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Domingo 16 de septiembre 2012

Suboficial Ana Cecilia Garzón: ser bueno se volvió malo

Suboficial PNP (r) que integró el GEIN y, como tal, participó en la captura de Abimael Guzmán.
Suboficial Ana Cecilia Garzón: ser bueno se volvió malo
Foto: diario La República.

Una verdadera heroína. Se llama Ana Cecilia Garzón Pérez, pero los medios la conocen como “Gaviota”, el apelativo que tenía el día que entró al escondite de Abimael Guzmán.  Orgullosa suboficial superior de la PNP, fue una de los 82 agentes que entregó muchos años de su vida a un trabajo silencioso, paciente, riguroso e incomprendido en su propia institución: el seguimiento y vigilancia de cuadros terroristas que llevo al triunfo del Estado sobre el terror. Sacrificó mucho, incluso el hecho de poder tener hijos propios.  Y no obtuvo más recompensa económica que la que le permitió comprar a medias con 'Ardilla', el agente con el que se casó, parte de una  modesta casita en San Miguel en la que viven juntos. A los 20 años de la histórica captura de Guzmán, sale de las sombras para contar una historia de heroísmo e ingratitud. Esta enérgica mujer de 51 años, ya en el retiro, que me recibe con total apertura y alegría de vivir esta mañana, no se arrepiente de nada y no tendría por qué hacerlo. El Estado, sí.

-Usted entró a la escuela en una época en la que no había muchas mujeres policías, ¿cómo nace esta vocación?

Bueno, siempre me gustó. Yo soy persistente en lo que a mí me gusta. Veía el sacrificio de la Policía, me gustaba esa carrera, y siempre me ha gustado el servicio a la sociedad. Yo ingresé a la escuela en 1984 y salí en 1985. Ya había promociones anteriores con mujeres, no tantas, pero había. Soy la antepenúltima promoción de la Policía de Investigaciones, a mucha honra, antes de la unificación.  Egresamos 85 suboficiales.

-¿Y cuántas mujeres fueron a la DIRCOTE?

La única, yo. En 1985.

-¿Desde el principio de su carrera policial?

Claro, desde el principio. Yo  egresé de la Escuela de Policía en marzo, y estuve dos meses en la DIRPE  (Dirección de Personal). Entonces ahí me dicen “Te vas a la DIRCOTE”, los demás me preguntan “¿Qué has hecho?”, y yo decía “nada, ¿por qué?”. Entonces me dicen  “es una zona de castigo”. Pasaba que entonces nadie quería ir a la DIRCOTE.

Y cuando usted llegó a la DINCOTE, ¿cuántas mujeres había?

Ya varias, de otras promociones y eran mis madrinas. Pero eran 5, 6, poquitísimas para una unidad en ese tiempo.

-Y en el 92 cuando atrapan a Abimael Guzmán,  ¿cuántas mujeres había entonces en la DINCOTE entre los 82 agentes?

Dos. Al principio fuimos tres. Lo que pasa es que el trabajo que hemos tenido era tan constante que no descansabas, no almorzabas, no comías... era una cosa atroz. De verdad, era una cosa atroz. Le cuento que un día llegó un momento en que no teníamos ni ropa. Nos pusimos de acuerdo y dijimos “vamos a faltar las tres”. Faltamos para recoger una muda de ropa como para cambiarnos, porque la nuestra ya apestaba horrible. Pero el coronel se molestó porque “el terrorista no descansa” nos decía.  Al día siguiente, nos recibió con un “si no quieren trabajar acá, mejor se van”. El coronel Benedicto Jiménez era bien drástico.

-¿Era estricto?

Sí, muy estricto. Él nos decía siempre: “Acá el terrorista no descansa, ¿y ustedes se dan el lujo de descansar? El terrorista no. Él sigue caminando. No podemos darnos el lujo de parar”.

-Cuando usted entra en el 85 a la DIRCOTE era apenas una agente, una novata. ¿Qué habilidades le enseñaron?

Observar en la vigilancia y el seguimiento. Y, sobre todo,  memorizar. Tienes que ser un buen fisonomista. Porque tienes que mirar bien, observar cómo camina (el objetivo), cómo está vestido; porque ellos también, igualito que nosotros, cambian de muda de ropa pero... ¿sabes? nunca cambiaban de zapatillas o zapatos.  Al vigilar, hay que mirar bien los zapatos.  Así nosotros podíamos marcar y seguir.  A veces no  dormían.  Y nosotros estábamos  tras los terroristas con un plátano y una bolsa de pan porque eso es lo que se llevaba. No había plata.

-¿Y usted se hacía pasar por de todo?

De todo.

-¿Qué es lo peor que le han hecho pasar?

Hacer cubiertas. A veces yo trabajaba en filtraciones en algunas casas para investigar. Pero hacer cubiertas, es ya incluso convivir con un colega para llegar al objetivo.

-¿Y ustedes dos se hacían pasar como pareja?

Viví con alguien seis meses en Chosica, haciéndonos pasar como hermanos. Bueno aún era creíble en ese tiempo (risas).  Vivir con un colega es difícil, hay que adaptarse. Mi cubierta era vendedora ambulante en Chosica. Él salía a trabajar, entonces yo vendía  con los ambulantes.

-¿Y qué tal vendedora era?

Bueno, sí me salían los polos…

-(Risas) Y eso les permitía observar.

Observar alrededor quién llegaba, o por lo menos ver el tipo de personas que había en ese lugar. En ese tiempo buscamos a un objetivo que era parte del grupo de aniquilamiento de Yovanka Pardavé y Tito Valle Travesaño. Se nos había perdido, teníamos que retomar ese seguimiento y fue paciente. Seis meses conviví con este colega.

-¿Y qué tal estaba el colega? (Risas)

No... una lo ve profesionalmente, pero la verdad es que las costumbres son distintas. Además, en Chosica en esa época no había agua, había apagones. Y era un baño común, de todos. Entonces tenía que adecuarme a ese tipo de vida.

-¿Y usted ha logrado llegar a hacer amistad como infiltrada?

No, porque donde yo estaba era una trabajo más bien reservado. Yo no me podía dar a conocer, tenía otra identidad. Los agentes, nosotros, no podemos ser vistos. Y yo siempre, hasta hoy,  tengo mis medidas de seguridad.

-Es decir, ¿usted tiene la capacidad de “pasar piola”?

Tenemos que ser y no ser, pues. La capacidad de estar y desaparecer. Ese es mi trabajo. Mi especialidad. No ser detectada por el enemigo. Porque si fuéramos detectados, peligra la operación y peligra mi vida.

-¿Cómo hace para que no se le pierda alguien? Los terroristas también sabían que los estaban vigilando.

Era un conjunto de todo. En un carro había cuatro agentes. El chofer, el copiloto, y dos más para poder cambiarnos de ropa dentro del carro. Uno marcaba el micro donde podía subir, y nosotros tratábamos de cambiarnos porque nos poníamos pelucas. Si no se daban cuenta.  Y el que subía al micro no podía marcarlo en seguimiento.

-Pero en esa época no había celulares. ¿Cómo hacían?

No había nada. A veces yo digo “no sé”.  Usamos walkie-talkie, la radio Motorola que teníamos, que parecía un ladrillo... no sé cómo lo hicimos. De veras que Dios es grande.

-Vamos al día famoso de la captura. Usted había hecho un trabajo previo muy importante porque había estado siguiendo a Zenón Vargas, contacto de Incháustegui.

Habíamos observado el nerviosismo que tenía él. Parece que ya había detectado la vigilancia. Estaba nervioso, daba muchas vueltas. Para llegar a un objetivo o a su base, daba muchas vueltas... caminaba para detectar la vigilancia. Le avisamos al coronel, y él nos señaló que era hora de golpear.

-A él lo detienen, él tenía contacto con Maritza Garrido Lecca e Incháustegui.

Claro, porque ellos eran el nexo para llegar. Vargas recaudaba todas las ofrendas de todos los comités para Abimael. Eran importantes para llegar a la cabeza.

-Esa tarde del 12 de setiembre, ¿usted, 'Gaviota', junto a 'Ardilla', fueron los primeros en entrar y descubrir a Guzmán?

Sí. ¡Es que nos tocó, pues...!  Estábamos marcando el castillo, de servicio desde el día anterior. Lo que pasa es que allí no había franco. Como le decía, el terrorista no descansa y nosotros tampoco descansábamos. Y ese día no había gente. Estaban marcando ya sus objetivos y la gente de campo era poca.

-La historia es conocida. Esperaron que saliera la visita y ahí tenían orden para entrar. El único tiro que se dio  fue el suyo. ¿Por qué disparó?

Porque Incháustegui se estaba peleando con 'Ardilla', queriéndole quitar el arma. Ellos querían cerrar la puerta y comenzó a gritar “¡Ladrones!”. Maritza también gritaba “¡Ladrones, ladrones...!”. Y los vecinos salían. Entonces Maritza quiso hacer lo mismo, quitarme el arma o abalanzarse. Las dos visitas estaban pasmadas de miedo porque no sabían lo que hacían. Entonces yo atiné a dar el disparo al aire para, por lo menos, amedrentar. Era la única manera porque mi gente no venía. Tenía que darle tiempo para que vengan. Entonces, eso pasó. Tuve que disparar. Luego Incháustegui se asustó y Maritza también. Los tiré al piso, en la acera, a los cuatro. Ahí 'Ardilla' me dice “voy a subir, ¿puedes con los cuatro?”. “Puedo con los cuatro, sube”, le contesté, porque no sabíamos quién estaba adentro y se podía escapar. Yo me quede con los cuatro, entonces ahí Incháustegui me dice “máteme”. Y yo le dije: “Yo no te tengo por qué matar. Nosotros somos policías, ya la justicia se encargará de ti porque ustedes ahí tienen que rendir cuentas”.

-Usted está con los cuatro, ¿y escucha que es “el Cachetón”?

Nosotros no sabíamos que él estaba ahí. Y en ese momento  mi objetivo era que Incháustegui no se me escapara. En cuestión de segundos llegó la gente. Fueron unos 15 agentes con Miyashiro, que esperaba cerca. Él me dijo: “Si yo hubiera sabido que estaba adentro Abimael Guzmán, hubiera puesto a 100 agentes...”.

Claro, es que no sabíamos. Si realmente lo hubiéramos sabido, habríamos dispuesto que haya guardia alrededor de toda la manzana. Pero es que si avisábamos, hubiese habido problemas. Y el trabajo había sido tan delicado y con un seguimiento preciso, que entonces no podíamos manchar las cosas. El éxito de la operación se debe a eso, a la reserva del caso. Y el éxito pues no hay que quitárselo a Miyashiro y a Jiménez, ni hablar. Esos son los estrategas.

-Cuando usted se da cuenta de que es Abimael Guzmán al que han encontrado, ¿qué sintió?

No podía creerlo, parece que hemos estado como sedados. Era una cosa, la verdad, como un shock. Cuando ya entregué a los que tenía en el suelo, ahí recién lo sentí. No podía darme ese lujo de estar distrayéndome porque tenía a cargo detenidos peligrosos. Pero después, sí, pensé en Dios, suspiré profundo y me dije: “Bueno, cumplí con mi país”. Definitivamente, es cuestión divina. Uno  no sabía qué esperar. Podrían haber tenido armas, pudo desatarse una balacera, a 'Ardilla' lo hubiesen matado arriba y a mí abajo. No sabíamos qué había dentro de la casa. Era todo incierto.

-Y después que lo atrapan, nadie conoció su identidad porque había terroristas aún sueltos, y obviamente podía haber venganza. ¿Usted sintió miedo?

Bueno, no voy a negarlo, somos seres humanos y sentimos miedo. Pero tampoco podíamos vivir de eso. Y como dije, siempre he tomado mis medidas de seguridad hasta  hoy.  Pero yo, encantada, si me volvieran a ofrecer lo mismo, lo haría. A mí me encanta mi trabajo. Soy policía y para eso estoy.

-¿Usted fue la que cocinó el lomo saltado cuando se los llevaron?

Con Elena, con la Morochita. Entre las dos, porque éramos las dos únicas mujeres. Tenían un lomo fino que ya quisiéramos haber comido nosotros.

-¿A usted la habían enviado con una bolsa de Chizitos y un sol?

Un Tor Tees. Un sol con una gaseosa que había que hacer eternos. Dos, tres horas con esa gaseosa. Y ya el señor de la bodega que nos miraba mal. Y el coronel me decía "finjan pues que son enamorados". “No puedo fingir porque nos distraemos, y no estamos para distraernos, el objetivo es la puerta”, respondía yo, y debíamos oír porque estábamos dentro de la bodega. Tener un oído fino.

-Y después de todo lo que ustedes pasaron, cuando desactivaron el GEIN,  ¿qué sintió?

Nos desactivaron por cuestión de egoísmo, de celos. Ellos nunca creyeron en nosotros. La verdad, nos decían los Cazafantasmas. Nosotros fuimos demostrando en el camino, con las operaciones que hubo, que eran buenos trabajos. Y nunca hemos tenido problemas, siempre han sido un éxito nuestros trabajos. Y ahí se demostró que sí trabajábamos. Desarticulamos a un montón de terroristas.

-¿Mucha ingratitud?

Demasiada. Ser bueno en este país es malo. El GEIN podía dar más, estaba en todo su auge. Explotaba esa algarabía de la gente de querer trabajar. Eso se ha debido mantener, pero por celos nos desactivaron. Al coronel Jiménez lo mandaron al SIN, y yo me fui con él, de secretaria.

-¿Dejó el trabajo de campo?

Es que nadie ya pudo hacer trabajo de campo. Fue como un pecado haber hecho este trabajo. Nos desarticularon…  Es que ser bueno, como le digo, es malo. No sabían reconocer el trabajo que hacíamos, todo el amor... Porque era amor a nuestro país y amor a nuestra camiseta que es la Policía. Es la Policía la que hizo el trabajo. Limpio, que eso fue lo mejor porque demostró que el trabajo de la Policía es eso.

-Hace dos años se retiró.

Sí, me retiré, ya cumplí 25 años de servicio. Creo que ya cumplí.

-¿Y ahora a qué se dedica?

Me dedicó a mi casa, y a veces busco cachuelos.

-Pero debería tener un buen trabajo con toda esa experiencia.

Sí, pero no todos lo ven así pues.

-¿Su esposo, el famoso 'Ardilla', con el que hizo vigilancia y entró al escondite de Guzmán, está activo?

Mi esposo está activo, está en la selva, él sigue combatiendo. No le puedo decir en qué unidad, por medidas de seguridad, pero a él le encanta su trabajo y él sigue en lo mismo. Combatiendo el terrorismo ya con el grado de comandante.

-Dicen que usted no le caía bien, no se caían bien...

Ah no... nos detestábamos. Pero por el mismo trabajo comenzamos a trabajar juntos, congeniamos en seguimiento y podíamos marcar bien. De ahí poco a poco fue pasando a un sentimiento, pues... y nos casamos.

-Usted tiene 51 años, todavía tiene una carrera por delante.

Sí, yo creo que sí, paro activa. Trato de trabajar en lo que sea porque, en verdad, lo que nos da la Caja ….

-Disculpe la indiscreción pero... ¿cuánto le dan de pensión?

800 soles. Algo así, porque tengo un préstamo... pero neto, 800 soles.

-Qué horror.

Sí.

"YO TENÍA UN COMPROMISO CON EL PAÍS, Y LO TENÍA QUE HACER HASTA EL FINAL"

-Usted estaba en un mundo de hombres, de terroristas... en un mundo que es hostil, y con un trabajo tan duro y una paga de 600 soles al mes. ¿Qué la motivaba a seguir en esa tarea?

La verdad, se la voy a decir: yo amo mucho a mi país. Yo demasiado amo a mi país. Yo creo que era una cosa de compromiso con él. Y también con mi madre, que vivía en ese tiempo, con mi familia. A veces yo decía “en cualquier momento les puede tocar a ellos también”. Caminabas en la calle y podía explosionar un coche-bomba.

-¿Qué decía su familia cuando usted se desaparecía 6 meses?

Es que no sabían. Yo no podía hablar. Mi mamá pensaba que yo convivía con alguien y que no quería contarle. Mi mamá era chapada a la antigua, yo soy criada así. “¿Los principios y valores que te he enseñado?”, me dijo. Pero es que yo no podía hablar. Le dije, “en algún momento yo te voy a contar. No te desengañes de mí porque tú sabes lo que has criado, tú sabes quién soy yo”.

-¿Nunca le pudo decir a su familia lo que hacía?

No, yo no podía decirle. Hay una reserva.

-Es un compromiso bien duro, tan joven, tener que desaparecerse, no decirle nada a su familia, no tener una vida social personal.

La verdad es que no teníamos tiempo para nada. Para el cumpleaños de mi mamá la llamaba o para el Día de la Madre. Y eso. La verdad es que ella se resentía. Sabía que trabajaba en la DINCOTE pero no en sí qué es lo que hacía. Siempre me decía “cuídate, hijita, ¿pero qué estás haciendo? ¿no vas a estar haciendo nada malo?”. Yo le decía, “sabes lo que has criado”.

-¿Nunca se desanimó?

No, nunca. Yo soy una persona decidida, nunca me arrepiento de lo que hago. Si yo tenía un compromiso, yo lo tenía que hacer, hasta el final, sea lo que sea. El costo de la vida, si es posible... y lo volvería a hacer.  Y en ese entonces era joven, estaba la adrenalina. Cada operación que hacía era una alegría. Ahí está el sacrificio que hemos hecho los 82 agentes del GEIN, donde más de 40 trabajamos en el campo. Y además los analistas, pues ellos también hacían su parte fundamental de analizar todo lo que nosotros encontrábamos.

-Y cuando usted regresaba del campo, cosas que de repente para usted no tenían mucha lógica, ¿resultaban ser importantes?

Hacíamos una nota de agente y dábamos cuenta al coronel. Y el coronel a veces nos llamaba, para ver lo particular. También siempre hacíamos reuniones y el coronel preguntaba “¿Y qué han visto ustedes? ¿Cómo ha sido su movimiento? ¿Cómo han observado?”. Entonces el coronel decía “a esto hay que ponerle más fuerza” (Con información del diario La República).

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