Cada vez que asisto a una feria, ya sea como vendedor/expositor o simplemente como público atraído por esa sensación especial que produce el espíritu “feriante”, me doy cuenta de que en el Perú tenemos una tradición maravillosa que se trasmite de generación en generación y que se extiende a todas las actividades del comercio existente. Desde las propuestas gastronómicas hasta la venta de autos, las ferias tienen la magia de convocar a todo público, el cual desarrolla una especial estrategia compradora, ya que espera encontrar las ofertas que determinarán un consumo racional, ofertas que suele no encontrarse en situaciones normales del mercado.
Esta sana tradición suele permitir introducir productos y servicios al mercado, que permite a los emprendedores presentar sus propuestas y validarlas con el mercado. Pero también sirven para poner en práctica estrategias de marketing y de ventas, que le permitirán definir estrategias futuras en condiciones normales de mercado, ya que las condiciones de las ferias siempre ponen a prueba al límite y es un laboratorio inmejorable para conocer cómo nuestro público objetivo responderá a nuestras propuestas comerciales.
Desde la época de la Feria del Hogar hasta la actual Mistura, pasando por las cientos de ferias en todo el país en sectores rurales, donde el trueque es aún la forma de intercambio entre oferentes y demandantes, podemos contar siempre con esta fórmula democrática de concentrar en un espacio y tiempo concretos a nuestro público meta, hagamos siempre que este acceso sea lo más universal e inclusivo y mantengamos nuestras sanas tradiciones de competencia, que definitivamente unen a la pequeña, mediana y gran empresa en un solo lugar: las ferias (Escrito por Jorge Palao para el diario La República).