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Miércoles 07 de mayo 2014

La Alianza Popular Revolucionaria Americana, APRA, cumple hoy 90 años de existencia

Fue el 7 de mayo de 1924, en México, que, en el marco de la entrega de la Bandera Unionista o "Indoamericana", que surgió el APRA en la historia. Hoy, al cumplir nueve décadas de existencia, por doquier, los militantes apristas y los peruanos en general recordarán este trascendental acontecimiento de nuestra vida política.
La Alianza Popular Revolucionaria Americana, APRA, cumple hoy 90 años de existencia
Foto: Difusión


El joven Haya de la Torre, el 7 de mayo de 1924, hace entrega de la Bandera Indoamericana al presidente de la Federación de Estudiantes de México y funda el APRA

Un día como hoy hace 90 años, en la Universidad Autónoma de México, registra la historia, el insigne peruano Víctor Raúl Haya de La Torre (Trujillo - 22 de febrero 1895, Lima - 2 de agosto de 1979) entregó lo que en la simbología aprista se denomina como la Bandera Indoamericana al presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad de México. Un acto que se identifica como el momento iniciático de este movimiento de vocación continental, que encontró su traducción en el Perú algunos años más tarde, en 1931, al fundarse su sección peruana: el Partido Aprista Peruano, el PAP.

Haya de La Torre, quien presidiría 55 años después la Asamblea Constituye, a partir de la cual emanó la Carta Magna de 1979, se encontraba en ese entonces exiliado en México como consecuencia de su deportación que se produjo a inicios de octubre de 1923 bajo el gobierno del Augusto B. Leguía. Entonces un joven de 29 años, Haya de La Torre, desempeñaba funciones de colaborador del político y educador mexicano José Vasconcelos.

Al entregar la bandera de la “Nueva Generación Indoamericana”, Víctor Raúl Haya de la Torre pronunció el discurso que por propósitos históricos y de interés general reproducimos en su integridad:

“El afán de unidad de los pueblos de nuestra raza fue en Bolívar ensueño precursor, más tarde, tema de discursos diplomáticos, y ahora fe, credo, señuelo de lucha de nuestra generación. Con orgullo podemos afirmar, que nada ha sido más eficaz al propósito generoso de fundir en uno solo a los veintiún pueblos indoamericanos -dispersos por el nacionalismo estrecho de las viejas políticas-, que la obra de las juventudes. Hemos creado, sobre la fría y restringida relación de las cancillerías imitadoras de Europa, una solidaridad más amplia, en la alegría, en el dolor, en la noble inquietud.

El lírico intento de ayer, es hoy conciencia honda, proyectada en decisión, en ímpetu puro de idealidad y de empeño. No sólo queremos a nuestra América unida, sino también a nuestra América justa. Sabemos bien que nuestro destino como raza y como grupo social, no puede fraccionarse: formamos un gran pueblo, significamos un gran problema, constituimos una vasta esperanza.

La unidad de nuestra América no es ahora política, porque la política de nuestros estadistas de Liliput jamás miró más allá de las fronteras arbitrarias de las patrias chicas. Pero, no es audacia afirmarlo, es ya espiritual, por obra de las vanguardias del pensamiento libre de todos los pueblos que han sabido crear vigorosos lazos perdurables.

Esta bandera que yo os entrego, camaradas estudiantes mexicanos no presume originalidades recónditas. Es vuestro blasón vasconceliano de la Universidad de México, hecho pendón, oriflama, ala de esperanza. La juventud indoamericana que tiene ya un alma fuerte, que entona un himno unánime, adivinaba en el escudo de vuestra casa universitaria el intento simbólico de la enseña del futuro, que saludaremos un día en todos los rincones de América.

La tenéis aquí: el rojo dirá de las aspiraciones palpitantes de justicia que en esta hora admirable del mundo inflama la conciencia de los pueblos, y que nuestra generación proclama con la nueva humanidad; nos habla también del amor, convívito con la justicia. Sobre el ancho campo, la figura en oro de la nación indoamericana, señala las tierras vastas que, unidas y fuertes, brindarán hogar sin desigualdades a todos los hijos de la raza humana.

Aceptadla porque es nuestra. Flameará primero sobre las soñadoras muchedumbres de las juventudes que van abriendo el camino, y más tarde serán los pueblos comprendedores de los ideales bellos y justos, los que la agiten en el tumulto estremecido de sus luchas. Os la entrego, camaradas estudiantes de México, porque sois vosotros los que desde esta tierra heroica, que hoy mira atenta y devota nuestra América, tenéis derecho a llevarla. Porque sois hijos del pueblo que más gallardamente defendió la libertad de la raza; porque de vuestra propia sangre surgió el ejemplo de una nueva sociedad igualitaria y en avance.

Olvidaos de quien os la dio, pero recordad siempre que es enseñanza de juventud, de justicia y de unión.”

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