Tú eres Chávez

"Chávez somos todos, es un pueblo". Esto fue lo que dijo el Presidente de sí mismo en la campaña presidencial reciente.

Al principio sentí la frase arrogante, expresión de un hombre con un ego que se lo pisa, de lo grande que es. De petulante, pues, califiqué, en mi obcecado y demencial anti-chavismo, a nuestro comandante presidente.

Sin embargo, he de confesar que ese estado de la sinrazón y el odio en el cual me encontraba fue menguando y desapareciendo conforme concientizaba lo que verdaderamente quería decir Chávez.

Sabido es que el ser humano, a decir de Jonathan Swift, merece más reptar que caminar. No abundan mucho en el hombre la bondad, la nobleza, la sencillez, la honestidad, el gesto desinteresado y, en fin, todo aquello que nos embellece. Y si esto es así en la vida cotidiana, lo es aún más en la política, porque el poder o la procura del mismo envilecen y corrompen. Razón tenía Bernard Shaw al decir que "los políticos como los pañales había que cambiarlos a menudo. Y por los mismos motivos".

La política no ha evitado, sino más bien propiciado, que en el siglo XX asistiéramos a dos guerras mundiales, con unos 80 millones de muertos, teniendo como protagonistas a la médula civilizatoria de la cultura occidental: Europa y su alumno (ya maestro) más aventajado, Estados Unidos. También Europa ha sido el progenitor de los dos únicos regímenes políticos de corte totalitario que conocemos: el nazismo y el socialismo (Estados Unidos, el mismísimo imperio, se ha mantenido al margen de estos dos sistemas políticos asesinos y castradores de la libertad individual, "adoradores ambos del Estado omnipotente y personalista"). ¡A qué tanto pregonar, por consiguiente, las virtudes de la civilización desde el Viejo Continente! ¡Qué falsedad e hipocresía juntas!

Pero los venezolanos no somos mejores que ellos ni el resto (somos humanos también), a menos que usted así lo crea por ser un ultra patriota. Máxime cuando entre nosotros mismos nos estamos matando, con más de 20.000 muertos al año por la delincuencia y la cultura de la violencia. ¿Con qué entonces nos vamos a comparar y mimetizar sino con un político, que según el vicepresidente Maduro es el "corazón de la patria"? ¡Claro que Chávez somos todos!

Hace poco, caminando por la Av. Baralt, en pleno centro de Caracas, hice omisión del feo y triste paisaje urbano de edificios, calles y comercios sucios que hay, puro mazacote de cemento y sal, y fijé mi atención, porque abundan, en los mendigos, pedigüeños, niños de la calle, meretrices, borrachos y hombres de mala traza que pululan por esos lares. ¡Ellos son Chávez!

Y también son Chávez: el desempleado; el jubilado con pensión mínima; el invasor; el buhonero, que en Venezuela representa la primera fuerza laboral; el subempleado; el funcionario venal y corrupto; el alquilado; el mártir del metro y del tráfico; el enfermo sin clínica; el maestro mal pagado; el preso sin justicia; el pijo o sifrino idiota, con Iphone incluido; el damnificado y el policía de precario sueldo.

Y ante esas 20.000 muertes al año que hay en Venezuela, ¡cómo no decir que toda la plana mayor de la delincuencia en el país (el secuestrador, el narcotraficante, el sicario, el alto burócrata sobornable, etc.), son Chávez también!

Yo soy Chávez también, decida usted en qué grupo de arriba incluirme. ¡Chávez somos todos; tú eres Chávez! Y si no lo eres, habrá que recordar que la excepción confirma la regla.

Nota publicada en eluniversal.com