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Lunes 20 de agosto 2012

¿Qué siente un agorafóbico?

Los síntomas son varios y el estado emocional es agudo.
¿Qué siente un agorafóbico?
Foto: medicinalive.com

La gran mayoría de las personas agorafóbicas experimentan una serie de emociones desencadenados por la respuesta de ansiedad al ser sometidas o expuestas al estímulo causante. El afectado siente intensas sensaciones fisiológicas que aparecen súbitamente o como venidas de la nada, aumentando gradualmente y apareciendo una tras otra o varias combinaciones a la vez, según la persona entre en un estado emocional agudo.

Estas sensaciones generalmente son:

  • taquicardia.
  • ráfagas de calor/frío.
  • calor, sudor, sofoco.
  • temblores.
  • ahogo o falta de aire; hiperventilación.
  • mareo y vértigo.
  • sensación de irrealidad.
  • dolor u opresión en pecho.
  • astenia: fatiga o cansancio.
  • náuseas, dificultad para tragar, sensaciones extrañas en el estómago (como mariposas en el estómago).
  • visión borrosa o sensación de ver luces.
  • pinchazos, calambres, entumecimiento, tensión, piernas débiles, pérdida de sensibilidad, palidez.
  • sensación de orinar o evacuar, entre otros.

Cada persona experimenta toda una serie de respuestas fisiológicas en cada uno de sus ataques de pánico, y lo que hace es buscar ayuda de la manera posible e inmediata para salir de tal situación, para disminuir o cortar las emociones y que a su vez le mantenga a salvo.

No obstante con los síntomas, a todo esto aparecen automáticamente "pensamientos negativos o catastróficos" que por obvias razones, hace que aumente la respuesta fisiológica, convirtiendo su ansiedad en un verdadero pánico, volviendo así un caos la estabilidad emocional del afectado, ya que se siente extremadamente fuera de control y asegura que su estado físico-emocional no terminará y culminará en algo catastrófico (morir posiblemente).

Es importante resaltar que los pensamientos negativos o catastróficos aparecen automáticamente y como venidos de la nada, aún cuando la persona se esfuerce en no tenerlos, lo que a su vez aumenta la respuesta fisiológica. Dependiendo de la sensación más aguda que se experimente, es el pensamiento que su sistema nervioso autónomo (cerebro) dará; donde frecuentemente aparece el miedo a:

Tener un ataque al corazón: Aunque es el miedo más común, es la reacción más corriente provocado por el pánico. Quienes sienten esto, generalmente aparece en su cerebro la creencia de que van a morir de un infarto.

Para que suceda un infarto o accidente cardíaco, se necesitan características muy específicas, como: lesiones graves en el corazón o arterias cincundantes, exceso de ácidos grasos en la sangre, sobrepeso, vida sedentaria, consumo excesivo de alcohol, tabaco u otras drogas, antecedentes genéticos, edad avanzada. Debe quedar claro que el estrés por sí solo no causa accidentes cardíacos, aunque se esté en el peor de los ataques de pánico y reuniendo algunas de las características antes mencionadas la posibilidad es muy baja.

Lo que sucede en realidad es que aparece una subida brusca en la frecuencia cardíaca para enviar más oxígeno a los tejidos y músculos del cuerpo, ya que nuestro organismo se prepara para correr o luchar. Por lo tanto, más que provocar un accidente cardíaco, lo que hace las subidas bruscas en la frecuencia cardíaca es fortalecer el corazón. Así, la próxima vez que se note esta sensación se debe pensar que se ha iniciado un entrenamiento de nuestro corazón.

Ahogarse o asfixiarse: La única forma de que una persona muera asfixiada es que no llegue oxígeno a los pulmones, y lo que sucede en un ataque de pánico es completamente opuesto a la asfixia; el nivel de oxígeno es superior a lo normal. En este caso se está en un estado antagonista a la asfixia.

Como parte de la respuesta de ansiedad, nuestro organismo acelera el ritmo respiratorio, haciendo la respiración más profunda y rápida. La explicación ya se conoce: se necesita más oxígeno en el cuerpo para luchar o correr. Sin embargo, si no se realiza una de estas actividades caemos en un estado de "hiperventilación". En nuestro organismo hay más oxígeno del que se necesita, y paradójicamente uno de los efectos que esto produce es la sensación de asfixia o falta de aire. En este caso se emplean las técnicas de relajación y respiración.

Desmayarse: Este miedo es muy habitual para quienes notan sensaciones de mareo, vértigo, debilidad o piernas flojas. Su temor es el de un inminente desvanecimiento o pérdida de la conciencia en pleno ataque de pánico.

Fisiológicamente, los desmayos son producidos por una bajada brusca de la presión arterial. Si de pronto se desacelera el ritmo cardíaco, la sangre no llega con suficiente fuerza a nuestro cerebro; entonces se produce un desmayo. Sin embargo, cuando se está en un ataque de pánico, ocurre todo lo contrario: el corazón late con mayor fuerza y aumenta la presión, con lo cual es muy difícil desmayarse en ese estado.

Algunas personas que tienen este miedo, quizás hayan pasado por algún desmayo real. Si su caso es uno de estos, es interesante que compare cómo un desmayo es un alejamiento progresivo de la realidad, como caer en un sueño profundo, mientras que en el pánico es todo lo contrario; el cuerpo se encuentra «ultraacelerado» y lo que nunca ocurrirá es desmayarse; si la adrenalina vaga libremente por las venas.

Perder el control o volverse loco: Esta creencia aparece como resultado de notar anomalías en la visión, como "ver lucecitas", sensación de irrealidad, o pensamientos acelerados de querer escapar.

Cuando se está en pleno ataque de pánico, el organismo se prepara para correr o luchar; así activa todo nuestro cuerpo para una mejor reacción ante el peligro y sobrevivir. En este caso aumenta el campo visual dilatando nuestras pupilas para un mejor alcance visual de nuestro enemigo. Como esto no sucede, la luz ambiental es demasiada para las pupilas dilatadas, dando a su vez la peculiaridad de ver esas "lucecitas" vagas.

Por otro lado, cuando se cree que se va a perder la razón pensado cosas como "me siento mal", "¿dónde estoy?", "aquí no hay salida", "algo me va a dar", "¿si hago el ridículo?", "tengo que salir", "¿y si corro?", "pediré ayuda ¡ya!", "voy a tener...", etc. A partir de ese momento la persona piensa que se está volviendo loca, que será un enfermo mental, o quizás un esquizofrénico.

Otras personas creen que harán conductas extravagantes, ridículas o violentas que pongan en peligro la integridad física de otras personas o de sí mismos, como: gritar, tirarse al suelo, patalear, golpear, agredir o suicidarse. Esta sensación aparece por la percepción de descontrol que se tiene al estar en pleno ataque de pánico.

Lo peor que puede pasar en esta situación es que la persona escape a un lugar seguro, "poniéndose a salvo", y esto es algo que suele hacer voluntaria y conscientemente. En el próximo ataque de pánico, no hay de que preocuparse, los músculos harán lo que solo se decida hacer.

Miedo al miedo: Cuando se han sufrido otros ataques de pánico, la persona desarrolla otro miedo: el miedo a sufrir otro ataque.

El verdadero miedo es que el ataque siga y siga y no pare; otras personas temen que el próximo ataque no tenga fin. En este caso, es un buen momento para emplear la terapia cognitiva-conductual; el pánico es fruto de malas experiencias, de aprendizajes inadecuados. El sistema nervioso autónomo (cerebro) está diseñado para trabajar a alta intensidad pero en cortos periodos de tiempo. Cuando el sistema simpático se activa, también lo hace el parasimpático, que lo controla y lo frena. Un ataque de pánico, aún sin técnicas de control, solo durará unos minutos.

Así que cuando se crea que nunca se superará el problema o que se quedará estancado en el clímax del pánico, recuerde que es muy poco probable que esto suceda.

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