Carl Ericsson fue condenado a cadena perpetua, tras ser hallado culpable por el asesinato de su compañero de la escuela secundaria Norman Johnson.
Ericsson contó cómo un incidente en 1950 lo llevo a vengarse de su ex compañero, cuando este le puso un suspensorio en la cara en los vestuarios del instituo y todos se rieron de él, humillación que jamás pudo superar.
El hombre de 73 años de edad, se declaró inocente pero se llegó a un acuerdo antes de que el caso fuera a juicio. Un cargo de asesinato en primer grado en Dakota del Sur puede tener una sentencia de pena de muerte.
La hija de Norman Johnson, Beth Ribstein, declaró lo siguiente: "No puedo culparte por sentir celos de papá. En la escuela secundaria era popular. Era atlético. Tenía 52 años de casado con mi madre y tenían dos hijas que le adoraban, cuatro nietos que querían mucho a su abuelo".