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Lunes 11 de junio 2012

Josefina Vázquez Mota: Prefiero el diálogo a la confrontación

Candidata del PAN se apunta como la favorita para llegar a la Presidencia de México.
Josefina Vázquez Mota: Prefiero el diálogo a la confrontación
Foto: Referencial

La candidata presidencial por el Partido Acción Nacional (PAN), Josefina Vázquez Mota, aseguró en una entrevista del año pasado con Roberto Garza de Msemanal sobre la necesidad de una reforma política y de un Estado con instituciones fuertes, así como sobre el problema de la inseguridad en México.

¿Cómo va la campaña?

¿La pre-precampaña? (ríe). La verdad, yo me siento particularmente contenta; ha sido para mí no sólo una experiencia política sino también de vida, de gran intensidad. Empecé desde marzo y se ha venido dando un crecimiento muy afortunado en la aceptación, y eso me hace sentir muy agradecida con quienes en el PAN manifiestan su simpatía y preferencia.

¿Cuándo se define si la candidatura presidencial panista sale por votación abierta o cerrada?

El presidente (del partido) Madero fue quien propuso ante el Comité Ejecutivo Nacional (CEN) la posibilidad o la alternativa de explorar una candidatura abierta; el PAN, tradicionalmente y sobre todo en una candidatura presidencial, lo hace con militantes y adherentes. Pero yo le doy la bienvenida a la propuesta del presidente Madero —que, por cierto, se aprobó en el CEN— por varias razones; la más importante es que estoy convencida de que si abrimos de alguna manera la elección, vamos a tener la oportunidad de reencontrarnos de manera más cercana con los ciudadanos, de fortalecer el espíritu democrático de Acción Nacional y de dar a la candidatura un liderazgo más poderoso cuando se encuentre el candidato en la boleta frente a otros partidos políticos. Es una apuesta audaz de modernización; en todo caso, yo jugaré con el método que mi partido resuelva. Teniendo el liderazgo en las encuestas, lo que más convendría sería decir “no le muevan, déjenlo como está”; pero mi vida se construye en la sociedad civil.

¿Cuándo entró usted a Acción Nacional?

Ingresé al Congreso en el 2000, y un par de años más tarde se da mi afiliación; le aprecio al PAN que me haya invitado como candidata ciudadana, desde la sociedad civil.

De los tres aspirantes más visibles de su partido, a Ernesto Cordero lo podríamos pintar como “el candidato oficial” y a Santiago Creel como “el hijo desobediente”. ¿Dónde se situaría usted?

Yo me ubico como la mujer, la panista que quiere ser la candidata de los panistas. Quiero ser la que tenga el apoyo de los militantes y adherentes; quiero significar esperanza, unidad y cohesión, y las convicciones que hemos defendido por 72 años de nuestra historia.

Pero ahora el partido está, hasta cierto punto, bajo fuego; tiene dos casos desde Monterrey, Nuevo León: los de Adalberto Madero y el del actual alcalde, Fernando Larrazabal, cuyos juicios se perciben como detenidos o minimizados desde el CEN.

Lo primero es hacer una diferenciación; son dos casos con su propia dinámica e historia, pero debo decir que todos debemos ser iguales ante la ley. En el partido hay comisiones de orden, que en todo caso tienen que ejercer sus juicios. Creo que en caso del alcalde actual de Monterrey la solicitud que se le hizo fue justamente para dejar que las autoridades competentes hicieran su tarea. No era acusación o incriminación, sino pedirle la consideración de una licencia para dejar trabajar a las autoridades; yo estoy convencida de que, particularmente los panistas, estamos obligados a dar ejemplo de congruencia ante el cumplimiento de la ley. No puedo más que decir —para salvaguardar estas convicciones y, sobre todo, la confianza de los ciudadanos— que el rasero debe ser el mismo que el que aplicaríamos a cualquier ciudadano.

¿Cuáles son sus mayores logros?

He tenido la fortuna de ejercer tareas que he disfrutado y que me gustan. He podido ser una constructora de acuerdos con propios pero también con fuerzas políticas diferentes. Soy una mujer que negocia. Prefiero el diálogo a la confrontación. Pero realmente mis desafíos más grandes han sido por la defensa de las instituciones; desde la Secretaría de Desarrollo Social o la de Educación Pública, he procurado que los temas no se convirtieran en personales, siempre he tenido un propósito institucional. Me gusta la interlocución, así entiendo la vida, con una gran cantidad de actores. Puedo hablar con formas de pensar muy diferentes, pero mi mirada de México, después de haberlo caminado tantas veces, es de inclusión, de diversidad y de respeto.

¿Qué tanto salió de gira en las diferentes secretarías?

La única forma que he entendido de hacer política es viajando por México, estando al lado de los ciudadanos. En la Secretaría de Desarrollo Social recorrí prácticamente todo el país, particularmente por las zonas de mayor vulnerabilidad y pobreza. Yo creo que en una semana mi promedio de giras era de cuatro o cinco, y hubo ocasiones cuando visitaba dos o tres estados en un solo día. Crecimos programas importantes: más que duplicar Oportunidades, e impulsamos otros, como, con los migrantes, el de 3 por 1. En el caso de la Secretaría de Educación, regresamos los libros de Civismo después de 25 años de no enseñarlo en las aulas, y sobre todo dimos un paso que considero histórico: el de la Alianza por la Calidad en la Educación. Fue la primera vez que hubo un concurso para maestros, y la primera vez que hubo un esquema de evaluación integral.

Ha mencionado que una de sus prioridades es la educación. ¿Cómo se lidia con un sindicato como el de Elba Esther Gordillo? Usted ya lo vivió…

Trabajé con ese sindicato. Con un esquema de negociación muy intenso logramos sacar esta Alianza por la Calidad. Creo que hay algo muy importante, y enfatizo la fortaleza de la vida institucional: para mí, el mayor problema de seguridad que tenemos en el país es la debilidad de nuestras instituciones, la de nuestros cuerpos policiacos, de nuestro sistema de justicia, pero también la de nuestro sistema educativo. A qué voy: las instituciones, para ser fuertes, deben tener reglas muy claras. A lo mejor no le dan gusto a todos, pero deben ser claras y se deben cumplir. Cuando tenemos instituciones fuertes, las personas pasamos a un segundo plano; cuando hay instituciones débiles, el país se maneja por decisiones de orden personal, no institucional, y eso es muy grave. ¿Cómo hacer? Y no sólo en el mundo sindical: tenemos que pasar de un Estado autoritario y antidemocrático, como el que tuvimos tantos años, a uno fuerte y democrático. Hoy, considero que en muchos sentidos tenemos un Estado débil en el que no se respeta a la autoridad, donde las ladies de Polanco golpean a un policía y lo ofenden porque es un asalariado; me pregunto si estas señoritas de Polanco hubiesen golpeado al mismo policía de haber estado en Estados Unidos o Alemania, y seguramente no. Y si lo hubieran hecho, las hubieran llevado frente a la ley. Para regresar al tema institucional: ¿cómo hacerlo? Con sindicatos modernos, democráticos; con una Secretaria de Educación que no se confunda en su tarea, y diría lo mismo para muchos aspectos del país.

Pero usted ya estuvo como enlace, como coordinadora de su partido en el Congreso, y las ladies de Polanco son una anécdota, pero la conducta de éstas es un reflejo de lo demás; tanto de los funcionarios públicos como de la sociedad civil. ¿Cómo manejar esto?

Me parece que hay que tomar decisiones en lo básico, y una fundamental es justamente que la ley se aplique en igualdad de circunstancias. Si se aplica la ley sin importar si se es diputado, senador, gobernador o ama de casa, señorita de Polanco o de Nezahualcóyotl, o de la colonia más pobre, entonces los ciudadanos comenzarán a tener confianza nuevamente en el Estado de Derecho o el ejercicio del poder, y volverá a recuperarse la autoridad, que es algo fundamental. No hablo del autoritarismo, sino de la autoridad fundamental para que un país tenga orden y para que los ciudadanos que están hartos puedan recuperar la confianza.

¿Esto pasa por la reforma de seguridad?

Pasa por la reforma política, donde yo seguiré empujando que la reelección tiene que aprobarse. Es una enorme omisión dejarla del lado, porque es de las pocas vías mediante las cuales el ciudadano va a las urnas y despide o recontrata a un diputado, senador o alcalde.

¿Indefinida o por ciertos términos?

Hay planteamientos de reelecciones con términos establecidos, no se estaría hablando de una reelección indefinida; aún más importante: en lugar de que el partido o los partidos tengan el poder para decidir quién va al Congreso y quién no, ahora este poder lo tendrían los ciudadanos. Por eso me parece que ésa es parte de las decisiones fundamentales para comenzar a cambiar el escenario.

Usted ya hizo campaña hace seis años, no como candidata pero sí como coordinadora de la campaña de Felipe Calderón; ¿qué ve diferente ahora?

La similitud es que ninguna campaña es sencilla ni está resuelta de antemano. Veo diferentes los términos de la agenda de seguridad; veo diferente el hecho de que haya mayor interés de las comunidades de mexicanos en Estados Unidos, y el que hoy tenemos liderazgos sociales, ciudadanos, que van a estar más vigilantes y exigentes de los qués y los cómos. Observo además lógicas en cada partido que no necesariamente son iguales que las de hace seis años.

En el escenario latinoamericano, al menos tres de las economías más importantes de la región, Argentina, Chile y Brasil, tienen o acaban de tener presidentas. En el caso de México, ¿ésto sería ventaja o desventaja?

En México hasta hoy ser mujer me ha resultado una ventaja competitiva, de mensaje y de contraste. Yo voy a ganar la Presidencia, pero no por el hecho de ser mujer, que ya es muy importante; quiero ganarla porque quiero un México para todos. Para estas siete millones de jefas de familia a las que nadie les pregunta si son valientes, si son capaces, si son líderes; ellas simplemente sacan a miles de hijos y de familias adelante, demostrando diariamente desde el anonimato todo lo que sí son las mujeres. Pero quiero un México donde tanto mujeres como hombres tengan las mejores posibilidades, donde los jóvenes y niños tengan el mejor andamiaje para el desarrollo de sus talentos, donde sea posible la justicia y el acceso pleno a las oportunidades.

En su pasada campaña por la candidatura demócrata, Hillary Clinton se rehusaba a usar la carta feminista. Pero en México tenemos cierta debilidad por la victimización; ¿cómo va a manejar esto en su campaña? ¿Va a ser relevante?

Lo voy a hacer como lo he hecho hasta ahorita: la prioridad es la unidad y la cohesión del partido sobre cualquier otra circunstancia, para dar la mejor oferta a los ciudadanos. Pero me parece que estamos ante la posibilidad real de lograr el cargo de Presidente de la República para una mujer, porque he caminado el país y lo conozco. Sé de la fuerza y la resistencia que tiene, pero también de su frustración y su dolor; no soy una política de escritorio, ni he mirado a mi país sólo desde la ventana de mi oficina con aire acondicionado. He vivido sus desastres naturales, he vivido en un cuartel militar, y he caminado al país en las mejores y en las peores circunstancias.

¿Cómo se lidia con el desencanto de dos sexenios panistas?

Claro. Creo que tenemos que restablecer la comunicación con los ciudadanos y compartir mejor los logros. El hecho de que en esta entrevista no se pregunte si mañana se va a devaluar, si vas a perder tu casa por las UDIS, si las tasas de interés van a ser tres veces mayores, que no haya escasez de gasolina o de pasta de dientes, cosas que vivimos ya en México, no hablo de otro país. El hecho de que no existan ya estas preguntas habla de que se ha manejado con responsabilidad la economía.

La economía.

Ha habido responsabilidad fiscal, financiera, monetaria. Hemos tenido gran énfasis en política social, en inversión en infraestructura, y el gobierno, particularmente el federal, ha abierto ventanas de transparencia y rendición de cuentas que no tienen precedente. Ahora bien, me parece que tenemos que ser capaces de comunicar, de transmitir. Pero tenemos que ser capaces de ser autocríticos, de pensar qué hemos hecho bien pero también qué no se hizo suficientemente bien, qué falta por hacer. Y, claro, es mi convicción ir a escuchar a los ciudadanos, no sólo pedirles que nos escuchen, sino pedirles las tres o cuatro cosas que ellos harían.

En caso de obtener la candidatura panista, ¿cómo remontar los intimidantes 30 o 40 puntos de ventaja que dan las encuestas al probable candidato priista, Enrique Peña Nieto?

La estrategia tiene sólo un camino: los ciudadanos. Primero quiero decir que no hay elecciones resueltas de antemano. Lo vimos en el 2006, donde había cifras muy parecidas, aunque en otras circunstancias; las encuestas también reflejaban a un candidato muy lejos de los demás. En el 2000 también se demostró que las elecciones se ganan día con día, y que el único día importante para las encuestas es el de la elección. Estoy convencida de que vamos a ganar la Presidencia por lo que se ha construido hasta ahora, aún con todo por perfeccionar, por abordar otras áreas que requieren atención y cuidado. No va a ser una contienda fácil, pero espero que tenga civilidad política y propuesta, y no sólo descalificación y mercadotecnia.

Se tiende a gobernar para las encuestas, más que para el bien común. ¿Cómo funcionaría su gobierno?

Uno de mis maestros decía que las decisiones políticas no deben ser concursos de popularidad. Tampoco me quisiera ir al extremo: creo que es tan grave gobernar por encuestas como hacerlo alejados del sentir de la gente. Pero coincido en que gobernar por encuestas nos ha llevado a decisiones muy coyunturales y a perder, tal vez, la perspectiva de mediano y largo plazos. ¿Cómo lo haría? Diciendo que México sí tiene salidas, pero que ya no hay ni mesías ni salvadores, lo cual significa que debemos hacerlo los mexicanos aunque a algunos nos toque más responsabilidad que a otros. Quiero ser clara en mis propuestas y dar señales de que es posible ser exitoso pronto. Pero desde el principio dejaría claro que si sólo hablamos de promesas y no de responsabilidades, estaríamos intentando hacer un país que no va a durar ni mucho tiempo ni va a ser para mucha gente. Pero hay que vencer el abstencionismo, la indiferencia y la fatiga.

¿Las creencias particulares se llevan a la esfera pública o se dejan en casa?

Yo contestaría de dos maneras: la intención mía sería tener el talento y la capacidad de construir tres o cuatro propósitos que, aun para aquellos que no voten por mí, ellos reconozcan que son buenos para el país. Que habiendo gente que diga que no va a votar por Josefina Vázquez Mota, coincida en que se requiere un Estado fuerte, en que necesitamos despolitizar para tener una mejor educación y hacer crecer el mercado interno, digamos. Entonces empezaremos a gobernar para todos. Se gobierna con convicciones, pero me parece un error tratar de imponerle mis convicciones a millones de ciudadanos sin reconocer la pluralidad, la libertad de pensamiento y el ejercicio de la toma de decisiones. Para gobernar se necesitan instituciones y reglas claras, no ocurrencias personales o de alguna camarilla, y lograr que la mayoría de los ciudadanos nos puedan acompañar.

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