La noticia ha causado gran impacto en el mundo de la música, aunque también -y es lo más triste- no sorprendió del todo. De alguna forma se veía venir. A sus 27 años, la joven diva del soul Amy Winehouse fue encontrada muerta en su departamento de Londres.
En medio del caos que era su piso en Camden, en el norte de la capital inglesa, los paramédicos, que fueron alertados por una llamada a las 15:54 –hora en Reino Unido-, no hacían más que mirar con lástima el delgado cuerpo de la estrella que mostraba los signos de una vida ajetreada por la drogas y el alcohol.
Simplemente Amy había perdido la guerra contra un demonio al que había acudido desde muy joven para poder escapar de la miseria en la que se había convertido su vida personal por tantos amores frustrados y un deseo incomprendido de ser única, una “perra genuina”, como diría tantas veces.
Ella lo era, ciertamente, pero quizá no se lo creía. Quienes la conocieron aseguran que era una chica muy agradable, con una sonrisa todo el tiempo en sus labios, muy alejada de esa imagen vulgar, revoltosa y despreocupada que dio y que los medios de comunicación se encargaron de enfatizar.
Desde que apareció en la escena pública en el 2003 con su primer disco, Frank, la prensa amarilla inglesa –con el tristemente célebre y desaparecido News of the Wolrd– fue hacia ella como un leopardo hambriento cuando se acerca a un inocente venado.
Ella aguantó el embate pero echó mano a las drogas para su salvación personal. Con el alcohol, se sentía una súper héroe, dijo una vez, pero siempre que pasaban sus efectos volvía a ser Amy, la incomprendida.
Sus biógrafos aseguran que ella nunca fue una mansa paloma y recordaron su expulsión de la escuela de teatro Sylvia Young, además del Brit School, donde estudiaba teatro musical.
Pero a pesar de estos retrocesos, ella insistió porque sabía que tenía talento y mucho. A los 17 años firmó un contrato con Island Records y demoró tres años para tener listo su álbum debut.
El disco fue halagado por los siempre quisquillosos críticos musicales y tuvo ventas respetables en Reino Unido, en donde fue nominado al mejor álbum del año en los premios Mercury, un importante empujón para los artistas debutantes.
Amy, siempre inconforme y perfeccionista con todo lo que hacía, demoró otros tres años más para lanzar el álbum que la convertiría en un ícono de la música y ahora, con su muerte, en una leyenda: Back to Black.
Gracias al gran aporte de su productor Mark Ronson, el disco fue una renovación total del viejo soul de Motown, que estuvo acompañado de una nueva imagen de la artista y que la diferenciaron de otras colegas de su edad: un enorme moño en la cabeza y un maquillaje estilo egipcio.
Rehab fue el primer sencillo del álbum y tal vez el himno de su vida turbulenta. “They tried to make me go to rehab. I said 'no, no, no'” (“Ellos intentaron llevarme a rehabilitación. Yo dije no, no, no”), dice una de las estrofas de la canción que fue un éxito mundial.
En una entrevista con la cadena BBC, Amy aseguró que ella estaba segura que sería un hit en Europa pero nunca imaginó el huracán en que se convertiría y que comenzó en los Brit Awards cuando le robó el show a la entonces favorita Lily Allen, y que terminó al ganarse cinco premios Grammy en Los Ángeles.
Pero con la fama también llegaron los viejos demonios de la artista. En una temprana entrevista con la cadena VH1 en el 2005, su padre Mitch Winehouse, señaló que sabía que los millones de libras esterlinas que recibía su hija en sus cuentas bancarías terminarían en bares y discotecas de Londres. “Sabe su problema pero no es capaz de ponerse un freno a tiempo”, dijo esa vez.
La prensa inglesa estaba exaltante pues ya tenía a su propia Britney a la que podía destrozar. Inmediatamente la compararon con Pete Doherty y la proclamaron la “Billie Holiday” del pop.
Lo demás es historia. Su extrema delgadez dejó en evidencia que tenía problemas de alimentación –anorexia o bulimia–, problemas de conducta –se habló que era maniaca depresiva–, tatuajes en exceso, y hasta drogadicción en plenas presentaciones.
Su matrimonio en mayo del 2007 con Blake Fielder-Civil terminó por hundirla más al punto en que sus presentaciones eran cada vez más esporádicas y lamentables.
Tras ingresar decenas de veces a centros de rehabilitación para volver a recaer, Amy fue dilatando la grabación de su tercer álbum hasta que su productor Mark Ronson terminó por tirarse del barco. “No puedo hacerlo, ella está destruyéndose y no quiero ser parte de esto”, dijo.
Se dice que en los últimos meses, Amy se mostraba más serena pero que la presión por tener un álbum tan o mejor que Back to Black era una carga muy pesada de manejar. Su voz, afectada por un enfisema tiempo atrás, la hacía jadear más que cantar, y su cuerpo ya no soportaba ni siquiera mantenerse más de media hora firme con unos tacos.
Triste final para una joven con un extraordinario talento y un verdadero animal musical que se une a esa triste lista de músicos que conforman Jimi Hendrix, Janis Joplin, Jim Morrison, Kurt Cobain y Brian Jones que solo vivieron 27 primaveras… o 27 inviernos. Descansa tranquila, dulce Amy.
MÁS DATOS
Amy Winehouse en desnuda entrevista antes de su muerte
"La vida es corta", dijo en el 2007. Cantante británica afirmó en entrevista al diario El Mundo que deseaba ser recordada por ser "genuina".
http://www.elmundo.es/elmundo/2007/09/28/cultura/1191003950.html
http://www.generaccion.com/magazine/1730/amy-winehouse-rehabilitacin-otra-vez