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REVISTA

HASTA PRONTO DON JUANITO CASUSOL

Adiós al fundador de histórico bar de Barranco
Transcurrían los primeros minutos del primer día del año, cuando el buen Juanito Casusol se despedía en silencio de todos aquellos que alguna vez lo habían acompañado en su bar, el más entrañable de Lima: el Juanito.
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HASTA PRONTO DON JUANITO CASUSOL

Dos semanas después de cumplir los 97 años, un paro cardíaco fulminante se llevaba a Juanito de este mundo, de Barranco y de su querido bar, pero no de los corazones de los que alguna vez fueron felices entre las mesas de esa legendaria bodega que muchos convirtieron en su segunda casa.

Nacido el 16 de diciembre de 1912 en Puerto Eten, Lambayeque, Juanito inicia la historia de su bar el 16 de junio de 1937, cuando adquirió aquella tienda de abarrotes de la avenida Grau, frente a la plaza de Barranco, y luego de un tiempo decidió darle un vuelco al negocio.

Por si alguno todavía no lo sabe, cabe recalcar que al principio se expendía en el local artículos de primera necesidad e incluso productos de ferretería. Hasta que a Juanito se le ocurrió que sería buena idea instalar unas cuantas mesas y comenzar con el negocio que con el tiempo se convertiría en su vida.

Porque eso era el Juanito para su fundador y propietario (junto a sus hijos Rodolfo, Juan y César): su vida, más que un negocio. Podía no ganar mucho dinero y ver cómo a su alrededor otros bares abrían y cerraban, pero se divertía como nadie. Y contribuía a que otros se divirtieran. 

¿Cuál fue el secreto que Juanito supo hallar para convertir aquella modesta bodega en el bar más tradicional de Barranco y, junto al Queirolo, al Cordano, al Maury y al Superba, uno de los más tradicionales de Lima?

Los mejores chilcanos de pisco de Lima y los más recios capitanes se sirven en el Juanito, sin duda, de la misma manera que se sirvieron durante décadas. También, los mejores sánguches de jamón del país, de jamón serrano, de asado, de aceitunas, de queso y de pejerrey.

Pero todo eso no sirve para explicar por sí solo el éxito del Bar Juanito durante siete décadas. Cuando uno le pregunta a cualquier persona por qué frecuenta el Juanito, la respuesta es la misma: “Es como mi segunda casa”.

Era lo que solía decir Juanito a los viandantes nacionales y extranjeros de todas las edades que acudían a su bar guiados por los comentarios de los comensales antiguos: “Estás en tu casa”. 

Porque el Juanito no es un bar al que los parroquianos vayan a embriagarse hasta perder el sentido, como sucede en otros bares de Barranco y de distintos puntos de Lima. No. La diversión en el Juanito consiste en conversar con amigos de toda la vida o amigos que uno acaba de conocer y que, con los años, se convertirán también en amigos para siempre.

Amigos que solo es posible hallar ahí, en medio de las mesas de madera del local, entre copas, vasos y platos. ¡Cuántas amistades se han sellado para siempre entre esas mesas! ¡Cuántos amores! ¡Cuántas películas y libros se han gestado!  ¡Cuántos proyectos de arte! ¡Cuántos negocios, también! Solo Juanito lo sabe. Solo Juanito, que observaba el movimiento con una sonrisa de satisfacción detrás del mostrador, como un padre con sus hijos.

Incluso, cuando Juanito notaba que algún cliente había bebido más de la cuenta, solía convencerlo de tomarse un café o echarse una cabeceada hasta que estuviera en condiciones de enfrentarse a la madrugada barranquina. Tampoco era raro que llamara él mismo a alguno de los taxistas estacionados frente a la plaza y que lo conocían de toda la vida para que llevara al bebedor a su casa sano y salvo.

Ese era Juanito. No solo el propietario de un bar, sino el amigo que te preguntaba cómo estabas cuando llegabas. El viejo sabio que te daba un consejo si se lo pedías. Y hasta podía llegar a fiarte un trago en tus peores épocas, porque sabía que ibas a volver para pagárselo.

En tiempos veloces en que todos buscamos un bar o un restaurante que tenga Wi-Fi y acepte tarjetas de crédito y donde los mozos sepan mantener la distancia para no interrumpir tus conversaciones, el Juanito ofrecía otra cosa: calidez, trato personal, amistad. 

El Juanito ha recibido a visitantes ilustres, como la cantante Chabuca Granda (quien incluso lo menciona en algunas de sus canciones), los escritores Julio Ramón Ribeyro y Alfredo Bryce, los poetas Martín Adán y Juan Gonzalo Rose, el pintor Sérvulo Gutiérrez y, en los últimos tiempos, el cantante español Joaquín Sabina.

El Juanito ha servido de refugio en las noches inciertas de bohemia a escritores, pintores, cantantes, artistas y periodistas de toda especie, que veían en el bar un lugar donde conversar de lo que se les viniera en gana en medio de una botella de pisco y unos sánguches de jamón.

Es posible que toda persona de más de 20 años tenga por lo menos un recuerdo memorable en el Bar Juanito. La huella de un beso. El eco de una larga conversación. Las risas. Los abrazos. La brisa del mar barranquino que parecía morir a la salida del Juanito para despabilar a todos.

Ahora Juanito ya no está, pero su espíritu, que contagió de alegría a miles de comensales de todas las edades durante tantos años, continuará vivo entre las mesas de madera del bar. Ahora mismo, si usted decide darse una vuelta por Barranco y entra en el bar, podrá escuchar, entre los diálogos de la gente, más de una historia cuyo protagonista no es otro sino Juanito.

Porque, como las grandes, con su partida, la leyenda de Juanito acaba de comenzar. Salud por eso, Juanito. Hasta pronto.

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