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Viernes 07 de septiembre 2012

La moda de la danza del tubo en la política peruana

Por: César Gutiérrez Peña
La moda de la danza del tubo en la política peruana
Foto: www.unmsm.edu.pe


César Gutiérrez Peña

Mofletudos y mofletudas danzantes, la equidad de género obliga a ambas referencias; con deslizamientos torpes se han exhibido sobre un tubo, en un espectáculo para el olvido; por antiestéticos, desvergonzados y burdos. El “pole dance” está de moda en la política peruana. La producción del show  ha estado a cargo, de nada menos que un concesionario, no de un bar con barra y metálicos para el elenco de baile estable de la casa, el Congreso de la República; sino de transporte de gas natural (GN) y líquidos de gas natural (LGN), que ha prometido construirlos en una ruta caprichosa, zigzagueante y llena de precipicios, en cerca de 900 KM de distancia de la geografía sur del país marca Perú, a cuya supuesta prosperidad le quieren endilgar la friolera de nada menos 1,400 millones de dólares para empezar.

La función se ha exhibido el jueves por la noche en el pleno del Legislativo. Cada cual sacó su mejor gala de plumas y lentejuelas. El visitante que quería cautivar al auditorio; el ministro de energía y minas, Jorge Merino; tuvo una actuación deslucida a más no poder, mal expositor, carente de argumentos y reflejos para la réplica, peor aún para dúplica. El respetable no supo guardar la compostura y saltó a la barra para ensayar unas evoluciones, no sabemos si para gustar a alguien, que podría estar viéndolos por la señal de cable, en algún cómodo lugar sanisidrino.

El tema de fondo, la demagogia. La usó el gobierno en campaña, para ofrecer construir un gasoducto y un polo petroquímico, sin tener la más mínima idea de lo que significaba. Irresponsabilidad suprema, convenientemente aprovechada por el concesionario Kuntur, de propiedad de la brasileña Odebrecht, que conformando un “dream team” de la vocería mediática, más un voluntarioso presidente de Petroperú, Humberto Campodónico, en calidad de corifeo, salió a pregonar por calles y plazas que la obra era un hecho.

Una mortífera pócima, digna de la imperial Roma de los cesares, contenía un alucinógeno sobre los supuestos beneficios para el crecimiento de la economía peruana; incentivo contracíclico le han llamado sabiondos formados en el libro gordo de Petete. La realidad es completamente lejana a esta afirmación ligera. Una frase resume esta barbaridad: “prosperidad constructora de tres años y endeudamiento de largos años sin posibilidad de repago para mañana”.

No se puede hacer un proyecto de esta naturaleza, sin un mínimo de demanda garantizada; menos aún  pretender afirmar que una petroquímica de derivados del etano puede sostenerlo, cuando el requisito indispensable para ello es asegurar un consumo mínimo de metano. Lo tangible es que no hay un solo potencial consumidor de este componente del gas natural, que pueda firmar un contrato de consumo garantizado, como ocurrió al menos con 11 industriales en Lima, cuando se promocionaba el proyecto Camisea. Falacias por doquier, repetidas cansinamente por congresistas vocingleros exigiendo la participación dispendiosa del estado, para que alimente las arcas de la contratista que nos trajo el Cristo del Pacífico y la desaparecida arena del balneario de la Herradura, como ofrenda.

La alternativa gubernamental de organizar un proceso de competencia, para seleccionar a un consorcio inversionista – constructor – operador, que lo haga con sus propios recursos para luego ser honrado en 20 años, con fondos provenientes de los consumidores; es ventajosa para los intereses del país. Lamentablemente esta buena decisión se empaña por la torpeza de prometer un etanoducto desde Pisco hasta Ilo, que no tiene ninguna justificación, menos aún involucrar a Petroperú con un aporte de 400 millones de dólares, provenientes de endeudamiento soberano, bajo el pretexto de fortalecimiento de la petrolera estatal. No se le da valor a una empresa sino se le resta, involucrándola en un proyecto sin rentabilidad.

La danza ministerial fracasó y el proyecto presentado por el Ejecutivo, ha retornado humillantemente para su reformulación en comisiones. El mensaje político que queda es que ni la alianza “nadinista-toledista” ha podido imponerse, como lo logran las mayorías en cualquier  parlamento del mundo. Una raya más en el atigrado uniforme del endeble gobierno.

La solución está en amarrarse bien el cinto, en lugar de dar volteretas para la satisfacción, que espero que sea oficiosa, de unos pocos. Gas Natural Comprimido para seis regiones altoandinas: Junín, Ayacucho, Apurímac, Huancavelica, Cusco y Puno. Para el sur oeste, es decir: Arequipa, Moquegua y Tacna; Gas Natural Licuefactado es la salida. Gasoductos de seguridad solo entre Malvinas y Chiquintirca. Todo lo cual se puede hacer con recursos privados, sin arriesgar fondos estatales y sin la participación de Petroperú, que debe abocarse a tratar de sacar su proyecto de modernización de Refinería Talara adelante. Olvidémonos de Kuntur, que si quieren hacer algo que usen la caja de su propietario ya ha ganado bastante dinero en el Perú desde la década de los años 80. Un  planteamiento de esta naturaleza no tiene ningún resquicio de inconsistencia y puede ser sustentada honrosamente.

Basta ya de gobernar para la satisfacción de la grita de la turbamulta, la responsabilidad tiene que primar y aquí nos debemos sumar todos, porque al menos yo no quiero una vuelta al pasado, de los endeudamientos onerosos e innecesarios, que luego cuestan sacrificio de décadas para salir del atolladero.

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