Faustino Barra, natural de la provincia cusqueña de Chumbivilcas, hijo de padres cusqueños, recuerda su llegada a Lima. «Desde aquel momento han pasado 39 años», nos dice con mirada ensoñadora. Tenía tan solo 16 años, cuando le dijo a sus padres que se iba a Lima para tentar suerte, en busca de una oportunidad para sentar las bases de un futuro que deseaba diferente.
«Con lo que tenía puesto y algunas cosas más, no muchas, emprendí el viaje a la capital, lleno de ilusiones», recuerda Faustino, quien, con 55 años a cuestas, es padre de tres hijos. Cerca de mil doscientos kilómetros de distancia habría a partir de esos días entre la tierra que lo recibió al nacer y la tierra a la que fue a dar tratando de labrarse un mejor futuro.
Comercio ambulatorio y una pollería en sus inicios
Le habían dicho que en la capital la vida es dura, que había que trabajar a brazo partido si lo que deseaba era ser alguien. «Para eso estaba», dice el menor de los tres hermanos Barra, el más pequeño de una familia compuesta, además de Félix y Sara, sus progenitores, por dos hombres y una mujer. A un adolescente como Faustino Barra escuchar decir «Lima es dura» no lo aminalaba en lo mínimo.
Tres días después de llegar se puso manos a la obra. «Me puse a trabajar ya, vendía caramelos y cigarrillos, caminaba 13, 14 hasta 15 horas cada días», añade. El trabajo ponía a prueba su resistencia, pero tenía que hacerlo para poder vender sus golosinas y cigarrillos, no tenía alternativa. «Así lloviera tenía que continuar, había que comer y juntar dinero», cuenta Faustino.
Sin embargo, el comercio ambulatorio constituyó una experiencia laboral de poca duración. Tan solo unos tres meses, pues pronto su autoempleo se trocó por el de trabajador en una pollería, “El Pollón”, en el distrito de San Juan de Lurigancho. «Comencé lavando platos, pero poco a poco fui aprendiendo del negocio, al punto que me ofrecieron el de ayudante de cocina», nos dice antes de añadir: «Trabajé duro, muy duro, para poder juntar mi dinero y de esta manera poder algún día tener mi propio negocio».
El hermano detenido y el negocio de los cueros
Todo parecía marchar sobre ruedas para Faustino Barra. Acumulaba no solo experiencia, también algo de dinero. El esfuerzo desplegado rendía sus frutos. Hasta que le llegó la noticia que su hermano se encontraba detenido injustamente en un penal.
«Fueron días difíciles para mi familia; para mí, saber que mi hermano estaba preso por nada me impedía dormir», relata cariacontecido Faustino. De no ser porque pronto lo dejaron en libertad, otro quizás hubiera sido el destino de nuestro emprendedor.
Libre su hermano, Faustino continuó visitándolo. Pronto se dio cuenta que durante el tiempo que duró su detención su hermano había aprendido artesanía. No tuvieron que pensar mucho para decidir ambos incursionar en el negocio de los cueros. «Creamos nuestro propio negocio, se llamaba “Trenza de cuero”». Y enseguida se capacitaron a fin de que los secretos de la artesanía de los cueros no les fueran ajenos.
Las pulseras: oportunidad que esperaba
Con el negocio en marcha, Faustino y su hermano, comenzaron a acumular más experiencia y ganar algo más de dinero. No se imaginaban que un día no muy lejano la oportunidad tocaría la puerta del negocio. «Nos contactó una mujer rubia, muy guapa, una dama de la alta sociedad inglesa, nos hizo un pedido muy grande, 15 mil pulseras, no podíamos creerlo, nos faltaban manos, los dos no podíamos», nos dice emocionado este cusqueño singular.
Toda la familia tuvo que unirse al trabajo, las 15 mil pulseras eran cosa seria. Pero eso no fue todo, la señora inglesa aumentó en 10 mil el número de pulseras. «Quiero 25 mil en lugar de 15 mil, señor», le dijo. No cabía duda, incluso la familia entera no podía darse abasto si lo que deseaba era satisfacer la importante demanda de pulseras. La decisión de contratar a otros operarios cayó por su propio peso.
Los hermanos Barra no tuvieron mejor idea que ofrecerle trabajo a todo el Comité de Madres del Club del Vaso de Leche que se encontraba por la zona de San Juan de Lurigancho donde su negocio se encontraba. Una experiencia alentadora que impulsó su negocio. «Con el paso de los años crecimos y cimentamos nuestro negocio de los cueros», recuerda Faustino.
El necesario cambio de rubro
El negocio creció. Lejano ya parecía el día cuando Faustino llegó a San Juan de Lurigancho en busca de un mejor destino. Creció, pero Faustino Barra quería algo más. «Deseaba cambiar de rumbo, me gustaba siempre ver las revistas, los catálogos y seguir de cerca lo que hacían los empresarios orientales que confeccionaban maletines de cuero; "por qué no", me decía, sabía que el momento del cambio llegaría».
Para Faustino Barra los noventa fueron años determinantes para el rumbo de su negocio. «Fueron tiempos que se prestaron para la inversión», nos dice. Un enamorado del arte del cuero, tomó la decisión de invertir también en maquinarias a fin de brindar diseños exclusivos «Para una clientela -nos lo precisa- cada vez más exigente».
«Diseños con toques artesanales, propios, generaron para mi satisfacción una demanda muy elevada, las pulseras artesanales fueron también por buen camino, los productos de cuero también tenían una demanda alta», nos dice satisfecho, Faustino, pero siempre dejando notar que desea más, como si lo que ha conseguido fuese tan solo el inicio de algo que promete mucho más.
Su propio negocio al fin
Emprendedor de los tiempos nuevos, para impulsar su negocio Faustino ha hecho uso de las redes sociales. En el perfil de facebook de su negocio o a través de otros espacios que le brinda la web ofrece más de 50 productos de cuero: casacas, monederos, pecheras, llaveros, gorras, maletines, canguros, maletines de oficina, en fin...
Hoy, 39 años después de haber llegado a la capital, Faustino cuenta con su propia tienda de artesanía, “Cueros Barra”. Se halla en Miraflores. Hoy nuestro emprendedor es invitado a ferias artesanales y cuenta entre sus clientes a un buen número de extranjeros que adquieren sus productos, como él dice, “Como pan caliente”. Los hijos de Faustino Barra, hoy, están siguiendo los pasos de su padre.
Se labran su propio camino. «Están creando sus propias empresas, con sus propias marcas», nos dice emocionado Faustino, sabedor que lo que él logró en la capital a lo largo de estas cuatro décadas inspira a quienes él más amá. De eso puede estar seguro, sus hijos, por lo que se ve, han aprendido de su padre, de Faustino Barra, El Rey del Cuero.