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REVISTA

JAIME BAYLY EN EL SENTIR POPULAR

Desde la perspectiva de un taxista
En esta oportunidad, Generacción no conversó con un renombrado analista político para entender la posible candidatura de Jaime Bayly, sino con una persona que conoce de primera mano el sentir de la gente: un taxista.
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JAIME BAYLY EN EL SENTIR POPULAR

Hace un par de semanas subí a un taxi para dirigirme a entrevistar a un internacionalista sobre el primer año de Barack Obama en la presidencia de Estados Unidos. Desde Magdalena hasta Las Casuarinas es un trayecto largo, así que tuve tiempo suficiente de revisar las preguntas y constatar que la grabadora funcionase correctamente.

El taxista era un tipo de unos cincuenta años que llevaba polo blanco desgastado, gorra amarilla de heladero y un short que le quedaba grande, como si se lo hubiera prestado Alan García. Cada cierto tiempo escupía por la ventana y tenía un tic que le hacía abrir y cerrar los ojos a la vez que sacaba la lengua. Cuando se apasionaba con la conversación su tic se acentuaba y entonces daba la impresión de que iba a perder el control del vehículo, pero solo era una impresión.

Comenzó quejándose de que el clima ya no fuera como antes: cuando en verano salía el sol y no llovía. En ese momento caía una garúa persistente a pesar de que estábamos en enero. “Todo se ha maleado ahora, joven, hasta el clima”, dijo, resignado.

Cerca de lo que antes era el cine Orrantia, me preguntó qué me parecía la candidatura de Jaime Bayly. No me lo dijo así. Dijo: “Joven, ¿qué tal Jaimito como candidato?”

Entonces me di cuenta de que estaba frente a una persona que me podía ayudar a entender qué significaba la candidatura de Bayly y sus posibles implicancias en la campaña presidencial. Porque, para un periodista, conversar con un taxista durante unos minutos puede ser más útil que hacerle una serie de preguntas estudiadas a cualquier analista profesional.

Un experto, un político o el director de una encuestadora pueden tratar de esclarecer, mediante análisis sesudos y apoyados en sondeos de opinión, si Bayly será o no será candidato y, en ese caso, qué porcentaje del electorado se inclinaría a votar por él. Pero un taxista es quien tiene las respuestas más certeras.

Un taxista pulsa diariamente -sin cámaras y sin grabadoras, lo que genera un mayor nivel de comodidad y confianza- el sentir de las personas que recorren la ciudad: oficinistas, estudiantes, amas de casa, parejas, ancianos, desempleados.

Un taxista sabe -y entiende- lo que piensa la gente tal vez mejor que un especialista, sin duda mejor que un político y probablemente mejor que la mayoría de los periodistas, incluyendo a quien escribe estas líneas, desde luego.

¿Usted cree que se vaya a lanzar?, le pregunté, guardando mis cartas para después. El taxista escupió a las llantas de otro carro antes de responder. “Yo no sé, joven, pero a mí me parece que aunque sea por joder sí se lanza”.

Buen punto, pensé. Sabiendo del espíritu festivo que anima a Bayly cuando escribe sus novelas y artículos o cuando hace sus programas de televisión, quizás el motivo que finalmente lo animaría a lanzarse a la arena política sea esa, en apariencia simple pero en el fondo de peso: joder, molestar, incomodar. Como ese zancudo que se te cuela en el cuarto y no te deja dormir. Como ese sobrino que baja calato en las reuniones familiares para sonrojar a todos.

Cuando le pregunté al taxista qué opinaba de las propuestas de Bayly (legalización de las drogas, libre decisión de las mujeres para abortar, trato igual para las distintas religiones, eliminación de las Fuerzas Armadas, implantación del matrimonio entre homosexuales, reforma del Congreso), él sonrió mientras se detenía en el semáforo de Guardia Civil.

“Con lo de cerrar el Congreso la gente está feliz”, sostuvo. “Nadie quiere a los otorongos por vagos y rateros, pues. Pero en las demás cosas sí va a estar solo. ¿Usted cree, joven, que la gente va a querer que se legalice la droga, que los maricones puedan casarse y que las mujeres puedan abortar cuando se les dé la gana? Ahí Jaimito se equivocó”.

Otro buen punto. El propio Jaime Bayly, en un artículo publicado en el diario Perú 21 (Las Causas Perdidas, 26 de enero del 2010), a la vez que daba a conocer sus planteamientos, admitía que defiende “causas perdidas e impopulares”. Ciertamente, las posiciones de Bayly son por lo menos discutibles y polémicas y sin duda no van a generar consenso entre los electores.

¿Entonces usted cree que Bayly ni siquiera se va a presentar porque sabe que no va a ganar?, le pregunté al taxista. Él abrió y cerró los ojos mientras sacaba la lengua como un sapo. “Usted sabe, joven, que acá la gente no vota por programas de gobierno. La gente vota por quien le cae mejor. Y Bayly le cae bien a la gente”.

Otro punto. Bayly cae bien a la gente. Y la gente no vota por ideas o programas de gobierno, sino por simpatías o antipatías hacia los candidatos. El juego de la democracia permite eso. Votar por quien se te pega la gana. Luego te da cinco años para quejarte de tu presidente y de tus congresistas, pero en la cámara secreta estás solo. Y la mayoría no piensa en planteamientos o en ideas. La mayoría recuerda la sonrisa o el gesto del candidato de su preferencia.

Pero está bajo en las encuestas, le recordé al taxista, pensando en el 3% que le asignaban los últimos sondeos de opinión (en ese momento no tenía a la mano la encuesta que publicaría el lunes 25 el diario Correo, en la que se le confería a Bayly un 8% de intención de voto).

“Todavía la cosa está fría”, dijo él. “Que pasen los meses y si Jaimito hace un poco de campaña, va a subir. Además hay un montón de gente que va a votar por él pero cuando les preguntan dicen que no. Toditos los maricones van a votar por él. ¿Cuántos maricones cree que hay en el Perú, joven?”.

Cierto. Es difícil precisar la cantidad de homosexuales y bisexuales que existen en el país, pero también es difícil determinar si todos ellos votarían por Bayly únicamente porque él se ha declarado bisexual. Sin embargo, si el voto gay fuera disciplinado, quizás Bayly (o el candidato que lo captase) se aseguraría una gran cantidad de electores.

¿Pero usted cree que Bayly pueda ganar a Castañeda, Keiko, Toledo u Ollanta?, le pregunté. “No sé si va a ganar”, dijo el taxista con prudencia, “pero de que les quita puntos, les quita puntos. Por eso los demás candidatos le tienen miedo. Están temblando”.

Efectivamente. Los candidatos temen a Bayly. Y aunque lo más probable es que no gane la presidencia, les va a restar puntos. Va a distorsionar el escenario político. Ellos lo saben. Y por eso han comenzando a atacarlo sin darse cuenta de que, gracias a sus años de experiencia televisiva, Bayly está mucho mejor preparado que ellos para asimilar y responder sin picarse los ataques de cualquiera. El que se pica, pierde.

Los demás candidatos han dejado traslucir su nerviosismo ante la posible candidatura de Bayly. Luis Castañeda Lossio, puntero en todas las encuestas, lo llamó “fulano que divierte en la televisión”. Keiko Fujimori declaró que su padre no necesitaba que nadie lo indultase pues iba a salir absuelto. Esto lo dijo en alusión a las declaraciones de Bayly en el sentido de que indultaría al condenado ex presidente. Aunque luego se rectificó y dijo que convocaría a un referéndum para decidir sobre ese tema.

Lourdes Flores Nano dijo que era un chico inteligente y divertido pero que no sentía que fuera una propuesta válida. Los demás no han dicho nada de Bayly, pero es claro que los más inteligentes no quieren un enfrentamiento directo con un posible candidato que tiene dos horas a la semana en la televisión nacional y una página en un diario para decir lo que se le antoje.

Cuando le pregunté qué opinaban sus pasajeros de una eventual candidatura de Bayly, el taxista me respondió sacando la lengua tan fuerte que pensé que se estaba burlando de mí. No. Era su tic. “Está dividida la cosa”, subrayó, con ojos de gran entendedor. “Algunos están de acuerdo, otros no. Algunos se ríen, otros se molestan. Está peleado”.

Le iba a hacer una pregunta, pero él continuó sin hacerme caso. “Unos dicen que no está preparado para gobernar el Perú. Otros dicen que está bien que el Perú sea un país así como es, pero que tampoco es para que Bayly sea presidente, pues. Otros dicen que seríamos la burla de Latinoamérica. Algunos no quieren que sea presidente porque es maricón”.

¿Y cuál es el grupo en que usted ve a Bayly más fuerte?, le pregunté. El taxista pareció no entenderme, porque volteó a mirarme y yo pensé que me iba a escupir. Pero no. Escupió por la ventana. ¿Jóvenes, mujeres, señoras?, reformulé la pregunta. ¿Quiénes quieren más a Bayly?

El taxista sonrió: “Tiene que hablar bien, pues, jovencito, sino no le voy a entender”. Y agregó: “Hay de todo: señoras que quieren a Bayly, señoras que no lo quieren, jóvenes, muchachas, de todo. Pero los que sí no lo quieren para nada son los hombres. Maricón, le dicen”.

Cuando llegamos, le pregunté al taxista si él votaría por Bayly. Me retrucó, mientras revisaba a la luz el billete con que acababa de pagarle. “¿Usted votaría por Bayly, joven?” No, contesté. “Yo tampoco”, aseguró él, ante mi sorpresa. Yo pensé que usted iba a votar por Bayly, repuse. El taxista replicó con una sonrisa: “No, pues, joven, yo me río nomás, pero qué voy a votar por él... si es maricón”.

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