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REVISTA

LA TARUMBA Y SU HECHICERO

EL Circo del Perú cumple 25 años
"El Perú ya tiene su Circo" sería la pauta para este relato de perseverancia y amor. La Tarumba, el colectivo artístico que en 1984 propuso un nuevo sueño, cumple 25 años de extrema locura y fe. Con HECHICERO, un espectáculo ambicioso y emotivo celebra una etapa de posibles imposibles y nos recuerda que creer en nosotros mismos será siempre la mejor de las opciones.
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LA TARUMBA Y SU HECHICERO

Hacer visible lo invisible

 

En el maravilloso tránsito en este espacio he descubierto algo que todavía me sigue moviendo y conmoviendo, un hallazgo ineludible y feliz. El motor de las ideas y el atrevimiento es la pasión. Es la certeza por la vida, esa apuesta constante por algo más grande, más bello. En este universo de soñadores aparecen esta semana dos modelos únicos.

 

Fernando Zevallos y Estela Paredes, los creadores de La Tarumba, son quizá el ejemplo más clarificador de esta fortaleza resistente que es capaz de hacer visible, lo invisible. Era 1984 cuando el terror estaba instalado en nuestras entrañas, el fantasma de la violencia ejercía la presión más dolorosa y el terrorismo azotaba el país dejando una estela de destrucción en el alma tras su paso.

 

En este escenario ellos decidieron soñar, soñar y apostar por un país alegre, risueño, nace entonces La Tarumba, una promesa desafiante que elevaría a los límites de la esperanza cualquier plan de sobrevivencia. Circo, teatro y música son las claves del proyecto, cuyo batallar ha derivado en ser una de las compañías de Circo más seria y profesional de Latinoamérica.

 

Hacer un país mejor, era el objetivo, a pesar de las heridas sociales, sin importar las desigualdades, crear una conciencia de país optimista y creativo ha sido la constante en este tiempo. Una mágica búsqueda de respuestas, comprensión de la vida misma, entre trapecios y malabares ir gestando una identidad perdida, echando raíces a ritmo de cajón peruano. Articulando en cada acción grupal un argumento desconocido: Otro mundo es posible.

 

Un compromiso que cumple 25 años, una "locura" que convoca más de 30 mil espectadores cada año en sus montajes circenses, un juego que construyó una Escuela Profesional de Circo y que en sus talleres concentra más de 700 alumnos por año. En suma, un sueño realizado a punta de confianza y afecto.

 

La Carpa Roja

 

El alma del circo es sin duda la carpa, aquella estructura levantada en algún lugar de la ciudad con la férrea determinación de crear un espacio remoto, lejano de la realidad. Un cosmos de fantasía, color y risas. Una puerta que no es puerta, un escenario que es un círculo perfecto de acciones inesperadas, sorprendentes.

 

La entrada al olvido, la apertura al entusiasmo e ilusión. Concretar el ensueño de la "Carpa Propia" a La Tarumba le costó, como casi todo en su paso, lo que fuera un modesto grupo teatral cargado de expectativa que recorría plazas, colegios, barrios populares, giras nacionales e internacionales con un mensaje netamente social, se convirtió en el 2003 en la primera Compañía Circense del Perú con su Carpa Roja.

 

Un esfuerzo que ha valido el reconocimiento de todos los sectores de la nación y sobretodo del público. Un público que con el tiempo ha aprendido a disfrutar del "nuevo circo", sin ofensivos payasos o ridículos sketches. Sin parodiar la vida y las diferencias sociales, sin encasillar en estereotipos humillantes a ninguna persona. La risa no debe venir de la lástima o la burla, sino de la algarabía misma y el orgullo como colectivo humano.

 

Un humor natural, nacido del corazón peruano de sus integrantes, con una filosofía responsable y socialmente solidaria. Una pedagogía que se refuerza en una visión educadora, un equipo de profesionales que trabaja meses preparando contenidos: espectáculos, clases, talleres. Aquí no hay azar o suerte, hay chispa y vehemencia por ver crecer un sueño.

 

El recurso fácil de la carcajada inmediata pero fugaz en La Tarumba se esfumó, acá se persigue la memoria, el recuerdo. Todo lo contrario al circo tradicional, ellos forman parte de una tendencia contemporánea de circos como Cirque du Soleil, Teatro Zíngaro de Francia y otros grupos latinoamericanos. En esencia sus objetivos marcan el desarrollo de un juego escénico total, balanceando las herramientas tradicionales como la acrobacia, malabares, equilibrismo, música, con una historia como hilo conductor.

 

La sinergia entre el teatro y el circo se funden armónicamente recreando al compás de música en vivo una atmósfera febril y enriquecedora. La Tarumba aprovecha cada espacio y montaje para construir una identidad peruana a partir del hecho artístico. Utilizando los canales abiertos de los niños, y convirtiendo la resistencia instintiva del adulto en una oportunidad para la experiencia y el júbilo. Transformándolo todo.

 

Hechicero

 

Conquistar. Esa es la premisa de La Tarumba, en suma su trayecto en estos 25 años ha sido una conquista personal, como grupo teatral, y colectiva, como referente cultural. Una síntesis vivida que esta temporada ha visto su más ambicioso espectáculo, aquel que será difícilmente olvidado. Hechicero, un deseo convertido en un regalo para cada peruano.

 

Hacía mucho no sentía esa efervescencia al salir de un lugar, esas ganas de que no termine, que la intensidad siga su curso dentro de mí. Una emoción que va más allá de la admiración por la cuidadosa propuesta escénica, sino que perfora mi sentir como peruana, renueva mi fe en el país y consagra a La Tarumba como la compañía de circo, teatro y música más relevante del Perú.

 

Hechicero nos muestra el proceso de mestizaje sucedido en el Perú, un encuentro de amor entre Baltazar y Lucero nos conducen a vivir la experiencia costeña y andina a través de una comparsa festiva y una estampa peruana que no se agota. Rescatando elementos tradicionales de Huancavelica y Chincha, Hechicero, recrea las costumbres de los pueblos con una simpática visión integradora.

 

El evolutivo proceso de intercambio cultural que construye un todo más intenso, más efusivo. Así se muestra el sincretismo racial y social; con músicos peruanos en ambos lados, batallando rítmicamente cajones peruanos con el violín andino. El contrabajo marca la salida de la euforia y la batería nos envuelve, nos trae de vuelta. Las voces con reminiscencia africana de los hermanos Ballumbrosio e imágenes de la serranía peruana se mezclan frente a tus ojos, diluyendo las diferencias, mirando los elementos como una practica exacta de la diversidad.

 

Pensando que era probable que todo fuera parte de un gran plan, un territorio compartido tras la Colonia por costeños, andinos y criollos para maravillar al mundo. La siniestra codicia nos hizo pensar que éramos otra cosa, que los unos y los otros pertenecían a esferas alejadas, cuando la evidencia histórica nos demuestra que somos esta mezcla, esta unión de culturas.

 

El respeto es un ingrediente que esta vez tiene forma de Caballo Peruano de Paso, nuestro Patrimonio Cultural de la Nación. El espectáculo no podría tener la cálida y dulce tesitura que tiene si no fuera por la presencia de los caballos, Hechicero, Elegido, Marte, Otelo, Blas, Arlequín, Tarzán. La Carpa Roja se colma al ingresar, en diferentes actos y momentos, su equino temperamento, Fernando Zevallos es el encargado de guiarlos en la fusión con el espectador.

 

Son partícipes activos de la magia, de la grandeza de la tradición peruana, adiestrados con afecto interactúan con los artistas en las acrobacias y las arriesgadas maniobras aéreas. Conquistar la tierra con los caballos y los aires con los acróbatas, esa es la provocación, el reto mayor. Recibiendo con humildad la sabiduría del animal que confía y se entrega en cada función, sin mezquindad.

 

Una bandera peruana danzando, arrogándose las miradas, atrayendo decenas de corazones que sueñan, porque no, con sentir así como siente La Tarumba el Perú. Por creer con frenesí en que es factible la fe y la perseverancia. Vestuarios de la misma comunidad de Chopcca, en Huancavelica, zapateo libertario, sonrisas, chalanes y mayordomos patronales... Emulsionados todos en la fiesta y la risa. Sacando lo más bello de los Andes, su alegría, devolviendo lo más intenso de la Costa, su fiereza.

 

Derecho a soñar en círculos

 

La reflexión más productiva es aquella que nos conduce a la acción, al hacer y rehacer hasta que los recursos sean explotados, La Tarumba trabaja sus propios insumos creativos con el fin de integrar mente y cuerpo, consolidando en el trayecto la autoestima. Con los años y más de veinte espectáculos a cuestas su compromiso social se ha materializado en iniciativas como "El Circo Invisible" y la "Escuela Profesional del Circo Social", mereciendo un premio del Banco Mundial, entre otras instituciones.

 

El derecho a crear y creer es inalienable, es universal y poderoso. Requiere esfuerzo, muchas lágrimas pero da resultado. "El Festival del Círculo" es el encuentro que La Tarumba propone desde hace cuatro años para sorprender a los asistentes con la presencia de compañías internacionales, nutriendo así el quehacer circense nacional.

 

Logros y desvelos que hoy nos dejan Hechicero, este convite imperdible en la actual temporada. Cuando nada parece moverse, cuando las autoridades del país destrozan la confianza, cuando la tristeza pugna por instalarse de nuevo, surgen espectros fantásticos que nos recuerdan que el Perú es la fuerza de sus individuos, es la seguridad de sus corazones.

 

Antes de acabar, un danzante de tijeras se apodera de la Carpa Roja, se mimetiza con la arena, con el suelo, desafiante cierra el círculo con ese sonido cortante. Una bravata que es la antesala al desfile de caballos, actores, acróbatas, comparsas, músicos, todos. Recibiendo la gratitud del publico que agradece no sólo la función sino la intención. Que agradece la risa pero también el mensaje, que celebra sobretodo el éxito de un puñado de peruanos que dejaron el alma con la esperanza de contagiar y propagar el extraordinario virus de la felicidad.
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