Rosa Amaro tiene 60 años y los últimos nueve años lo ha dedicado íntegramente al Movimiento por la Salud de La Oroya, el MOSAO. Este movimiento fue creado en 2002 y está integrado por pobladores de La Oroya decidieron emprender el camino de la protección de la salud y la dignidad de su provincia ante la emisión de gases tóxicos generados por la empresa Doe Run.
Amaro ha vivido toda su vida en La Oroya Antigua, zona que se ubica a muy pocos metros de la fundición, siendo la más golpeada por los gases tóxicos. Hoy, el clima de amenazas y hostigamientos que recibe, ha llevado a Rosa a vivir a salto de mata, entre La Oroya y Jauja, en Huancayo, siempre buscando seguridad.
“Somos víctimas de una especie de terrorismo blanco”, dice Rosa. Y es que en La Oroya el ambiente es hostil para los defensores ambientalistas, tienen que enfrentarse a diferentes flancos, como: volantes, panfletos, una radioemisora reproduce sin ninguna responsabilidad ofensas y amenazas constantes contra la familia de Amaro y otros luchadores sociales de la zona, cuyo contenido promueve la violencia y agresión.
Amaro describe el hostigamiento como feroz. “Llaman también por teléfono, insultan. Nos dicen ‘salgan de La Oroya porque los vamos a matar’, ‘vamos a quemar sus casas’”, narra Amaro. Esto lo escuchó en uno de los últimos mítines organizado hace un par de semanas por los trabajadores de Doe Run. “No podemos salir a la calle, y la situación es hoy más intensa por la presión social en La Oroya para se reabra la fundición”, dice.
En los últimos meses se han intensificado los insultos
Rosa Amaro y su esposo Clemente relatan que en muchas oportunidades han sido perseguidos por las calles. En los últimos meses los ataques se han vuelto permanentes y sistemáticos.
Amaro recuerda que“cuando hubo una reunión en el sindicato de los trabajadores, al finalizar la reunión hombres y mujeres vinieron por la calle 2 de mayo y bajaron por la calle Callao (La Oroya Vieja), y cuando se encontraba saliendo de su domicilio para dirigirse la oficina de la ONG Filomena Tomaira, escuchó a un grupo de sujetos decir: “ella es, vamos”. “Yo no supe qué hacer en ese momento, solo corrí para tomar cualquier carro y salir del lugar”, cuenta.
A lo largo de estos años, las aproximadamente 5 ó 6 veces que Amaro y otros miembros del MOSAO han intentado pedir garantías al Subprefecto o Gobernador de La Oroya, no han obtenido ningún resultado, ya que al presentar la denuncia, les han pedido datos para identificar a los agresores (nombres y apellidos completos, DNI, dirección, entre otros) y muchas veces estos actúan en grupo y es difícil identificarlos.