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NACIDO PARA EL ESCENARIO

Edgar Guillén: del teatro a la vida misma
Es toda una institución en el teatro peruano. De infatigable caracterización y carácter, Edgar Guillén recibió más de un homenaje en estas recientes celebraciones por el Día Mundial del Teatro debido a sus 47 años sobre el escenario. Toda una vida por la cual muchas generaciones le pueden decir: al maestro con cariño.
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NACIDO PARA EL ESCENARIO

Se trata de uno de nuestros hombres de tablas más representativos, trabajador de la escena e perseverante investigador. Hablamos de Edgard Guillén (Arequipa, 1938).

Este año Guillén cumple 47 años sobre las tablas y por ello creemos preciso saber algo más de su carrera. Su historia comienza  cuando ingresó a los 18 años a la Facultad de Medicina de la Universidad de San Marcos, pero su pasión por las tablas pudo más y decidió inscribirse en la Escuela de Teatro de dicha universidad.

 

La primera obra en la que actuó fue Ratones y hombres de John Steinbeck, montaje del Grupo Alba que dirigió Alonso Alegría y se realizó en octubre de 1960. Luego protagonizó las tres primeras obras del Grupo de Teatro El Tábano, dirigido por Hernando Cortés. Más adelante trabajó con quien él considera su maestro: El recordado don Luis Álvarez.

 

Junto con una compañía de teatro español, viajó a Colombia e hizo una extensa gira en ese país. Desde Cartagena de Indias zarpó hacia Europa por su propia cuenta. Llegó a Madrid e hizo teatro tres años ininterrumpidos. Viajó a Ámsterdam, permaneció un año en Holanda y desde allí salió para recorrer Inglaterra, Bélgica, Alemania y Francia.

 

Regresó al Perú –pues todos vuelven dice el vals– en 1967 y bajo la dirección del mismo Cortés estrenó Carné de identidad, obra que el poeta Juan Gonzalo Rose escribiera para él. En 1967 formó Pequeño Teatro, su propio grupo. Con él viajó a Ecuador e hizo una larga gira auspiciada por la Casa de la Cultura de dicho país. Luego de una interminable lista de obras, cerró el grupo en 1969 y montó La vida de Edgar Allan Poe.

 

En 1980 inicia sus trabajos unipersonales. Y es desde 1993 que lleva haciendo teatro en su casa, donde ha puesto en escena la totalidad de sus unipersonales, entre ellas: Carné de identidad, Sin paradero oficial, La voz humana, Emily, Una mirada desde el jardín de los cerezos, Isadora, Fausto, Ricardo III, entre muchas otras.

 

Actualmente don Edgar Guillén cumple 47 años como actor. Esto es, sin duda, una razón más de respeto.

 

TEATRO EN LA CASA

 

Sentado en un sillón de su sala-teatro, Edgar Guillén nos recibe apurado pues es sábado y en unos momentos iniciará una nueva representación en esta casa suya que ha convertido en escenario.

 

¿Cómo se siente a estas alturas de la vida?

Cumplo setenta años. Cuarenta y siete con el teatro y dieciséis con las puertas abiertas de mi casa para seguir con esta terca necesidad de hacer teatro, de ejercer esa profesión que responsable o irresponsablemente elegí. El más elemental living de una casa, la mía, me sirve hasta hoy para hacer y deshacer como siempre el teatro a mi manera.

 

¿Cómo responde la gente?

Pues la gente sigue viniendo, a veces mucha a veces poca y a veces ninguna, y cuando veo personas, espectadores sentados en los sillones de mi casa, pienso en un milagro ¿o es que estoy cosechando lo que sembré?... Nada de eso, es simplemente porque la entrada es libre, que es sinónimo de gratis, y se pasan la voz de boca en boca.

 

Supongo que eso es gratificante...

Claro, y es en ese momento cuando de verdad me alegra ser actor. Haber servido de vaso comunicante. Además, el después de la función es lo mejor. Muchas veces la sobremesa dura más que la obra. No hay telón, nada me separa del público, no hay mentirosas escenografías, ni luces efectistas. Solo el autor usando el instrumento del actor y apelando a la imaginación del público y punto.

 

Debe ser complicado tener en tu hogar tu mismo centro de labores

Sí, es difícil tener en tu propia casa el lugar donde trabajas, pero después de dieciséis años ya encontré finalmente la forma de adecuarme a ello. He desacralizado mi propio espacio vital y he desacralizado el teatro, hay en esto una real necesidad de que mi casa sea el lugar donde definitivamente me siento más a gusto en el mundo.

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