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Jueves 21 de febrero 2013

Venezuela también está gravemente enferma

Por: Wilfredo Franco
Venezuela también está gravemente enferma
Fotos: Latinformacion.com

Llegó el Presidente electo a Venezuela, lo que permite esperar su juramentación y la vuelta a algo de legalidad y normalidad en la vida de la República. Pero ello no significa que las graves consecuencias de su gobierno de 14 años desaparezcan. Independientemente del curso de la salud personal del Presidente, la República, al igual que él, está gravemente enferma, y en varias dimensiones. Los médicos tienen la palabra y Dios la decisión final en el caso del Presidente. Y el Presidente, sus ministros, todos los funcionarios públicos, y todos los 29 millones de venezolanos y venezolanas, tenemos la responsabilidad de sanar a la República, cada quien a la altura de sus responsabilidades y capacidades.

En la dimensión Económica, el Gobierno que-no-parece-venezolano-sino cubano ha estado en guerra contra empresas que producen o comercian algún producto en el país. La guerra ha sido directa con expropiaciones, amenazas, cierres, invasiones, controles de divisas y precios, competencia estatal con ventajas leoninas, permisería obstruccionista y la corrupción que le acompaña, e indirecta con la grave ineficiencia en el combate de la delincuencia y mediante pésimos servicios públicos de vialidad, puertos y aeropuertos, electricidad, combustible, agua y recolección de la basura. La LOTT ha sido la guinda de la torta de este gobierno en materia económica.

Un caso emblemático es el de la Polar. Ha sido una verdadera guerra desde diferentes frentes, incluyendo su intento de satanización. Hoy, en Norteamérica y Europa pueden comprar harina de maíz precocida, el más influyente invento agroalimentario de la historia venezolana, fabricada por esta empresa pero "made in Colombia". Precisamente a la hermana Republica, al igual que a Panamá, Costa Rica, Perú y otras naciones, han emigrado miles de empresas venezolanas, empujadas por el poderoso Estado venezolano, empeñado en acabar con ellas. Y se han llevado sus empleos, sus capitales y sus productos. El Estado, campeón y victorioso, ha creado otros ganadores: los importadores y la inmensa corrupción asociada, tanto pública como privada. Los otros grandes logros, producto de la destrucción del sector privado y del gasto publico exorbitante, han sido la inflación, imparable y ¡a paso de vencedores! Y la destrucción de la fortaleza de nuestra moneda, haciéndonos más pobres a todos.

Lo más increíble de esta guerra, librada por el Gobierno a nombre del pueblo,  es que el único gran perdedor es ¡el Pueblo! Nuestros salarios se vuelven sal y agua, y la escasez en alimentos, medicinas, repuestos de vehículos y maquinarias, electrónicos y electrodomésticos y cualquier cosa necesitada está a la vista. Además, al derruirse la principal fuente empleadora, como son las empresas privadas, nuestros jóvenes, por más trabajadores y brillantes que sean, ¡No consiguen empleo!

El Estado ha salido victorioso, la empresa privada venezolana que produce o comercia bienes "hecho en Venezuela" está en inminente peligro de extinción. Estocadas de marca mayor han sido las devaluaciones del bolívar, y no sabemos si reír o llorar cuando el Gobierno dice que las devaluaciones son para ayudar a que las empresas venezolanas puedan exportar. ¿Exportar qué señores ministros? ¡Es que las pocas que quedan ni siquiera pueden ya producir para el consumo interno!

En la dimensión Social y Política la enfermedad es peor. El odio de clases y el culto y la justificación política de la violencia durante 14 años, sumados a la proliferación de armas, han degradado el tejido social de la República a niveles propios de siglos pasados, donde la barbarie imponía la ley del más violento, el más grosero, el más patán, en nombre de la revolución. La caballerosidad, la hidalguía, la cortesía, la decencia y el honor son virtudes desconocidas por los paladines de este gobierno.

En la dimensión del Estado ni hablar. Aquí simplemente se disolvió el Estado y sus instancias han sido sustituidas por excrecencias del grupo gobernante. Y, al no haber Estado no hay justicia, no hay Derecho, no hay orden, no hay ley, simplemente la voluntad soberana del líder único, que se da el tupe de decir: el estado soy yo (así en minúscula, porque no cabe otra cosa).

Sanar a la República no será tarea fácil, pero se hará realidad. Al igual que el conocido dicho popular ¡No hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista! O el del gobierno: ¡Patria, Socialismo o Muerte! ¿Seremos capaces de despertar y sacudirnos la inercia para recuperar nuestro propio destino? Creo firmemente que existe una Venezuela posible, mil veces mejor que la Cuarta y la Quinta Republicas. ¡Vayamos por ella! ¿Qué esperamos?

Nota publicada en eluniversal.com

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