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REVISTA

DÍA DEL PADRE

Un reto infinito
En un viejo sobre encontré una carta de hace muchos años, el remitente, mi padre. Las palabras, de afecto y reconciliación. La sensación, extraña. El resultado, una nueva oportunidad para comprobar que el ser humano se reinventa y perdona. El a mí, yo a él. En este día especial un abrazo a cada padre, aquel que viste el cuerpo de un padre, o de un abuelo, tío, hermano o madre. La paternidad está instalada en el corazón, y en ocasiones, no tiene sangre en el vínculo, sino amor.
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DÍA DEL PADRE

LA REVANCHA DEL TIEMPO

 

Durante mucho tiempo reduje a esa presencia insustituible mi propia idea de paternidad, a la presencia infinita del padre, a que esté sin importar nada. La paternidad hoy en día supone más. Una imagen de hombre fuerte, héroe a veces, invencible casi siempre, no basta... finalmente son formas idealizadas, asignadas socialmente a un rol cotidiano, asequible. Estructuras que en la práctica no se encuentran, no se reflejan en muchos casos.

 

Con el pasar de mi propio espacio, las ideas se han modificado, la búsqueda del súper padre ha mitigado frente a la realidad. Aquella que impone, con frecuencia, calma y certeza en el corazón. Aquella que me ha susurrado al oído que mejor es tener un padre humano, que un dios lejano. Aquella seguridad de saber que la sencillez es mil veces más provechosa que la ostentosa perfección. A esta certeza y calma le debo mucho, le debo disfrutar hoy de mi padre, le debo la tranquilidad en mi alma y sobretodo, la paz de vivir el día a día, y hacer que cada instante cuente para él y para mí, aunque miles de kilómetros nos separen.

 

La revancha nos espera en esta historia de encuentros y desencuentros, la venganza del tiempo perdido y los abrazos no dados. Esa venganza será dulce cuando llegue, y anhelo que llegue pronto. Que estemos a tiempo de ese contacto que borrará lo complicado y nos dejará lo sencillo. Lo hice abuelo, me hice madre, se hizo padre, me hice hija. Crecimos, y a fin de cuentas, eso es la vida, crecer, mutar, trascender a los errores y falencias. Mirarnos con generosidad y dejar que el viento se lleve lo superfluo, las bases nunca se mueven con la brisa, hace falta un ventarrón. Y ese no llegó. Nosotros llegamos antes. 

 

UN MODELO INESPERADO

 

Los orígenes de esta celebración se remontan al 19 de junio de 1910, en la ciudad de Spokane, Washington, escuchando un sermón sobre el Día de la Madre, Sonora Smart Dodd pensó que su padre, Henry Jackson Smart, merecía también un día especial. Siendo veterano de guerra, la crió junto con cinco hermanos, totalmente solo. Al morir su madre, en el parto de su sexto hijo, la vida que afrontó Henry fue difícil y atípica. Sin quejas o remilgos con el destino, asumió su tarea de padre-madre y batalló sin masculinidades absurdas como un amoroso padre. Razones suficientes para buscar la reivindicación del rol paterno en un día nacional, de la misma manera que Anna Jarvis había trabajado por el Día de la Madre. Pasaron muchos años antes que fuera oficial la celebración y en 1966 el presidente Lyndon Johnson declaró el Día del Padre cada tercer domingo de junio.

 

Es curioso que haya tomado tanto tiempo y la energía de muchos colaboradores lograr está declaración oficial, me pregunto ¿qué razones se esconden? ¿Qué motivaciones habrán influido en esta demora? Cuenta la historia que la controversia surgió al confrontar el Día del Padre, con el de la Madre, recordemos que la campaña masiva que emprendió Anna Jarvis fue muy fuerte y sus resultados totalmente inesperados.

 

Posiblemente jugó la partida aquella cuestión de roles masculinos y femeninos. De alguna manera en la mentalidad de la época, podría haberse considerado una debilidad a la imagen paterna una celebración sentimental y emotiva. ¿En qué medida los espacios humanizados y cálidos eran reservados para los padres? ¿Cuánto tuvo que pasar? Interesante verlo desde una perspectiva diferente, en la que aceptar finalmente el Día del Padre supuso un triunfo en la corriente que buscaba tener padres más cercanos, menos rígidos.

 

Este curioso relato no es más que una anécdota que encierra, quizá, el reto que la paternidad de hoy enfrenta. Un rol menospreciado cuando analizamos las estadísticas de hijos no reconocidos, la cantidad de madres solteras, el abandono de niños en edades claves para su desarrollo, la proliferación de pruebas de ADN como método de consulta después de un alumbramiento. Es decir, a la luz de la información, el rol paterno está devaluado.

 

Pero dónde quedan esos padres como Henry Jackson Smart, esos padres que enfrentan la necesidad de replantear su posición en la familia, esos padres jóvenes que cambian de piel para colocarse en un rol nuevo, repotenciado, que exige, hoy más que nunca, habilidades sociales, productivas y emocionales antes no conocidas. Dónde queda esa reivindicación social, la de todos los días, la del padre que hoy entiende que arrodillarse y mirar con ternura a los ojos a su hijo de tres años cuando hizo algo mal, vale la pena. Que bajar del cielo raso de la autoridad a la planicie de la sencillez, construye el espíritu y la seguridad de su hija. Ese padre es el de hoy, el verdadero guerrero que a punta de abrazos y besos se educa, se forma, se construye.

 

APRENDIENDO LA LECCIÓN

 

Históricamente el padre ha sido el proveedor por excelencia, el abastecedor de las necesidades básicas y no básicas de la familia, de los hijos. Es obvio que eso ya cambió, hace muchas lunas las parejas comparten la responsabilidad económica convirtiéndose el rol proveedor en una tarea compartida, no exclusiva. Sin embargo, aún no sucede lo mismo con el rol femenino de la protección, ese amparo maternal que está enraizado en cada uno de nosotros. No busca un niño pequeño siempre a la madre para consolarse tras un golpe, una caída; esa información inconsciente y sublime queda registrada como fuente de afecto y protección para toda la vida.

 

Pero ¿no debería también compartirse ese rol, ese tipo de afecto, de consuelo con el padre? Debería, pero aún no sucede esa revolución. Porque sí sugiere una metamorfosis total en la intimidad de una familia, en la estructura interna de la movilidad afectiva. El padre ha perdido un poco de piso, se le ha movido el tablero. La femenina energía que alimenta al universo hoy, ha significado que los roles paterno y materno no estén muy definidos. Se han mezclado en muchos aspectos pero el padre ha llevado la parte más difícil.

 

El hombre no es por naturaleza emotivo, es práctico y concreto. Basta leer el best seller "Los hombres son de Marte y las mujeres son de Venus" del escritor norteamericano John Gray, para descubrirnos en nuestras inmensas diferencias, entonces qué se supone debemos hacer.

 

¿Cómo ubicarnos en los nuevos roles masculino y femenino?, ¿cómo evitar que la esencia competitiva de nuestro género opaque la esencia del padre? Ahora el reto no es para los padres ausentes, sino para los presentes. Imagino que trascender es la respuesta. Aprender nuevos lenguajes, idiomas. Considerarse más que un proveedor para tomar un papel más activo, más complejo tal vez, pero más intenso. Los niños conocen las potencialidades de sus padres, sus capacidades y lo exigen. Las exploran al máximo, el terreno de lo afectivo implica una búsqueda inagotable, una fuente de ejercicios para el alma y la seguridad.

 

Una seguridad basada en el amor y los límites, mas no en el castigo y el dinero. Los padres billeteras ya no alcanzan. Ya no son suficiente, porque las madres igualaron esos estándares dejando lo mejor de ellos por salir. Este cambio es positivo, que una mujer lleve a casa lo mismo que el padre, en términos materiales, propone un juego nuevo. Libre de manipulaciones materiales y sumergiendo a la pareja en un universo apasionante, lúdico, rico. Poderoso en complicidades, maravilloso en resultados.

 

Un hijo recibiendo el mejor intento de su padre por ser un nuevo padre, es un mejor hijo. Es un hijo que ve el esfuerzo no solo económico, sino emocional. Ese es el verdadero reto de la paternidad. Vencer y romper los moldes que nos decían que un padre no puede hablar con dulzura, no debe desdibujar su imagen de autoridad. La autoridad supone, antes que nada, amor, y el amor es amable y tierno.

 

EL REFLEJO ES EL RETORNO

 

Nada fácil, pero no imposible. La lección que aprendo todos los días es que la simpleza nos permite ensayar y ensayar, si acaso toda la vida, hasta lograr la escena final. La escena que corone una entrega sincera de padre vital. En este día tradicional, en el que equivocadamente los encartes asocian al padre con artefactos súper tecnológicos y modernos, agradecemos la presencia tangible o intangible de ustedes, agradecemos las palabras dichas o no dichas, agradecemos la oportunidad eterna de ser mejores, de ser como somos, del silencio que en ocasiones no comprendemos, pero que con el tiempo valoramos. No siempre el silencio es ausencia, tal vez, simplemente no hay qué decir, la sola imagen de sus ojos mirándote a través del espejo retrovisor del auto, camino a la escuela, a veces alcanza. Es suficiente.
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