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Sábado 20 de abril 2024   |   Contáctenos
REVISTA

RECORDANDO AL PADRE SERPA

Un reconocimiento a pocos días de su partida
La vida nos hace conocer cientos de personas buenas, pero pocos tenemos la fortuna de conocer personas excepcionales. El padre Juan Serpa era una de esas almas que nacieron para hacer el bien; y vivió y murió por esta causa. A pocos días de su partida, quiero compartir lo que escribí de él y su labor hace ya más de seis años, cuando recién empezaba a hacer periodismo. Este es el mejor de los tributos que puedo hacerle.
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RECORDANDO AL PADRE SERPA
“Si crees que los sueños no se hacen realidad, aquí tienes una muestra viva de que estás equivocado. El padre Juan Serpa ha construido el sueño de 153 campesinas, un pedacito de cielo que escapa a la bulliciosa Lima. Acompáñanos en este viaje y recibe el mensaje que hoy tienes en tus manos”.
 
Eran las 10:15 de una de esas mañanas en las que deseas que la combi acelere para llegar rápido al trabajo, pero dan luz roja en todos los semáforos, La cita era a las 10:30 en el colegio Montserrat, Lima, desde donde partiríamos, con un amigo muy especial, al lugar que sería el punto de inspiración de esta crónica.
 
Mi gráfico Eddy y yo llegamos rápidamente al colegio. Nos presentamos, y una señorita nos hace pasar a una espaciosa oficina. Justo ahí, frente a nosotros estaba el abnegado personaje, aquel que a falta de uno tiene miles de sueños, y que aún es un niño construyendo sueños de papel que con la ayuda de Dios está haciendo realidad.
 
¿Pueden imaginarse a un joven de 14 años, deseoso de incorporarse al seminario y que al dar el examen de ingreso apruebe todos los cursos menos religión? Ese es, sin duda, el padre Juan Serpa Meneses, un hombre de aspecto bonachón que es administrador, director, abogado padre y hasta madre de miles de niños y niñas que lo saludan cariñosamente porque saben que el lugar donde estudian y el hogar donde habitan existe gracias al buen corazón del padre.
 
Una pequeña visita por el Centro Parroquial Experimental de Educación Integral Nuestra Señora de Montserrat, mientras el padrecito atiende a dos madres de familia. Una joven secretaria se convierte en nuestra guía para enseñarnos el lugar y contarnos los proyectos de su creador. Al conocerlo, nos damos cuenta que este Montserrat no tiene nada que envidiar a los mejores centros particulares. Los niños gozan de una enseñanza de alta calidad basada en el cristianismo y las buenas costumbres, no por gusto el padre Serpa se da el trabajo de chequear personalmente la llegada puntual de cada uno de los profesores y su desempeño en clases.
 
Sin embargo, él desea hacer más por sus hijos e hijas. Está el compromiso de reabrir el comedor para atender a más de 2 mil criaturas, entre inicial, primaria y secundaria, y en fin, a todo niño pobre que pase hambre. Lamentablemente, para realiza este sueño se necesitan insumos y materiales, los niños son de condición humilde y solo tienen la posibilidad de hacer un pago anual; lo demás tal y como nis dice el padre, debe salir del ingenio y del sombrero.
 
HACIA HUACHIPA
 
Son las 10:30 y partimos hacia Huachipa. Luego de despedirse de sus alumnos y de algunos comerciantes que están en el jirón Callao, el padre Serpa, Eddy, la señora Juana y yo nos dirigimos hacia el Instituto Superior Parroquial Nuestra Señora de Montserrat, ubicado exactamente en la Av. Los Canarios Mz. I-2 lote 06.
 
El viaje dura unos 45 minutos, tiempo preciso para conocer algo más de la obra del padre Juan, de su buen humor y del orgullo, que le hincha el pecho, cuando habla de sus hijas de Huachipa. Cuando se divisa una pared alta y de ladrillos, sabemos que el pedacito de cielo está cerca. Se abre el portón y ahí está, 16 mil metros cuadrados de áreas verdes que albergan a 153 jóvenes provenientes de la costa, sierra y selva del Perú, todas con un mismo propósito: convertirse en promotoras de desarrollo comunal.
 
Heidi cuenta que todas las alumnas deben levantarse obligatoriamente a las cinco de la mañana para correr y hacer ejercicios. Estudian durante casi nueve horas al día y en sus ratos libres hacen deporte, ven un poco de televisión, leen o hacen sus tareas. Luego, el padre Serpa nos da el alcance para llevarnos a que veamos trabajar a sus hijas. En un inmenso campo, alrededor de 20 alumnas preparaban sus tierras para sembrar hortalizas en su clase agrícola. Todas a una voz: ¡Buenos días padre Juan! Y el cariño flota en el aire.
 
AMOR CON OLOR A PAN
 
¿Has probado alguna vez los conocidos caramandunga, aquellos que venden en diferentes supermercados? Pues su sabor es nada comparado a los que preparan y hornean estas chicas. Cada pan está a solo 10 céntimos – la mitad de lo que está en Lima- panes, que venden a la comunidad cercana pero que sin embargo no logra regresarles la inversión.
 
Como ya es costumbre el padre Serpa piensa en sus niñas. Luego de invitarles un palillo a cada una nos conduce a otro lugar, maravilloso como todos los que ya hemos conocido. Este es otro de sus sueños, abrir un restaurante para sus hijas. Es un ambiente abierto y en forma de herradura, ya tiene mesas, sillas y hasta el mostrador. Pero ¿Por qué no lo inauguran? ¿Qué les falta? El padre Sepa solo pide una cosa: exoneración del IGV para ponerlo en marcha y que este sea una manera de autofinanciarse.
 
Al escucharlo, Eddy y yo ya nos habíamos dado cuenta del inmenso potencial del hogar instituto; tienen animales, tierras y alumnas capacitadas para producir. A estas alturas de la crónica, ya podemos asegurar algo. El padre Serpa recibe a jóvenes de todo el país que solo deben pasar un examen médico y tener muchísimas ganas de ser alguien en la vida. Aquí les dan amor, seguridad, comida y estudios. Al finalizar, reciben el título de promotoras del desarrollo comunal a nombre de la nación, con el compromiso de regresas a sus comunidades para poner en práctica todo lo que saben.
 
Sería alentador que conozcan a estas chicas, futuras regidoras o alcaldesas de sus pueblos, que a pesar de su corta edad están mejor capacitadas que muchos universitarios limeños. El padre Serpa está luchando contra la pobreza en gran escala, su producto será el descentralismo creado sin más ayuda que el pago a docentes y demás personal por parte del Estado. Escuchamos que hace dos meses el congresista Antero Flores les prometió interceder por esta petición. Las 153 chicas aún esperan que cumpla su promesa.
 
SOLO UNAS ESTAMPILLAS
 
Al dar las 12:30, ya habíamos conocido todo el lugar, El padre nos conduce a otro ambiente, una mesa, cuatro sillas en las afuera de una casita rodeada de árboles y flores. Aquí podríamos conversar, mientras la señora Julia nos sirve un vasito de gaseosa para matar el calor.
 
Primera pregunta:¿Cómo hace Padre, cómo hace para lograr todo esto, cómo se solventa? Y es que esta obra es un constante milagro. Cada ladrillo puesto le ha costado muchas veces las limosnas de las misas celebradas, una campaña de ayuda promovida por los medios o una bendición para aquella empresa caritativa que se identifica con su causa; algún pequeño ingreso de lo que producen las chicas, porque han sido constantemente estafados por el mercado. Pero estos no son aportes eternos, y el gasto que significa albergar a 153 chicas, además de los 2 mil alumnos en el colegio de Lima, es realmente incalculable.
 
¿No sería maravilloso que el padre Juan recibiera un millón de soles anuales para continuar con esta obra invalorable? En el tiempo del presidente Belaunde, el padre Juan Serpa presentó un proyecto de ley de estampillas, en el que se otorgaba el 80 por ciento de beneficios a su causa y el 20 por ciento restante a los carteros. Aunque su proyecto fue modificado (El 80 por ciento para los carteros y el 20 por ciento para su causa), el proyecto de ley se aceptó y fue firmado por Alan García. Pasaron los años y con el ingreso de Alberto Fujimori a la presidencia, el padre fue despojado del beneficio de ley de estampillas, y de la gratuidad del agua y luz que anteriormente tenía.
 
Sin embargo, esta ley no ha sido anulada por otra. Permanece entonces la posibilidad de emitir las estampillas que generarían un beneficio de un millón de soles anuales, para que el padre Serpa pueda comprar más terrenos, albergar más jóvenes campesinas, construir la losa deportiva que tanto desea y la pequeña casa para aquellos sacerdotes ancianos ya retirados. Solo falta que el gobierno de luz verde para el retorno de esta ley.
 
PLAN HUASCARÁN
 
La música de fondo nos acompaña, sería difícil no inspirarse en un lugar como este. Las alumnas están en clases, seguramente en taller de computación. El padre Serpa nos cuenta que el Ministerio de Educación le ha ofrecido instalar el Plan Huascarán en Huachipa, inclusive ya le han entregado los formularios.
 
Desde hace meses, han invitado al presidente Toledo para que inaugure el sistema pero como a las cosas buenas siempre se llegan por el camino más difícil, el mandatario aún no se ha dado tiempo para conocer los 153 rostros de estas señoritas que anhelan aprender, y que no se dan abasto en las siente únicas computadoras hábiles que tienen, computadoras con repuestos que ya no existen y cuyo profesor están incrédulo de poder repararlas si vuelven a fallar.

Al sonar de una trompeta, todas las alumnas salen presurosas de sus aulas para dirigirse al patio central, por fin nos encontramos cara a cara con el testimonio vivo de una misión que empezó recolectando papel y que ahora tiene raíces fuertes y profundas.

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