Han pasado cuatro días desde que un terremoto y el tsunami que le siguió dieron cuenta de la costa occidental de la isla Célebes, en Indonesia, y el trágico número de muertos no cesa de aumentar. Por ahora se sabe que 1234 personas perdieron la vida en medio de la catástrofe.
Hasta ayer lunes 1 de octubre, las autoridades habían anunciado 830 fallecidos, de manera que la cifra que se espera que la cifra que se ha dado a conocer este martes aumente. Más aún si, como sostienen fuentes oficiales, la frenética búsqueda de nuevas víctimas y posibles supervivientes continua.
Dado el número de víctimas mortales, a fin de prevenir la propagación de enfermedades en el entorno caótico que ha dejado tras sus pasos el terremoto y el tsunami, en donde unas 190.000 personas necesitan ayuda humanitaria urgente, las autoridades han ordenado un entierro masivo de los muertos.
La tarea de búsqueda de sobrevivientes y víctimas mortales no se presenta fácil para los rescatistas. La falta de maquinaria pesada, al igual que la de combustible, se lo impiden. Un drama, pues si a esto se le añade los daños causados en las infraestructuras por el sismo y el tsunami, las tareas de rescate se ven enormemente obstaculizadas. Por su parte, la ayuda canalizada a los damnificados está siendo escoltada por soldados de miras a evitar posibles actos de pillaje.
De acuerdo a un miembro de la organización de los Servicios de Asistencia Católicos, los grupos de ayuda humanitaria están hallando muchas dificultades a fin de poder acceder a las áreas afectadas. La fuente informó que el aeropuerto de la ciudad de Palu, capital de la provincia de Célebes Central y la ciudad más afectada por el desastre, todavía está dañado.
Lo mismo ha sucedido con muelles, puentes y carreteras, señaló la fuente, añadiendo que la electricidad está cortada en casi todas partes.
Nota
Sutopo Purwo Nugroho, portavoz de la Agencia Nacional de Gestión de Desastres, señaló que las condiciones en el barrio Petobo, en Palu, eran particularmente malas, pues el terremoto causó un fenómeno llamado “licuación del suelo”.
Este fenómeno derrite la superficie y la convierte en un lago viscoso que ocasiona el derrumbe de los edificios. “Todavía hay cientos de personas enterradas en el lodo”, dijo el portavoz.