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PATALETA CHILENA EN PLENA CAMPAÑA

Causas de la crisis diplomática con Perú
La agonizante Concertación intenta ganar votos con la pelea bilateral para las elecciones del 2010.
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PATALETA CHILENA EN PLENA CAMPAÑA
Cuando uno vio y escuchó las sandeces que dijo el ya retirado ex comandante General del Ejército peruano, Edwin Donayre, sobre los chilenos no quedó más que estar de lado de Santiago por un asunto de principios y respeto.
 
No era admisible que la máxima autoridad militar de un país, que se dice es democrático, tenga expresiones como “chileno que entra sale en bolsas”. Sea cual fuera las circunstancias –de que si el origen de las imágenes era de hace tres años, o de que si el general hablaba a título personal motivado por una copas de más en una reunión privada– Donayre tenía que irse cuanto antes.
 
El gobierno llamó a la calma y el presidente Alan García, como caballero que es, prometió que el general “boca floja” pasaría al retiro. Pero los ánimos en Santiago no se calmaron y en los últimos días las relaciones con el vecino país del sur han entrado en una crisis diplomática que poco o nada tienen que ver con la amistad y acercamiento que mostraron García y Bachelet recientemente en la cumbre del APEC.
 
Puede decirse que el sur arde y que esas llamas son avivadas por la clase política chilena que está tomando los entredichos con Lima para ganar réditos ahora que empieza un año electoral clave. Los más interesados en esta tensión son los dirigentes ligados al oficialismo chileno que ha entrado en un proceso de decadencia frente al electorado.
 
Desde la caída del régimen dictatorial de Augusto Pinochet en 1990, la Concertación, una coalición de partidos centro izquierdistas, ha gobernado Chile con marcado éxito y han convertido al país andino en un ejemplo de desarrollo y lucha contra la pobreza.
 
Urge un cambio
 
Sin embargo, 18 años y cuatro presidentes después, la población empieza a clamar por un cambio político, que al principio se pensó que podía darse bajo la figura de Michelle Bachelet, una mujer sobreviviente de las torturas de la dictadura.
 
Bachelet ha entrado a su tercer año de mandato en medio de una tormenta financiera externa que ha golpeado el país. El crecimiento interno está en sus mínimos históricos, a pesar de las crecientes exportaciones y la venta del cobre, y miles de trabajadores estatales están furiosos por sus salarios de vergüenza.
 
Además, los frecuentes escándalos de corrupción, el “fracaso” de la aplicación del Transantiago –el nuevo sistema público de transporte en la capital–, y los nulos progresos en materia de educación han desgastado al gobierno y a la Concertación.
 
El oficialismo está en un proceso de reacomodo en sus discursos económicos e ideológicos para asegurarse un quinto triunfo en los comicios de diciembre del 2010.
Por ejemplo, el sector más izquierdista de la coalición –el Partido Socialista– exige el fin de las políticas neoliberales en el gobierno para disminuir los índices de desigualdad. La centrista Democracia Cristiana (DC), en cambio, está en total desacuerdo.
 
En materia de política exterior y en particular, el tema peruano, también hay una discusión dentro de la Concertación. Los izquierdistas piden no supeditar las relaciones diplomáticas con Lima en temas intrascendentes, como las declaraciones del general Donayre, mientras la DC ha pedido mano dura y respeto.
 
No es de extrañar, entonces, la actitud del canciller chileno Alejandro Foxley, hombre muy cercano a la DC, que “exigió” el pase al retiro del general peruano en medio de amenazas. Sus palabras fueron respondidas inmediatamente por el presidente García, quien señaló que no recibía órdenes de extranjeros.
 
Foxley es un personaje muy controvertido dentro de la política chilena. La oposición derechista lo acusa de haber desordenado la política exterior de La Moneda e, inclusive, que su comportamiento errático podría poner en peligro los intereses del país.
 
Según medios chilenos, “la perniciosa efervescencia política del Canciller para llevar temas de relevancia nacional, como el proceso judicial interpuesto por Perú ante la Corte Internacional de La Haya, es un arma de doble filo y perjudicial”.
 
Víctor Pérez, secretario general de la opositora Unión Democrática Independiente (UDI), pidió a la presidenta Bachelet destituir al Canciller y así poner fin al caos. La idea es tentadora, pero de momento poco conveniente.
 
El polémico Foxley
 
Para nadie en Chile era un secreto las “diferencias” que separan a Foxley de Bachelet, al punto de que antes del caso Donayre, la presidenta le había quitado su confianza y buscaba su reemplazo. Sin embargo, fuentes en Chile confirman que Foxley se sabe seguro en el cargo debido a que la Presidenta no quiere dar la imagen de división frente a Lima y frente a sus compatriotas.
 
La permanencia de Foxley se decidiría recién en abril cuando se realicen las elecciones primarias para elegir al candidato presidencial de la Concertación. Los candidatos más fuertes son el actual secretario general de la OEA, José Miguel Insulza, del Partido Socialista, y el ex presidente Eduardo Frei, el timonel de la DC.
 
De ganar Insulza, Foxley se quedaría sin respaldo político en el oficialismo, mientras que Frei le garantizaría un futuro prometedor si es que gana las presidenciales de diciembre. Nada sin embargo, está dicho.
 
Las encuestas revelan que el gran favorito para suceder a Bachelet será el empresario Sebastián Piñera, del Partido Renovación Nacional (RN). Empresario de éxito y dueño de la aerolínea LAN, Piñera quiere ser el artífice de la primera victoria democrática de la derecha en Chile desde los años cincuenta. “Se que es posible y lo lograré”, ha dicho el magnate, quien perdió la segunda vuelta frente a Bachelet en el 2006.
 
Piñera es un derechista del siglo XXI, si cabe la frase, con una fuerte preocupación por el tema social y, lo que es más importante, sin ataduras con el pasado pinochetista.
 
Respecto a la política exterior con el Perú, ha dicho que respetará el veredicto de la Corte Internacional de La Haya, y que favorece a un mayor intercambio comercial bilateral.
 
Resulta curioso que la oposición chilena haya tenido un discurso más moderado en esta crisis con el Perú, pese a que históricamente la derecha ha ostentado el monopolio de la patriotería.

Una muestra más de que se saben ganadores y de que la Concertación, por el contrario, desesperada acude al factor externo para no hundirse más en las preferencias electorales. Pero ese “Titanic” chileno no lo salva nadie. Una lástima porque los peruanos seremos también una de sus víctimas.

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