Pep Guardiola cuenta un cuento desde el escenario de un teatro. Su intervención es un viaje a la niñez por la calidez de sus palabras, su espíritu docente y una atmósfera de confort que envuelve su discurso porque todo el tiempo habla del juego. Nombra personas que lo influyeron, señala movimientos de Barcelona con un puntero laser, describe situaciones puntuales de vestuario, pero habla todo el tiempo de jugar. Y al fútbol se juega con la pelota.
Ese es el centro del universo de Guardiola y por eso tiene tanta predilección geográfica por el mediocampo. Es un gran lugar para gestar y para dar nacimiento a una manera de jugar al fútbol, aunque Pep diga y repita que su manera no es la única, que otros modos también sirven y que lo único que importa es estar convencido de lo que se quiere hacer y tener esa convicción para transmírselo a los futbolistas.
"Un chico quiere hacerse futbolista por esto..(hace el gesto de patear una pelota)..Después vienen otras cosas, otras cuestiones, pero lo fundamental es patear la pelota. Eso es lo que siempre me gustó del fútbol como jugador y quise ser futbolista para tener el balón. Y si no lo tengo no voy a esperar a que me lo des. Si eres mi rival, voy y te lo quito..", dice Guardiola ante 3.200 espectadores en el Teatro Gran Rex.
A esta altura del desarrollo del fútbol, con tantas polémicas por cada existente, de tantos sistemas probados con éxitos y fracasos, Pep Guardiola le explica cara a cara a una audiencia argentina porque decidió correr a Lionel Messi del extremo derecho al centro del campo. "Ahí esta la pelota. Por ahí pasa y le quito de encima a un defensor: uno es el marcador lateral y el otro la línea de cal, que es el mejor defensor que existe.."
Guardiola devuelve a los espectadores a un estado de niñez porque ese es el único ambito en el que convivieron los jugadores profesionales con aquellos que nunca lo fueron. Todos fueron niños y todos jugaron a la pelota. Luego algunos se hicieron futbolistas y otros televidentes, pero todos supieron lo que era patear una pelota. Bien o mal. La pelota, tratada de un modo pueril, minimizada y puesta como un accesorio en el mundo del fútbol, es el valor principal de Guardiola para luego entregar dosis de liderazgo desde el escenario.
Su vida como jugador fue la continuidad de su niñez. Johan Cruyff lo puso en el centro del campo donde recibía decenas de pases y daba otros tantos. Descubrió que eso era encantador. Porque se trataba de jugar y a eso se resume todo. Con las convicciones que cada uno tenga y con el sistema que cada técnico crea conveniente.
Abrumado por halagos y plaquetas recordatorias, Pep Guardiola se despide de la audiencia teatral. Le dan una pelota y la patea hacia la segunda bandeja. La "cuelga" y ya no vuelve. Es la única concesión que hizo en dos horas donde la pelota fue el centro del universo. Redonda como el sol.
(*) Publicado en el diario La Nación de Argentina (3 de mayo de 2013)