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REVISTA

Carlos "Chino" Domínguez presente

El fotógrafo del Perú
Alguna vez un editor me dijo que no escriba en primera persona, que de alguna manera ese derecho, si acaso privilegio, está reservado para el momento en el que eres "alguien". Hoy, escribo en primera persona porque así podré explicar el dolor y la tristeza que sentí al despedir a Carlos "Chino" Domínguez. Un dolor y tristeza que se siente en primera, segunda y tercera persona. Una pena que el Perú debe sentir también como suya.
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Carlos 'Chino' Domínguez presente

EL RECUERDO DE UN ENCUENTRO

Era una tarde de verano de 2009, hace menos de dos años, aún el Chino Domínguez no se había mudado a su casa en la calle Poesía en San Borja, a la espalda de la Biblioteca Nacional, aún estaba fuerte, aún tomaba fotografías, aún hablaba del amor.

Lo conocí al hacerle una entrevista, era el fotógrafo legendario, el maestro, y yo, la simple aprendiz a su lado. Tenía ya 75 años, y quería hablar. Amablemente estaba dispuesto a regalar su tiempo y su memoria.

Hablamos de todo un poco, de historias y anécdotas, se sentó y me dijo “dispara” y así comenzamos a descubrir, una vez más, el alma del fotógrafo que supo a través de su lente y mirada, retratar y construir una ciudad de a pocos. Con un ojo clínico desmembró lo evidente para convertirlo en algo extraordinario.

Lo simple lo transformó en intenso, en íntimo lo común, en silencio el grito y el ruido en calma, con su capacidad de mirar todo era posible. Las imágenes lo construyeron al punto de llenarlo de energía, de locura y a veces terror. ¿Cuántas lágrimas habrá acumulado en las retinas? ¿Cuántas sonrisas habrá encontrado en el camino? ¿Cuánta belleza? ¿Cuánta maldad?

La tristeza al saber que había partido para siempre fue muy honda, de pronto una sensación de pausa se apoderó del lugar, de pronto ese instante antes del click se hizo eterno. La fotografía que contaba que la muerte había llegado se estaba tomando y nos tomó, a todos, por sorpresa. Nos dejó en silencio, enmudeció el tiempo, la palabra, la imagen. Y es que nunca se está listo para despedir a alguien querido.

En la cuenta de Facebook de su hija Mary Domínguez se podía leer un mensaje casi repetitivo, Chino toma fotos en el camino… Casi era un pedido, una exigencia nacida del corazón de una comunidad que sabe lo que ha perdido.

Víctima de una dolencia renal crónica y un cáncer al pulmón fallece después de dar la batalla, se va el 17 de febrero dejando tras de sí un legado innegable y un nombre que deberá ser recordado siempre.

Su Perú, ese país que él pudo ver, fue en blanco y negro, un lugar a veces difícil, a veces más lejano que cercano. Sin embargo, su lucha desesperada detrás de una cámara fue por no dejar pasar ese instante, ese momento de vida, de energía.

Pocas veces un trabajo fotográfico puede condensar la historia de una nación con tanta precisión, pocas veces al ver una fotografía que fue tomada hace 60 años logras encontrarte si tienes 30, 20 ó 10 años. Así son las imágenes del Chino Domínguez, capaces de envolverte en una piel que creíste no era tuya, capaces de imprimirte una identidad añeja, ausente y presente a la vez.

Así era él, un maestro que retrataba lo que nadie veía, lo que parecía no importar… su cuerpo hoy descansa en la fugacidad de unas cenizas, él no está allí, está en cada imagen, en cada forma y tonalidad que felizmente muchos libros, revistas y periódicos guardan, él está donde tiene que estar. 

Su deseo fue que el Valle de Lunahuaná y el malecón de La Habana en Cuba lo reciban en forma de ceniza, casi efímero, y así será, manifestaron sus hijos. Él eligió descansar así, en aquellos lugares, donde seguramente fue extremadamente feliz alguna vez.

A los 77 años su alma bohemia y espíritu permanecían libres, rodeado de su familia, heredera de su talento, cosechando el afecto de sus colegas, alumnos de corazón, amigos y de ese pueblo que empezó a existir gracias a su mirada.

Aquí algunas de las palabras que aquella tarde de hace casi dos años me dejó, había vendido ya su archivo fotográfico de más de un millón de negativos a una universidad privada, estaba terminando el proceso de codificación y digitalización de buena parte del material, estaba muy activo a pesar de las tres diálisis que se hacía por semana.

“Con el correr del tiempo me he dado cuenta que lo que tenía en mis negativos era una forma de memoria de este país. Los problemas sociales, políticos, golpes de Estado, deportes, las cárceles del Perú (...) Yo no quiero que este material de 60 años de trabajo se vaya a perder, muy poca gente sabe la importancia de un archivo. Las próximas generaciones lo sabrán. Alan García me puso cuando publiqué mi primer libro: La retina del Perú. Pablo Macera dijo que yo era: Los ojos de la historia".

¿Hubo espacio para la alegría a pesar del dolor?

“Siempre, lo que pasa es que uno se multiplica. Yo considero que a mí me han puesto en este planeta para una labor específica: 60 años después me doy cuenta, sin querer, que ya lo he estado haciendo”.

¿Se siente satisfecho?

“Yo diría que en parte, porque lo que yo he fotografiado, nadie lo ha solucionado. Ningún gobierno. Todos esos niños que yo he fotografiado hace 60 años, deben tener 70, y este país sigue igual. La educación está por los suelos, todo lo demás es pura historia, puro cuento”.

Al final de la entrevista confesó que quería buscar el color, ese color que sabía el Perú también tenía, tonalidades que hicieran que sus imágenes exploraran otros rumbos, otro lenguaje. El tiempo lo detuvo en ese proceso, pero la intensidad nunca lo abandonó porque como bien sabía, lo que no cambia jamás es la forma de mirar. Ni los años, ni su enfermedad, ni el cansancio cambiaron su mirada, se mantuvo intacta, como sus fotografías, intactas, como su presencia, intacta.

Foto: César Revilla

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COMENTARIOS
2 comentarios      
Querida Laylah, inmponente artículo. Los q estamos aun gateando en esta maravillosa experiencia del periodismo, rendimos homenaje al maestro. Un abrazo.
21 de febrero 2011
Gracias amigos por recordar a mi padre y por tan hermoso artìculo y bella foto, gracias de corazòn.
27 de febrero 2011
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