaria jugadora en otra posición.
Descubrir e identificar los diversos talentos que el vóley exige deberá ser la medida que marque la pauta en los años venideros, formando cuadros útiles que funcionen al llegar a las selecciones.
Reiteramos el reconocimiento a la empresa privada que apostó hace unos años por el vóley nuevamente y ayudó así a visualizar la problemática, hablamos de Frecuencia Latina, el canal que se ha comprado la faena de sacar adelante este deporte.
Este viernes arranca el Gran Prix de Voleibol para la selección de mayores en Tailandia. Aunque es ya sabido que esta selección no tiene casi posibilidad alguna de hacer un papel interesante en el importante evento, puede servir para escalar posiciones en el ranking mundial y, sobre todo, foguear a las jugadoras juveniles que sean convocadas.
Una de ellas es Daniela Uribe, una de las “matadorcitas” que jugó un aceptable Mundial, pero que pudo brillar mucho más. Natalia Málaga tuvo palabras muy duras para ella en su afán de sacarle carácter y arrojo, como a las demás chicas, no obstante, concluyó en la última conferencia de prensa del Mundial Juvenil que es “una cuestión personal”.
"Daniela tiene muchos problemas de autoestima. Si esa chica no cambia, nunca va ser una gran jugadora (...). El otro día traté de incentivar a Daniela demostrándole con estadísticas que es la mejor. Pero desde ese día, nunca volvió a jugar como sabe. Ahora no puedo decir que es una buena jugadora cuando me hace cuatro puntos en dos sets”.
Y es cierto, lo visto en algunos partidos demostró tristemente que existe una apatía natural en muchas de las chicas, apatía que no las dejaba salir a matar en la cancha. El factor emocional y de autoestima ha jugado un rol preponderante, la fe en ellas mismas frente a situaciones tensas y desesperadas flaqueaba vergonzosamente.
Fue justamente en esos precisos momentos que la impotencia de Natalia Málaga, entrenadora de la selección, la llevaba a gritar e insultar en cada tiempo técnico; lo que ha suscitado las críticas y comentarios de muchas personas que consideran muy dura y agresiva la forma de tratar a las jóvenes.
Para los que estuvimos en uno de los encuentros más vibrantes del Mundial, el Perú – Estados Unidos, fue evidente que con esfuerzo y llevando las situaciones al límite, el seleccionado de Natalia Málaga respondía, poniéndose a la altura de la circunstancia.
Entonces ¿qué hace falta? ¿Por qué no se pudo llegar al objetivo de entrar entre los cuatro primeros? Tal vez una respuesta sea que la madurez no les ha llegado a las jugadoras. Otra sería que la alta competición esconde aspectos más que técnicos, emocionales, para los que ellas no estaban preparadas.
Seguir trabajando es la tarea ahora, lograr que el Grand Prix de Voleibol que va desde el 5 de agosto al 21 les sirva a las juveniles para potencial sus cualidades, medir su temperamento y fortalecer la técnica.
Afinar el saque, la recepción, la defensa… todo, aprender y aprehender de lo que tengan a su alrededor para que el vóley peruano sea más que ilusión momentánea, sino más bien una realidad sostenible y sostenida en un trabajo organizado.